ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El pago a los jornaleros es también un asunto que hoy preocupa a los productores, cuyo monto se recibe en tarjetas. Foto: Germán Veloz Placencia

Holguín.–Producir frijol es un asunto engorroso, dicen los labriegos que hoy se dedican a cultivar ese grano en la provincia. Cuando esgrimen razones, la mayoría no titubea al afirmar que es muy alto el costo por hectárea.

A directivos de la Agricultura del territorio les aparecen arrugas en la frente cuando notan que el asunto desestimula a los cosecheros. El subdelegado agrícola de la provincia, Ramiro Rodríguez Pérez, un hombre que contacta permanentemente con la gente a pie de surco, dijo a este diario que, en recientes encuentros sostenidos con productores de los municipios de Urbano Noris y Rafael Freyre, aquellos expresaron con franqueza lo poco tentador que les resultan los precios a los que se les compra el grano.

No es un resultado halagüeño si se tiene en cuenta que 4 500 hectáreas de las comprometidas para la actual campaña de frío se ubican en este territorio, por lo que Granma llegó hasta los productores en busca de su sentir.

AÑO ATÍPICO, COSECHAS «A PULMÓN»

A la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) Mártires del Moncada, ubicada en Velasco, municipio de Gibara, la hectárea le costó 300 000 pesos. Pero su presidente, Yordanis Cruz Guzmán, confiesa que pudo ser más el gasto de haber comprado todo el pesticida que necesitaban para combatir el Don Carlos, una planta convertida en plaga en parte de los campos cubanos.

Sembraron 40 hectáreas y lograron unas 35 toneladas, es decir, a menos de una por hectárea. Fue un año atípico por la incidencia de plagas y, para eliminarlas, hubo que aplicar Confidor u otros insecticidas con ese componente. Esos productos los compraron en efectivo y llegaron a pagar hasta 15 000 pesos por litro para salvar la cosecha.

Vendieron el frijol a tres precios diferentes. Al Ministerio del Comercio Interior (Mincin), para la canasta familiar normada, a 14 000 pesos el quintal. Les generó pérdidas, pero lo asumieron como un compromiso social. A la planta de beneficio de la Empresa de Granos Gibara, a 23 500 pesos, con lo que casi recuperaron la inversión, pero no dejó ganancias.

«La venta a la Planta de Beneficio de Semillas, que pagó 30 000 pesos por quintal, fue con la única que salimos bien», dice con un tono de alivio.

Solicitaron al Banco un crédito de 10 millones de pesos. Con parte de ese dinero pagaron a los asociados los anticipos y salarios, el valor de las semillas, la electricidad, algo de combustible y el seguro, entre otras cosas.

«Nos quedaron más de seis millones de pesos en el Banco porque no pudimos adquirir productos químicos cuando lo intentamos en una mipyme no estatal de Las Tunas. Al realizar las negociaciones, sus directivos dijeron que, de forma excepcional, podían vendernos hasta 200 000 pesos en efectivo. Lo dijeron como si fuera un favor».

Con la bien ganada reputación de productor responsable, estima que el tema de los granos requiere de mayor organización.

«El año pasado, cuando ya estábamos en la cosecha de frijol, el precio no estaba aprobado. Eso, en nuestro caso, creó dificultades para obtener el crédito necesario, porque al acudir al Banco, nadie nos certificaba lo que valdría el frijol, según los destinos a darle, fuera el Mincin o las plantas de beneficio de granos y de semillas. Eso nos puso en una situación en la que hubo que enfrentar la cosecha casi a pulmón.

«La experiencia dice que lo primero a tener en cuenta en el Programa del frijol es la selección de los productores que históricamente logran los mejores rendimientos. Hay que parar el decrecimiento de las siembras en un municipio que llegó a plantar 1 500 hectáreas».

Reflexiones similares hace Leonardo Betancourt Diéguez, presidente de la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Diosdado Savón, en la Yuraguana, San Andrés, municipio de Holguín. Allí, bajo tres máquinas de riego tiene 91 hectáreas. Si logran sembrarlas totalmente, con rendimientos de 1,2 tonelada por cada una, podrían alcanzar más de cien toneladas.

«Regar también es costoso. Este año, en los cultivos hemos pagado entre 12 000 y 15 000 pesos la hectárea. Cuando sembremos frijol, serán varios pases».

