ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Presentación de Obras Escogidas de Raúl Castro, en el Memorial José Martí, por Abel Prieto, Presidente de Casa de las Américas. Foto: Estudios Revolución

Compañero Díaz-Canel, compañeros Morales, Marrero y demás miembros del Buró Político y del Secretariado, querido Comandante Machado.

Un saludo especial al compañero Alvariño, que ha trabajado durante tantos años por preservar la memoria de la Revolución y la obra de Fidel y de Raúl.

También saludo al Embajador de la República Popular China, donde se imprimieron gratuitamente los ejemplares de la primera edición de estas Obras escogidas. ¡Gracias!

Compañeras, compañeros: 

Hoy presentamos una colección de libros de enorme significación para los cubanos y, además, sin ninguna duda, para las muchas personas de todo el mundo que en estos tiempos oscuros siguen viendo en Cuba y en la Revolución Cubana un paradigma de dignidad, soberanía y solidaridad.

Debo confesar que la lectura de esta colección me ha permitido aproximarme de una manera nueva a la personalidad de nuestro General de Ejército Raúl, a su estatura como líder, a sus dotes de organizador, a su pasión por la historia, a su incansable vocación de educador, a su valentía, a su generosidad, a su disposición a ayudar a los demás, al compromiso entrañable con sus compañeros caídos y con los humildes, con los pobres de la Tierra, a su estilo coloquial, único, cubanísimo, para comunicarse con nuestro pueblo, a su increíble sentido del humor, a su capacidad para defender en foros internacionales la causa de Cuba, de Nuestra América y del Sur con resultados de gran trascendencia.

El prólogo a estas Obras escogidas lo escribió alguien muy cercano a Raúl, el Primer Secretario y Presidente Díaz-Canel, y lo escribió desde las experiencias compartidas, desde la amistad, desde el cariño, desde la lucidez y la emoción.

Díaz-Canel afirma:

«Los que hemos tenido la oportunidad de crecer como revolucionarios junto a él, sabemos del valor de cada enseñanza, de cada consejo y llamado de atención, de la sensibilidad de compartir una celebración, un aniversario, del llamado constante a defender la familia y entregar a nuestros hijos el amor mayor con el ejemplo y con nuestro tiempo también. Ha sido un privilegio tenerle como guía en este camino de la Revolución, en el que aprendemos de él el valor supremo de la fidelidad y la consecuencia, la lealtad y el sacrificio, la responsabilidad individual que funda la colectiva».

Para Díaz-Canel, estas Obras escogidas constituyen una brújula para los cubanos de hoy y del futuro.

«Se sintetizan aquí (señala en su prólogo) setenta años de una vida ejemplar y heroica, que ahora tenemos como una formidable guía de comportamiento ético en la acción revolucionaria».

A pesar de haberse entregado por entero, desde muy joven, a la lucha revolucionaria, Raúl se ha caracterizado siempre por mantener vínculos estrechos con su familia. Recuerdo el libro de Mario Mencía La prisión fecunda, donde asegura que era Raúl quien se ocupaba de mantener las comunicaciones familiares. 

(Me recordaba Daily que Mariela, en una sesión de la Asamblea Nacional, en diciembre de 2018, afirmó que Raúl le enseñó que hay que amar a la Revolución sin abandonar a la familia y amar a la familia sin abandonar la Revolución.)

El 18 de septiembre de 1953 Raúl le escribe a Lina Ruz González desde la prisión. Es una carta estremecedora, que nos recuerda las que escribió Martí a su madre.

En esa carta, Raúl recuerda una primera visita que le hizo Lina:

«Nos encontramos y apenas nos hablamos, nos separaba una reja de gruesos barrotes que apenas nos dejó besar y solo cambiamos algunas palabras referentes a la salud de mi padre… ahora frente a mí la tenía, hablando poco y en voz baja, con dos lágrimas aflorándoles a los ojos y en la garganta un nudo. Y en aquel instante odié, maldije y amé. Odié las miserias humanas, maldije la desgracia de mi patria y la amé a usted más que nunca, porque en ese instante vi reflejado en su rostro el dolor de todas las madres de mis compañeros muertos. // Después supe que hace breves días intentó verme y lloró porque no se lo permitieron y al enterarme sufrí y por eso ahora le pido y le ruego que me complazca, que no venga por aquí hasta que autoricen las visitas, y si nunca las permitieran, le juro que prefiero morir y no verla jamás, a verla humillada y pidiendo favores a personas que no consideran su grandeza de mujer y como madre».

