ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El nuevo laboratorio de altas tecnologías es un arma clave contra el chikungunya. Foto: José Manuel Correa

Cuba enfrenta actualmente una epidemia «explosiva» del virus chikungunya, un patógeno transmitido por mosquitos que, al no haber circulado ampliamente antes en la Isla, encuentra una población mayoritariamente susceptible.

Ante este desafío sanitario, el sistema de Salud y la comunidad científica nacional han desplegado una respuesta integral y articulada. Si bien la red de laboratorios de alta tecnología y la vigilancia epidemiológica de vanguardia del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK) son pilares claves en la identificación y el seguimiento del virus, las autoridades sanitarias enfatizan en que el principal antídoto colectivo radica en la eliminación del vector: el mosquito Aedes aegypti.

La combinación de un virus nuevo para la población, su alta tasa de manifestación clínica y la amplia presencia del insecto transmisor ha creado las condiciones para una rápida diseminación, que la ciencia cubana monitorea y enfrenta con protocolos establecidos.

LA CIENCIA QUE VIGILA, DESCIFRA Y ENFRENTA

En el corazón del IPK, un nuevo centro de altas tecnologías se erige como una herramienta crucial en la batalla de Cuba contra enfermedades infecciosas como el chikungunya. Allí, la doctora Vivian Kourí Cardellá, directora del IPK, comenta que en este espacio es donde la ciencia cubana decodifica los patógenos que amenazan la salud pública.

El laboratorio, financiado con apoyo francés y europeo, está equipado con tecnología de punta para estudiar desde los genes (genómica) hasta las proteínas de los microorganismos. Cuenta con unidades de microscopía de alta resolución y bioinformática, lo que lo convierte en un recurso único a nivel nacional.

La Directora significó que el IPK no es un laboratorio aislado, pues trabaja en red con laboratorios en todo el país. «Cuando en la atención primaria se detecta un caso febril que no es dengue, esa muestra llega al IPK para un diagnóstico profundo», resaltó.

El proceso seguido con el chikungunya es un ejemplo de este sistema en acción:

Detección en territorio: Varias provincias reportaron síndromes febriles atípicos que no correspondían a dengue.

Confirmación en el IPK: Las muestras se analizaron con pruebas moleculares (PCR) avanzadas, las cuales confirmaron la presencia del virus chikungunya.

Secuenciación del genoma: Los científicos determinaron que el virus circulante pertenece al genotipo ECSA, específicamente al linaje que ha estado afectando a países como Brasil, Paraguay y Bolivia. Esto permitió rastrear su posible origen regional.

VIGILANCIA CONSTANTE Y AMPLIA

La labor no terminó con la identificación. El IPK mantiene una vigilancia semanal activa, que se caracteriza por el análisis de entre 400 y 600 muestras de todo el país; pertenecientes, principalmente, a casos graves, embarazadas, neonatos y fallecidos sospechosos.

Además, monitorea continuamente el genoma del virus para detectar a tiempo cualquier cambio o mutación significativa. Paralelamente, en las mismas muestras, busca otros virus como dengue, en las que se han identificado los serotipos 3 y 4 en circulación, y otros arbovirus como zika, fiebre amarilla u oropouche, estos últimos sin presencia confirmada.

SIEMPRE UN PASO ADELANTE

Al departamento de Virología del IPK, el nervio central donde se confirman y estudian las amenazas virales del país, la doctora Sonia Resik Aguirre, su jefa, lo define con una metáfora contundente: «El IPK viene siendo el Ministerio del Interior de la Salud Pública, pues nuestra función es estar un paso adelante de lo que puede entrar al país», en referencia a la vigilancia.

Este departamento no solo es el Laboratorio Nacional de Referencia para virología, sino que alberga centros colaboradores de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para arbovirus, polio e influenza.

La clave para una respuesta rápida, explica la doctora Resik Aguirre, es la preparación constante. «Tenemos que estar atentos a todo lo que la OMS declara como emergencia, aunque nuestro país no lo tenga». Esta vigilancia científica global permitió que, cuando se detectaron los primeros casos sospechosos de chikungunya, el IPK ya tuviera desarrollados y validados los sistemas de diagnóstico.

En menos de 24 horas se confirmó el virus en las primeras muestras.

En 72 horas se había secuenciado por completo su genoma, identificando el linaje exacto que circula en la región.