Reconoce que a los usufructuarios les cuesta mucho producir frijol. Un litro de pesticida está entre los 18 000 y 20 000 pesos. Y cuando menos, hay que realizar de tres a cinco aplicaciones, así como de tres a cuatro de fungicida por hectárea, además de dos, como mínimo, para combatir al ácaro. En la zona también atacan la Mosca Blanca, el Thrips Palmi y el Salta Hojas.

«Llevamos años aplicando productos alternativos como el Nim y la Cardona, que repelen insectos, lo que nos permite cosechar, aunque no con todo el potencial de las áreas».

En la CCS Regino Guerrero, de Banes, el costo por hectárea anduvo por los 230 000 pesos, incluido el pago del seguro. Su presidente, Alexei Ronda Pérez, tiene listados los contratiempos, entre ellos, encargar productos químicos y otros recursos en varios sitios, incluida la capital del país.

«Por ejemplo, recientemente hicimos las gestiones para comprar las semillas, a 42 000 pesos el quintal. Dedicamos un primer día al papeleo con la empresa que las vende y el siguiente hubo que ir a los almacenes a buscarlas. En fin, dos días seguidos de idas y vueltas».

Así sale a relucir un tema abordado por los productores contactados antes: los gastos por concepto de transportación, mayores para quienes residen en las zonas más distantes de los centros comerciales o personas que ofertan los insumos que adquieren desesperadamente para salvar las cosechas.

«El Banco concede créditos y paga a los productores mediante las tarjetas magnéticas. Sin embargo, el dinero electrónico hay que convertirlo en efectivo para pagar a los jornaleros contratados o a las mipymes, pero al que hace esos canjes tienes que pagarle un 15 %, y eso es pérdida».

Dice Alexei que todos esos contratiempos son parte fundamental de la base en la que se apoyan algunos productores para afirmar que reducirán la siembra del frijol a necesidades de autoconsumo, lo que significa la retirada del escenario productivo del que depende la población.

LO QUE PUDO SER Y ES

Las decisiones tomadas no siempre se aplican a tiempo, aseveran varios de los contactados. Tienen en cuenta, entre otros hechos, el Acuerdo del Consejo de Ministros, de marzo del presente año, publicado en la Gaceta de la República de Cuba, que define los precios máximos de acopio y minorista de productos agropecuarios de producción nacional. En su anexo único deja claro que el precio de acopio de la tonelada de frijol común es de 304 360 pesos para el diferenciado con entrega de insumos, pero en el que no recibe este beneficio, la tonelada es a 435 000 pesos.

El problema es que la mayoría del frijol obtenido se corresponde con el segundo caso; es decir, el que generó más gastos desde la siembra hasta la cosecha, pero al hacerse efectivo el beneficio, ya casi todo estaba comercializado. En Holguín es usual que la campaña del grano comience a finales de agosto y principios de septiembre, de forma tal que la cosecha se produce entre diciembre y enero.

El citado Acuerdo del Consejo de Ministros también establece el precio minorista máximo para ventas controladas y liberadas. Así, el del frijol común es 196 pesos la libra para el diferenciado con entrega de insumos. La libra del que no tiene ese amparo es hasta 265 pesos.

Durante los últimos días, Granma visitó reiteradamente el sistema de puntos de venta privados instalado en el Reparto Lenin, de la ciudad de Holguín. La libra de frijol colorado se oferta allí a 400 pesos, y la del negro varía entre 360 y 380 pesos, y aunque aseguran que se trata de frijol importado, algunos ojos aguzados hablan de restos de vainas visibles entre los granos.

¿POSIBLE ALTERNATIVA?

De acuerdo con la información de directivos de la Agricultura en la provincia, se estudian nuevos esquemas de financiamiento que pudieran ser no solo más atractivos, sino más beneficiosos y rentables.

Los productores abordados por este diario resumen que verdaderamente urge la aplicación de mecanismos de pago que se correspondan con el gasto real, y permitan que, al recoger los frutos de una campaña, no queden contra la pared. Eso permitiría, además, disminuir el desvío del grano hacia un mercado informal.

Para ellos, «comerse» un buen potaje o un consistente cocido de frijoles, depende de añadir a la cosecha la «sazón adecuada», que se logra con la combinación de varios «ingredientes», entre los que además de no atractivos precios de compra, se potencien acciones que respalden el acceso a insumos y servicios, créditos bancarios con los que se pueda operar sin limitaciones, contrataciones objetivas de las producciones y enfrentamiento a inescrupulosos comerciantes.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.