Los nueve volúmenes de estas Obras han sido trabajados con mucho rigor, con mucho cuidado, por el equipo de Ediciones Celia, que obviamente rinde homenaje desde su nombre a la figura de Celia Sánchez. En estas páginas, Celia es una presencia muy frecuente. Es como un ángel de la guarda de Raúl, de Fidel, de la guerrilla, de la Revolución.  

Y si llegan a nuestras manos estos nueve tomos, son en gran medida, por el celo y la previsión de Celia de conservar todo cuanto pudiera ayudar a reconstruir nuestra memoria histórica.

A Celia le escribe Raúl el 1º de abril de 1957 para que guarde su Diario de campaña:

«En caso de que yo muera, que el Movimiento disponga de él, en caso contrario, solo debes entregármelo a mí. (…) Es solo que para mí esas anotaciones escuetas, que me permitan recordar en el futuro toda esta vida en la Sierra, tienen un valor que no podrá compararse con el tesoro más fabuloso del mundo».

Si hablamos hoy de la necesidad de estudiar nuestra historia, en medio de simplificaciones, omisiones, estereotipos y tergiversaciones, es muy importante que se promueva el estudio del Diario de campaña de Raúl. Para él la historia es vital. Asegura que el trabajo político-ideológico tiene que empezar por la enseñanza y la difusión de la historia y nos brinda un instrumento de valor incalculable con este Diario.

En su discurso en la inauguración del programa radial Información Política, el 28 de octubre de 1968, señaló que este programa «está encaminado también a alentar en todos ustedes el conocimiento de la tradición combativa de nuestro pueblo, reflejando aquellas fechas y aquellos hechos que constituyen gloriosas páginas de esa tradición combativa, porque, como dijera nuestro Comandante en Jefe, (…) esa tradición la ocultaron a nuestro pueblo los imperialistas y llenaron de mentiras nuestra historia y le hicieron creer a nuestro pueblo que a ellos les debíamos nuestra independencia. Esa tradición combativa, esa hermosa historia de cien años de lucha, llena de pasajes que no pueden conocerse sin un legítimo orgullo de ser parte de este pueblo heroico, deben conocerla nuestros combatientes…».

En su prólogo al libro Alborada de libertad, de 1992, de la Comisión de Historia de la Columna 19 José Tey, Raúl recuerda, cuando, en el acto por el XX aniversario del Segundo Frente, él mismo había señalado: «Hicimos la historia, pero no hemos sido capaces de escribirla». Y añade con satisfacción que hoy «los que contribuyeron a hacer la historia han comenzado a recopilarla, investigarla y escribirla». 

Sufrimos una crisis cultural y ética muy grave, provocada por la industria colonizadora hegemónica y las plataformas digitales al servicio del Imperio y las corporaciones. Las víctimas principales de esa ofensiva son los niños, adolescentes y jóvenes. Se trabaja para borrarles la memoria, la identidad nacional, sus orígenes, su sentido de pertenencia a una cultura. Por eso textos como el Diario de campaña y, en general, estas Obras escogidas, son armas en esta guerra contemporánea que atañe al sentido mismo de la vida de la gente.

Leyendo este Diario y esta colección, apreciamos en todo su alcance, en toda su gloria, la hazaña de Fidel, de Raúl, de la Generación del Centenario. Hay que motivar entre las nuevas generaciones la lectura de estas páginas, donde se narra el sacrificio de la vida guerrillera y la crudeza de los combates, —sobre todo en la última etapa de la gesta, cuando la tiranía utilizó sin piedad los medios aéreos contra el Ejército Rebelde, contra los campesinos, contra la población civil:

«Ayer bombardearon La Juba y desde las 2 de la tarde iniciaron bombardeo y ametrallamiento en el frente. Hoy la fiesta aérea empezó a las cinco y media de la mañana prolongándose hasta el oscurecer, con solo un receso de dos horas al mediodía. Nueve raids aéreos sufrieron nuestras líneas defensivas, sin contar uno contra La Juba donde ametrallaron y bombardearon. Hasta fósforo vivo tiraron o bombas incendiarias. Usaron aviones de Cubana de Aviación para ametrallar por las ventanillas y arrojar obuses de mortero y granadas de Garands. Un helicóptero grande de doble hélice descendió dos veces». (30 de mayo de 1958) 

Somos testigos, recorriendo estas Obras escogidas, de la grandeza del líder que no abandona jamás su condición de ser humano, que no humilla jamás a un subordinado, ni a un prisionero enemigo, que se acompaña invariablemente de la idea de Martí del culto a la dignidad plena del hombre. Estas ideas, estos principios, Raúl los defiende desde la Sierra y a lo largo de toda su vida.