«Lo mismo hicimos con el oropouche, con la covid-19, y estamos listos para hacerlo con cualquier otra emergencia», subraya.

¿POR QUÉ EL VIRUS SE EXPANDIÓ TAN RÁPIDO Y CON TANTOS SÍNTOMAS?

Al preguntarle a la Doctora sobre la percepción de que «parece que todo el mundo se enfermó», responde con tres elementos:

Población «virgen»: Cuba nunca había tenido una epidemia de chikungunya (solo un pequeño brote local en 2015). Por tanto, no existía inmunidad previa en la población. A diferencia del dengue, que circula endémicamente, aquí el virus encontró un campo fértil de personas susceptibles.

Alta tasa de síntomas: Entre los virus transmitidos por mosquitos (arbovirus), el chikungunya es el que produce síntomas en el mayor porcentaje de infectados. A diferencia del zika, en el que muchos son asintomáticos, en este la mayoría de las personas desarrollan la enfermedad clínica.

Presencia del vector: El mosquito Aedes aegypti, capaz de transmitir el virus, está ampliamente presente en el país.

«Es la tormenta perfecta para una epidemia explosiva: virus nuevo para la población, que causa muchos síntomas, y con el mosquito presente», resume.

Sobre el posible «cruzamiento» de los virus respiratorios y arbovirus, la Doctora destacó que estos no se mezclan ni recombinan, y eso está científicamente probado.

Destacó, además, que en esta fase epidémica no es necesario ni viable hacer una prueba PCR a cada caso sospechoso. La estrategia es inteligente y sigue protocolos internacionales: se confirman los casos graves, las nuevas localidades de brote, los fallecidos, y se mantiene una vigilancia por muestreo para monitorear el comportamiento del virus. «Aquí no se queda un brote nuevo sin confirmar; pero diagnosticar al 100 % de la población es innecesario y muy costoso», afirma.

¿CUÁNDO BAJARÁ LA CURVA?

El declive de la epidemia depende de dos factores claves, según la experta: primero, el control efectivo del mosquito (vector); y, segundo, el aumento de la inmunidad en la población en la medida en que más personas se recuperan.

«Ya se ve en municipios donde empezó antes, como Matanzas, que los reportes bajan. El chikungunya en el mundo viene en oleadas. Esta es la primera y, probablemente, la más fuerte para Cuba. Después, la inmunidad colectiva hará que la transmisión sea menor».

EL ROSTRO CLÍNICO DEL CHIKUNGUNYA: VIGILANCIA Y CUIDADO ESCALONADO

El doctor Carlos Fonseca Gómez, jefe del Centro Hospitalario del IPK, explicó que el virus del chikungunya –que significa «el que se encorva»– se define por su sello distintivo: fiebre alta y dolor articular intenso, a menudo este último precediendo a la fiebre. Este perfil permite una alta sospecha clínica durante brotes.

El Doctor destacó que, aunque la mayoría de los pacientes evoluciona favorablemente desde casa, la alerta se activa en grupos vulnerables: adultos mayores, niños pequeños y quienes presentan deshidratación por síntomas gastrointestinales severos. Aunque raras veces, pueden darse complicaciones neurológicas (encefalitis) o cardíacas (arritmias), agregó.

El tratamiento –refirió– se centra en el soporte, pues no existe un antiviral específico.

Detalló que, en la fase aguda (primeras semanas), con replicación viral activa, se usan analgésicos comunes, evitando antinflamatorios que puedan complicar el curso. En la fase posaguda (hasta tres meses), si persiste el dolor, se incorporan antinflamatorios o moduladores de la inflamación, bajo estricta supervisión. Para la fase crónica, posterior a los tres meses, se requiere manejo reumatológico y de rehabilitación.

El protocolo aplicado se fundamenta en evidencia internacional y en la acumulada experiencia del sistema de Salud cubano, adaptándose continuamente desde la vigilancia clínica e investigativa del IPK.

Esta epidemia ha puesto a prueba, una vez más, la capacidad de la ciencia y la medicina cubanas para responder con agilidad, transparencia y rigor ante una emergencia sanitaria, demostrando que la batalla contra este virus se gana con el arma más poderosa: el conocimiento aplicado, riguroso y humanista, que sigue siendo la primera y última línea de defensa de la salud pública.

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