ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Archivo

La emisión televisiva del pasado miércoles volvió a demostrar, con claridad documental y testimonios verificables, la naturaleza coordinada, financiada e instigada de las acciones contra Cuba en el frente económico-comunicacional.

Los testimonios ahondaron en las evidencias sobre la utilización de plataformas supuestamente independientes, como la que provoca estas líneas que, lejos de responder a intereses de nuestros conciudadanos, actúan como engranajes de una estrategia hostil diseñada desde los Estados Unidos.

El programa expuso el papel de estos actores como operadores subcontratados de una política que se sostiene desde mediados del siglo xx: la doctrina de la negación plausible (plausible deniability). Se trata de un principio que permite a las administraciones estadounidenses ejecutar acciones de desestabilización –económica, mediática, diplomática o incluso militar– sin asumir abiertamente su responsabilidad, delegando la ejecución en organizaciones fachada, contratistas privados o entidades de la llamada «sociedad civil».

La negación plausible no es una especulación ni un concepto retórico. Fue institucionalizada durante el gobierno de Dwight D. Eisenhower (1953-1961), mediante el documento NSC 5412/2, aprobado en 1954. El propósito deliberado: definir el tratamiento a las operaciones encubiertas del Gobierno de los EE. UU. y sus agencias y, en general, de su comunidad de inteligencia.

Tres eran sus principios básicos:

  • Ser autorizadas por el Presidente.
  • Ser ejecutadas por terceros sin vínculos visibles con el Gobierno.
  • Permitir que Washington negara públicamente su participación en caso de ser descubiertas.

Están disponibles los documentos desclasificados del Archivo de Seguridad Nacional (National Security Archive), que demuestran que esta doctrina fue aplicada en Guatemala (1954), Cuba, Vietnam, Laos, Chile y numerosas operaciones clandestinas en América Latina, Europa del Este y Medio Oriente.

Es público y notorio que el Comité Church del Senado estadounidense (1975) confirmó que la CIA había financiado periódicos, asociaciones estudiantiles, proyectos culturales, grupos de «investigación económica» y una compleja red de organizaciones no gubernamentales utilizadas para tal fin.

La doctrina estructural en la política exterior de los Estados Unidos, creada en los años 50, no solo se mantuvo, se perfeccionó de administración en administración. Reagan, durante su gobierno, formalizó este esquema mediante la creación de la National Endowment for Democracy (NED) y sus cuatro institutos afiliados, concebidos expresamente para financiar actores en terceros países que actuaran bajo el ropaje de ONG o proyectos cívicos.

Las sucesivas administraciones han ampliado este mecanismo con programas de la Usaid, la Oficina de Transmisiones a Cuba, el Departamento de Estado y plataformas tecnológicas vinculadas a fondos estadounidenses.

El objetivo es siempre el mismo: intervenir en los procesos internos de otros Estados sin que la responsabilidad recaiga directamente en la Casa Blanca, preservando así la negación plausible.

La investigación delineada en el programa televisivo mostró cómo determinadas plataformas digitales –presentadas ante la opinión pública como proyectos independientes– reciben financiamiento, entrenamiento y lineamientos de instituciones estadounidenses. Estas estructuras reproducen metodologías ya archivadas en los manuales de operaciones encubiertas de la CIA:

  • financiamiento indirecto disfrazado de «apoyo a la democracia»,
  • asesoría y coordinación en estrategias comunicacionales,
  • intervención económica mediante la manipulación de variables sensibles como el tipo de cambio,
  • creación de matrices mediáticas adversas, amplificadas por redes de cuentas coordinadas,
  • y una distancia formal que permite a los responsables políticos norteamericanos negar su papel.

Todo ello confirma que no estamos ante iniciativas espontáneas ni ejercicios periodísticos aislados, sino ante instrumentos funcionales a una política exterior que lleva más de 60 años intentando fracturar la estabilidad social y económica de Cuba.

El programa televisivo no solo desmonta narrativas. Revela un patrón estructural: el uso de herramientas aparentemente «civiles» para atacar el tejido económico y sicológico del país, justificar presiones externas y promover percepciones de ingobernabilidad.

La manipulación del tipo de cambio, presentada como un ejercicio informativo, responde en realidad a una matriz típica de operaciones encubiertas: alterar expectativas, generar incertidumbre y provocar reacciones en cadena que afecten directamente a la población, y con ello minar su confianza en el Gobierno, y lograr, al fin, la destrucción de la Revolución y su legado.

Esta táctica se inscribe en la misma lógica denunciada por Cuba durante años: la utilización de terceros actores para ejecutar la política agresiva de los Estados Unidos contra la Isla, manteniendo la apariencia de no intervención directa.

Lo denunciado hoy en la Televisión Cubana reafirma lo que la historia ha documentado con abundancia: la política de hostilidad contra Cuba no opera solo mediante sanciones económicas, sino también mediante estructuras mediáticas, financieras y sicológicas diseñadas para cumplir el principio estratégico de la negación plausible.

El segundo programa coloca ante la opinión pública, una vez más, el funcionamiento de este engranaje: actores financiados desde el exterior, operaciones coordinadas, acciones orientadas a generar desestabilización y un centro político –Washington– que pretende negar su responsabilidad.

A los que, con fines nobles o no, por incredulidad o falta de información, duden de lo legítimo de esta denuncia a la que asistimos, se sugiere que se sumerjan en la lectura e investigación de los documentos desclasificados de los propios estadounidenses.

Frente a la incredulidad y la negación plausible, la respuesta del país debe continuar indefectiblemente basándose en la transparencia, la información veraz, la defensa activa de nuestra soberanía comunicacional y económica, y en la denuncia sin cuartel a todos los engendros subversivos que, como El Toque, actúan como agentes al servicio del enemigo principal de todos los pueblos.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.