La ética revolucionaria está en sus palabras y en su conducta todo el tiempo. Las caricaturas de Raúl que la maquinaria de guerra psicológica de la contrarrevolución y del Imperio hizo circular desde 1959, lo mostraban como un hombre violento, duro, despiadado. Todas esas fabricaciones se disuelven ante estas páginas, cargadas de sentimientos nobles, de amor a su patria, a sus compañeros, a su familia, a su pueblo. Con sus enemigos actuó igualmente guiado por este sentido ético. 

En el Diario, vemos cómo Raúl atraviesa por situaciones muy difíciles, la pérdida de compañeros muy queridos, traiciones, la lucha contra las adversidades de la vida en campaña, contra las inclemencias del tiempo, las enfermedades, el agotamiento, el hambre. Sin embargo, hay un núcleo de satisfacción, de quien se sabe cumpliendo su deber y sus sueños de justicia. Y esa satisfacción es un sentimiento colectivo.

Cuando marcha con su tropa a fundar el Segundo Frente, Raúl cuenta que entre los rebeldes es visible la alegría. Dice en el Diario de campaña el 2 de marzo de 1958:

«Hoy por la mañana, en un claro del monte, reuní a la columna Frank País y le hice la primera exhortación. Les expliqué lo importante de nuestra misión y lo peligrosa que sería. Aunque todos suponen hacia dónde vamos, la alegría es general. Les leí el reglamento que nos regirá. Y en conclusión que nosotros tendríamos que hacer una cosa superior a las que se habían hecho hasta ahora, porque antes no existía lo que ahora nos llevábamos, o sea, una gran experiencia; si lo hacíamos igual no estaríamos satisfechos, tenemos que hacerlo mejor. Que se formará un tribunal moral, encargado de determinar los miembros de esta tropa, que, por sus cualidades y buena conducta general, ameriten llevar en el brazo el distintivo Frank País».

Esta satisfacción se siente también desde su mirada al paisaje que le rodea en la Sierra Maestra: «El sol nos salió completamente de frente, el amanecer fue bello. Estamos llenos de esperanzas». (12 de diciembre de 1956)

Hay una naturalidad muy particular cuando Raúl habla de su propia muerte. Para él, es algo que puede suceder y para lo cual está preparado. Esta convivencia con la idea de la muerte se revela desde el testamento político que hizo y firmó con Ñico López, el 24 de noviembre de 1956: 

«Interpretamos el poder como un sacrificio sagrado en beneficio del pueblo y no como una posición de lucro personal. Partiendo de esta base, exponemos sincera y humildemente que no somos ningunas personalidades decisivas en la política y el proceso que vive el país, aunque sí lo sean las ideas que sustentamos, como miles de cubanos, sino simples militantes del glorioso 26 de Julio. No obstante, en el orden particular nos interesa aclarar que si por necesidad caemos los dos en la lucha, que jamás nuestras tumbas han de servir de pedestal a demagogo alguno en beneficio personal y en el orden general exponemos que nuestros nombres solo podrán invocarlos aquellos que decididamente hoy luchen por nuestras mismas ideas… que podemos sintetizar con las siguientes palabras: un gobierno de liberación nacional como actualmente es interpretado por el partido de los obreros cubanos y en un mañana no muy lejano, por ideas más avanzadas todavía en lo económico y social, en la forma gradual que requieren los procesos de los pueblos».

Raúl escribe asimismo un diario de los días previos al Moncada, que lo reconstruye luego, en Isla de Pinos. La noche del sábado 25 de julio, en medio del carnaval santiaguero, va a un restaurante con Tasende y otros compañeros:

«Por un instante pensé que no era justo que mientras unos bailaban y tomaban, o se hacían el amor, todos divirtiéndose a su manera, nosotros estuviéramos allí esperando ser llamados de un momento a otro para una acción inminente, ¿para cuántos de los compañeros que hace un momento estábamos sentados en el restaurante sería la última comida? De los 18 que formábamos ese grupo, al frente de los cuales venía el compañero Tasende, creo que solo tres regresamos con vida».

En una ocasión, en el Segundo Frente, se descubrió un complot para asesinar a Raúl. Pero él no le dedicó más que una línea en su Diario de campaña. No le dio ninguna importancia.

Otro documento de mucho valor para entender la grandeza de Raúl y su lealtad hacia sus compañeros caídos, es el testamento que hizo en favor de la hija de Tasende, fechado el 28 de enero de 1957:

«Yo, Raúl Castro Ruz, ciudadano cubano mayor de edad, hago constar por este medio que es mi voluntad dejar como herencia los bienes que haya heredado de mi padre, el señor Ángel Castro Argiz, fallecido el 21 de octubre del pasado año, a la niña Temis Tasende Dubois, hija del compañero José Luis Tasende, muerto heroicamente en el ataque al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, y de la señora Elia Dubois, viuda de Tasende, con residencia actualmente en Marianao, La Habana».

