ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Como Rigoberto Senarega (fallecido recientemente) numerosos colegas han ejercido la arriesgada, pero aprehensiva función de corresponsales de guerra. Foto: Pastor Batista Valdés

Justo y merecido fue instituir el Día del Corresponsal de Guerra Cubano el 19 de octubre, fecha en que cayó, hace 40 años, fusil en mano (disparando) y cámara en ristre (lista para hacer blanco en la verdad), Juan Candelario Bacallao Padrón, colega de Radio Reloj, mientras cumplía misión en Angola.

No es nuestro único mártir. También allí cerraron sus ojos, para entrar por los abiertos brazos de la eternidad, Antonio Pérez Medina, del periódico Bastión, junto a Eduardo Bosch y a Marcos Martínez, de los Estudios Cinematográficos y de Televisión de las far.

Quienes los conocimos, compartimos con ellos peligro, sentimientos, bromas, preocupaciones y la sensación indescriptible de ejercer el oficio en las excepcionales condiciones que impone un escenario bélico, nunca imaginamos tener héroes a nuestro lado. Hoy los llevamos dentro.

Por eso no desprecié la oportunidad de dedicar un relato a la, muchas veces anónima pero valiosa y apasionante labor de los corresponsales de guerra, en un libro titulado Arma Secreta de Cuba en Angola, que aguarda por su publicación en la Editorial Pablo.

Nombré la crónica 24 (hazañas) por segundo. Por razones de espacio no adelantaré detalles. Solo invito a preguntarnos cómo nos han llegado miles de testimonios gráficos de la aviación golpeando a una columna enemiga; las bm-21 arrojando fuego sobre un adversario que terminará siendo presa irremediable del desconcierto y del pánico, la ecuanimidad con que las manos del joven zapador desactivan la mina que satánicos dedos sembraron para mutilar vidas o para hacerlas volar, en pedazos…

Ninguna de esas imágenes cayó del cielo, fueron captadas por corajudos artífices del lente periodístico, bajo constante riesgo de sus vidas, en medio de combates, fuego de distintas armas, hostigamiento artillero, emboscadas, explosiones de minas y otros momentos en que, en lugar de protegerse dentro de refugios, parecían los tipos más indisciplinados, porque seguían a cielo abierto, como si el peligro no existiera, concentrados en el cañón de la única arma que casi siempre portan en esos casos: el lente de su cámara.

A todos, en un enorme abrazo, la admiración y el respeto de Cuba entera y de un gremio que se mantiene ahí, al pie del lente, de la grabadora, de la agenda de apuntes, con el mismo estoicismo de los artilleros: al pie del cañón.

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