(Raúl también dejó por escrito su voluntad de ayudar con parte de su herencia a la familia de Ñico López.)

Después del triunfo, en el acto realizado en el Cuartel Moncada para inaugurar la Ciudad Escolar 26 de Julio, en enero de 1960, habló de los sentimientos encontrados que experimentaba al estar entregando a los niños un lugar asociado anteriormente a la violencia y la muerte. Reflexionó sobre los traidores que están haciendo daño y dividiendo para impedir el avance de la Revolución. Sosteniendo en brazos a Temis, evocó a Tasende:

«Momentos antes de partir hacia el ataque frontal de lo que hasta hace poco era esta temida fortaleza, me decía, recordando a una niña de meses que en una cuna había dejado en la Habana, ‘Si muero, ocúpate de mi hija’. Hoy, aquí, Temita, ¡mira la obra de tu padre!».

Llama la atención la visita que hizo Raúl a la tumba de un soldado recién caído en combate:

«De regreso, por la madrugada, en el cementerio donde días atrás enterramos al negro Emilio Bárcenas, uno de nuestros humildes héroes anónimos, ordené detener el jeep ante el asombro de todos y me encaminé hacia su tumba. Allí, de pie junto a la misma, juré seguir luchando hasta el final contra los enemigos de Cuba, contra los ambiciosos que en nuestras filas ya están dándoles vueltas como buitres hambrientos a los cadáveres de nuestros humildes héroes para satisfacer sus ambiciones personales. Juré no descansar durante toda mi vida contra los enemigos de ahora y los que nos saldrán al paso a lo largo de nuestra difícil tarea de revolucionarios honrados, y juré que, al reunirme con mis hermanos caídos, me presentaré limpio y alegre de haber cumplido cabalmente con mi deber. // De allí salí fortalecido, con nuevos bríos, para seguir luchando sin temor frente a todos los problemas que se nos presentarán». (21 de agosto de 1958)

Más de 50 años después, el 31 de diciembre de 2008, Raúl se propuso esperar el 50 aniversario del triunfo revolucionario en el Mausoleo del Segundo Frente y luego en el cementerio de Santa Ifigenia:

«Pienso esta noche, a las 12, estar en el Mausoleo de los compañeros caídos en el Segundo Frente, o que fueron enterrados allí después del triunfo. Quiero depositarles flores a ellos, a Vilma también; escuchar con ellos los cañonazos del 50 aniversario de la gran alborada y el Himno Nacional. Y mañana temprano, en nombre de Fidel, ponerles unas flores a Martí, a los caídos en el Moncada, a los caídos en la lucha clandestina, a Frank País y a los internacionalistas santiagueros, en homenaje a los de todo el país. Lo haré contento, emocionado, y lleno de optimismo en el futuro».

Resulta muy emotivo conocer de la propia voz de Raúl su relación con sus compañeros de lucha, Frank, Camilo, el Che.

En su discurso por el 23 aniversario del levantamiento del 30 de noviembre, Raúl rememoró a Frank con las siguientes palabras:

«Lo que más cautiva de Frank es lo íntegro y diverso de su personalidad, la tremenda proyección de aquel joven que forjó bajo su jefatura uno de los mejores y más audaces destacamentos clandestinos de toda nuestra historia; la vocación del maestro, la sensibilidad que se necesita para escribir versos al hermano muerto y para pulsar un piano con las mismas manos que minutos antes o después empuñarían armas más justicieras que destructoras«.

El 9 de octubre de 1987, en el discurso por el 25 aniversario de la Empresa Militar Industrial Ernesto Che Guevara, Raúl afirmó:

«El Che fue, sin duda, un hombre excepcional, de extraordinario talento, vasta cultura y exquisita sensibilidad humana; poseedor además de una férrea e indomable voluntad. En el Che se aunaban los mejores rasgos del género humano, matizados por la modestia, la sencillez y un sentido de la austeridad y el deber que le convirtieron en uno de los más altos ejemplos de revolucionario y de comunista».

En el 20 aniversario de la muerte de Camilo, el 28 de octubre de 1979, subrayó:

«En Camilo se personifican las más elevadas cualidades del carácter nacional cubano, las más altas virtudes del combatiente revolucionario, de los méritos y las condiciones personales que convierten al luchador en militante y dirigente. // La misión encomendada a Camilo era realmente difícil y, sobre todo, muy compleja, su tarea no consistía en combatir a lo largo de la ruta, sino de atravesar el país y dar batalla en la región occidental. Se necesita audacia, valor a toda prueba, voluntad de acero y una capacidad operativa desarrollada para acometer semejante empresa… // Los que conocimos a Camilo y tenemos la obligación de preservar su imagen para las generaciones venideras, nos hemos sentido en ocasiones inconformes con algunos enfoques que pasan por alto el pensamiento político de Camilo. Porque Camilo no era solo valiente noble, disciplinado y trabajador; era así porque tal conducta se la dictaba un pensamiento maduro tenía una ideología definida definitivamente coherente con la marcha de la Revolución y con su posterior evolución, que dicho sea de paso comenzó estando él todavía entre nosotros«.

En ese mismo discurso, en contraste con el símbolo de firmeza y lealtad sintetizado en Camilo, Raúl se refirió a aquellos «flojos de espíritu» que terminaron traicionando a la Revolución:

«Era en estas circunstancias, cuando arreciaba la persecución, se estrechaba el acoso y se acentuaba el aislamiento, cuando solo disponíamos del bosque húmedo por hogar y del suelo duro como lecho; cuando nos calaban las incesantes lluvias y nuestro organismo se debilitaba por el hambre; cuando el enemigo parecía más poderoso de lo que realmente era y nuestra debilidad transitoria se les antojaba a algunos como insuperable; era en esas condiciones adversas, diríase que insalvables, cuando aparecían los flojos de espíritu, los que se engañaron a sí mismos, y confundieron el entusiasmo con la conciencia, era el momento en que se revelaban los vacilantes, que comenzaban a flaquear, a perder la fe, a renunciar a sus propias y evidentemente frágiles convicciones. Y como la desmoralización y la cobardía se soportan mejor cuando están acompañadas, trataban de buscar aliados, exaltando las dificultades, fomentando la duda, sembrando el derrotismo. Así aprendimos a detectar desde entonces un seguro desertor, en el que se desmoralizaba y un probable traidor, en el que desertar, vencido por las dificultades que no tuvo espíritu de sacrificio, entereza ni voluntad para vencer. Perdidas las esperanzas del triunfo rápido y fácil, muchas veces de modo incoherente, se lanzaban a un riesgo peor que la muerte, cual es vivir llevando por dentro el estigma, que de modo irreparable provoca abandonar la causa del pueblo. ¡Vivirán, sí, pero muertos por dentro!»

En el tomo 8 de esta colección, se incluye el discurso de Raúl en el 45 aniversario del Ejército Occidental. Allí explicó cómo, a partir de la cruzada contra el terrorismo lanzada por Bush en 2003 y del peligro real de una agresión, se decidió «incrementar cuanto hacíamos para fortalecer la defensa» y cómo, tras llevarse a cabo exitosamente el Ejercicio Bastión 2004, se logró dar «un salto cualitativo considerable en la capacidad defensiva del país».

Ahora el enemigo, añadió Raúl, «enfila sus golpes a debilitarnos ideológicamente (…) con la vista puesta en el futuro, en un escenario que considera más favorable a sus propósitos». Y se refiere a continuación a la llamada «transición hacia el capitalismo» que han diseñado para Cuba, «apostando por el fin de la Revolución cuando ya no esté su dirección histórica». Y es que los yanquis saben «que la especial confianza que otorga el pueblo al líder fundador de una Revolución, no se trasmite, como si se tratara de una herencia, a quienes ocupen en el futuro los principales cargos de dirección del país».

Por eso, «Repito lo que he afirmado en muchas ocasiones: el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana es uno solo, y únicamente el Partido Comunista, como institución que agrupa a la vanguardia revolucionaria y garantía segura de la unidad de los cubanos en todos los tiempos, puede ser el digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en su líder. Para eso trabajamos y así será…».  

Ese tema tiene que ver con aquel plan tan siniestro y perverso de los yanquis de impedir «la sucesión de Castro». Se basaba en esperar lo que llamaban cínicamente la solución biológica, o sea, la desaparición física de Fidel, para después aplicar cualquier variante, incluida la intervención militar, e imposibilitar la supervivencia de la Revolución.

Raúl conversó sobre estos planes con el periodista Lázaro Barredo y citó a varios funcionarios estadounidenses que se refieren al asunto. Uno de ellos declaró, según observó Raúl, «que los EEUU no aceptan la continuidad de la Revolución Cubana, aunque no dijo cómo piensan evitarlo». Otro aseguró que la transición en Cuba —es decir, la muerte de Fidel— podría ocurrir en cualquier momento y tenían «que estar preparados para actuar de manera decisiva y ágil». Y agregó que los EEUU quieren estar seguros de que «los compinches del régimen no tomen el control», de modo que «trabajaban para que no haya sucesión al régimen de Castro».  Y concluyó Raúl: «¿Qué otra forma existe de alcanzar esos propósitos que no sea la agresión militar? Por tanto, el país adoptó las medidas pertinentes para contrarrestar ese peligro real.» 

Pero, como todos sabemos, Fidel se retiró por razones de salud, renunció a sus cargos y Raúl lo sustituyó en su condición de vicepresidente primero del Consejo de Estado y de Ministros y de Segundo Secretario del CC del Partido, y además, por sus extraordinarios méritos, por su capacidad sobradamente demostrada, porque había estado junto a Fidel en todos los combates, como indiscutido segundo jefe de la Revolución. El hecho es que Raúl condujo al país con mano firme y se propuso nuevos retos, y el pueblo reaccionó, como el propio Raúl dice en varias intervenciones reunidas en estas páginas, con mucha confianza en la Revolución, con mucha confianza en sí mismo.

Los yanquis creían en la teoría de que cuando el caudillo, como decía la prensa reaccionaria, enfermara o desapareciera, todo iba a derrumbarse en Cuba. Ellos inventan los estereotipos, las caricaturas y las fábulas y terminan creyéndoselos. Fidel no era un caudillo, por supuesto, era un guía, un visionario, un fundador, con raíces muy hondas, y había creado, junto a Raúl y a otros fundadores, junto al Partido, junto al pueblo, una institucionalidad revolucionaria que no iba a derrumbarse.  

Era algo que no estaba en los cálculos del Imperio. No habían previsto que Fidel pudiera retirarse con el país en total normalidad, que Raúl asumiera sus cargos y emprendiera un grupo de audaces transformaciones para perfeccionar nuestro socialismo, con el abrumador apoyo del pueblo, sin que aparecieran grietas en la unidad de los revolucionarios cubanos. Eso tomó por sorpresa a los políticos yanquis, a sus tanques pensantes, a sus servicios de inteligencia, a los profetas supuestamente especializados en nuestro país y su destino. Igual que los ha tomado por sorpresa que Raúl dejara años después sus cargos en manos de un líder mucho más joven, el compañero Díaz-Canel, y que se fuera produciendo ese proceso, que el propio Raúl ha definido como «transferencia paulatina y ordenada a las nuevas generaciones de las principales responsabilidades de dirección de la nación». 

En los textos incluidos en estos nueve tomos hay un hilo conductor, una idea central de Raúl, que comparte con Fidel: la necesidad de preservar la unidad.

Y una de las coyunturas en que estuvo en peligro la unidad de los revolucionarios tuvo que ver, en los años 60, con «la corriente microfraccionaria de miembros del Partido Socialista Popular». Raúl, en enero de 1968, presentó un informe ante el Comité Central sobre la turbia labor conspirativa que se tejió en torno a Aníbal Escalante y a teorías descabelladas sobre cómo «la pequeña burguesía» se había apropiado de posiciones de poder en Cuba, para alejarnos de la URSS y acercarnos a países capitalistas, en particular a Francia.

Leyendo este informe recordé aquella frase atribuida a Lenin, «te alejarás por la izquierda y regresarás por la derecha», algo que recuerdo a menudo cuando veo a alguna gente que pretende colocarse en una especie de «ultraizquierda» y terminan sembrando confusión y divisiones y sirviendo a la maquinaria de la contrarrevolución, es decir, a la ultraderecha. Estos textos de Raúl nos son muy útiles para comprender y enfrentar ese tipo de fenómenos. 

La figura de Blas Roca, con posiciones unitarias, muy revolucionarias, fue un factor de mucha importancia para evitar que, detrás de este grupo divisionista, de supuesta «ultraizquierda», no se desviaran compañeros valiosos.

Raúl dice de Blas: 

«Blas Roca es sin duda alguna la principal figura de movimiento comunista cubano en el período que transcurre desde que toma la bandera de manos de Villena para, con desinterés inmenso entregarla Fidel, a cuyo lado participa hoy, con su indesmayable lucidez, dedicación y espíritu creador, en el más fecundo y glorioso periodo de la historia patria». 

Leyendo estas Obras escogidas, asistimos a las múltiples batallas de Raúl contra mentiras y manipulaciones; contra los enemigos externos e internos de la Revolución; en defensa de la verdad y de los principios; contra cualquier distorsión en términos éticos; contra las posiciones sectarias o dogmáticas; contra cualquier actitud que pueda dañar el prestigio del Ejército Rebelde, y luego de las nuevas fuerzas armadas, de las FAR, del MININT, del Partido; contra normas excesivamente rígidas que puedan herir a nuestro pueblo y alejarlo de la vanguardia.

El 23 de febrero de 1960 Raúl intervino en la apertura del ciclo de conferencias para estudiantes, en la Universidad de la Habana. Allí defendió la necesidad de acudir al sentido ético martiano y «no mentir jamás»:

 «Decía José Martí que hallar una verdad regocija como ver nacer a un hijo. La verdad es la hija del revolucionario y madre de su pensamiento. El revolucionario debe ser veraz».

Raúl se opone a toda falsedad como algo incompatible con nuestros principios, vengan desde el Norte o del seno de nuestras propias filas. Desmonta las acusaciones del gobierno de los Estados Unidos, de sus voceros, de la prensa cómplice que les fabrica los pretextos y les apoya en cada una de sus farsas, y, al propio tiempo, denuncia las mentiras de trabajadores y dirigentes de empresas que dicen que cumplen las normas para ganar más y trabajar menos. 

En el tomo 4 encontramos informaciones detalladas sobre los manejos del gobierno de Estados Unidos para ocultar o justificar los reiterados incidentes en la Zona Fronteriza con la Base Naval, que no pocas víctimas causaron al pueblo cubano.

Sobre este uso impúdico de la mentira, afirma Raúl:

«Así mentían Hitler y Goebbels, y la historia y la humanidad los condenaron… Mentir sin pudor es ir directo —si es que ya no lo están— por el camino turbulento que conduce al fascismo y a sus tenebrosas consecuencias». (Discurso en la UJC de la Habana, 13 de junio de 1964.) 

Al propio tiempo, realza la diferencia entre la bajeza del imperialismo y el modo en que actúa la Revolución Cubana:

«Yo recuerdo (dice Raúl) que en una oportunidad en que padecimos un ataque pirata (…) un avión nuestro Mig-15 fue despachado instantes después al lugar de los hechos. El piloto, viendo una embarcación con las mismas características que los barcos piratas, disparó entre unos 100 a 200 metros en la parte delantera de esta, como medida preventiva para obligarla a detenerse. Cuando se comprobó que se trataba de una embarcación norteamericana dedicada a la pesca, hicimos pública nuestra equivocación, expusimos nuestras disculpas públicamente y, si hubiésemos hecho algún daño, también lo hubiésemos reparado. // Eso es actuar con limpieza, actuar con el valor moral que proporciona solamente la honradez de nuestra causa».

En el discurso por el 23 aniversario del 30 de noviembre, en 1979, Raúl denuncia cómo en las labores agrícolas no se trabaja más de cuatro o seis horas y hacen «trucos» para simular que han cumplido las normas y la jornada de trabajo. Estas irregularidades, señala Raúl, «se manifiestan también de manera similar en la industria, en los servicios de transporte, en los talleres de reparación y en otros muchos lugares en los que el amiguismo, el compadreo, el sociolismo (…) campean a veces por su respeto». // Pero de todas estas debilidades e indisciplinas laborales los principales culpables no son los trabajadores, son los dirigentes y funcionarios de las empresas que también a veces, y lo sabemos, falsean la información estadística, reportan como preparadas o sembradas tierras que no lo están, producciones que no se han realizado, usan y abusan de las prerrogativas de su cargo y de los recursos de la empresa para resolver problemas personales y de sus amigos, y no tienen la moral para ser exigentes con nadie».

Desde la etapa de la guerrilla, Raúl, como jefe, como líder, como representante genuino de la Revolución de los humildes, se propuso hablar todo el tiempo con el pueblo, en un diálogo real, mantenerse «con el oído pegado a la tierra» y no distanciarse jamás de la gente.  

El 27 de agosto de 1958 escribe en su Diario:

 «He captado varias opiniones en diferentes lugares; es verdad que tengo que estar en contacto con nuestros combatientes y hablar con ellos. Hay que estar igualmente más en contacto con la masa de campesinos humildes, para tener todos los días presentes sus necesidades, una de las razones de nuestra lucha».

El 16 de agosto de 1985, en el 60 aniversario de la constitución del primer partido marxista-leninista de Cuba, Raúl resalta que «Para cualquier dirigente sus tres peores enemigos en el ejercicio de su función partidista, estatal o de organizaciones de masas o de cualquier tipo, pueden ser la vanidad, la soberbia y la prepotencia».

Y el 27 de septiembre de 2006, en el 19 Congreso de la CTC, señala:

«…conversar con la gente, pero de verdad, para conocer qué piensa. No contentarse con hablar sino también oír, aunque no agrade lo que nos digan; reconocer cuándo nos equivocamos y, si es el caso, decirle al otro que no tiene razón, o criticar siempre, cara a cara las actitudes incorrectas y, de paso, aclaro que estos conceptos son válidos no solo para el movimiento sindical…«

Un aspecto relevante de la obra y el pensamiento de Raúl tiene que ver con la importancia decisiva que ha otorgado a la educación, desde la Sierra hasta los primeros años de la Revolución triunfante y hasta hoy.

El 1º de abril de 1957 le escribe a Celia para pedirle «que manden toda la cantidad posible de libros, pero que sean buenos e instructivos, no novelitas del oeste americano».

En el Diario de campaña, cuenta que el 16 de mayo de 1958, en el Segundo Frente, Efigenio lo llevó a casa de un amigo a ver televisión:

«Sinceramente me repudió ver tantos programas con equis pesos de premio por decir el nombre de una canción, otros por imitar a Sarita Montiel; metalizan la mentalidad del pueblo con pesitos por acá y pesitos por allá; más útil sería la televisión utilizándola con fines culturales y de orientación al pueblo» …

 En una carta a Vilma, del 12 de junio de 1958, reclama:

«Y del mimeógrafo ¿qué? Si supieras qué falta nos hace. Hay que convertir en revolucionarios a tantos tira-tiros. Eso solo se puede hacer sobre la base de la propaganda. Verbalmente hago lo que puedo, pero no doy abasto, ni los que me acompañan tampoco. Lo que en ese sentido hacemos hay que ver los resultados positivos que inmediatamente se palpan. Tenemos una gran responsabilidad con esta generación en este aspecto».

En otra ocasión pide que le manden La historia me absolverá, para la instrucción política de los soldados.

El 22 de noviembre de 1958, en una entrevista con el periodista norteamericano John Brinkley, habla de la educación en el 2do Frente. 

«Aquí se lleva a cabo una entusiasta labor educacional (afirma Raúl) Se crean escuelas por centenares, aunque no contamos con el cuantioso presupuesto del Ministerio de Educación…»

En sus palabras en la inauguración del Curso de Alfabetización del Ejército Rebelde, el 11 de febrero de 1959, afirma:

«Otra es la revolución que comienza ahora sin el fusil (…), ahora hace falta otro tipo de parque, ya no son las balas de plomo, esas las guardamos para iniciar las del progreso cultural del Ejército Rebelde. No solo debe empezarse un curso, nada se hace con aprender a leer y a escribir solamente, cada soldado de nuestro Ejército debe saber por qué luchó, qué causas abrazó y qué motivos trajeron a Batista al poder…»

Ese empeño, que cada soldado llegue a saber «por qué luchó», diferenciará radicalmente a nuestro ejército revolucionario de otros ejércitos integrados por «soldados robots», como les llama el propio Raúl. 

En el acto de entrega del Campamento de Columbia al MINED, el 14 de septiembre de 1959, expresó:

«Hoy… Columbia, fortaleza militar, se convierte en Ciudad Libertad ahora con más fuerza y más razón que nunca, Ciudad Libertad para el florecimiento de la cultura sobre la barbarie, Ciudad Libertad para el sano florecimiento de nuestra juventud. //Hoy el Ejército Rebelde abre sus brazos a la niñez cubana y le entrega Ciudad Libertad».

El 18 de diciembre de 1959, en la entrega de diplomas a miembros del Ejército Rebelde alfabetizados, afirmó:

«La alfabetización para nosotros, en el seno del Ejército Rebelde, constituye la misma preocupación que teníamos en la guerra cuando carecíamos de parque».  

Párrafo aparte merece la movilización de jóvenes frente al Palacio Presidencial, el 7 de febrero de 1961, convocada para responder a un intento de huelga estudiantil que habían organizado los sacerdotes reaccionarios desde las escuelas católicas privadas.

Allí Raúl ratificó el respeto de la Revolución Cubana a todas las creencias religiosas y desplegó su agudísimo sentido del humor para satirizar a «los esbirros con sotana».

«Hemos visto cómo el imperialismo (denunció), como dijera Fidel hace ya mucho tiempo, lanzó contra la Revolución las reservas franquistas y fascistas que, bajo el manto de la religión, conspiran contra la patria cubana». Esos «esbirros con sotana» se están destruyendo por sí mismos. «Y no solo lo demuestra el hecho de los miles y miles de católicos honrados que, sin dejar de estar al lado de Dios, están también al lado de la Revolución; lo demuestra también la presencia aquí de grandes núcleos de estudiantes de los más variados y aristocráticos colegios privados». Y subrayó: «los esbirros con sotana en nada han representado a Cristo, que nació, vivió y murió al lado de los humildes».

Raúl se refirió al salvaje crimen que segó la vida de «un humilde joven negro, un obrero llamado Conrado Benítez», que se preparaba para la batalla de la alfabetización; y estos «falangistas, fascistas, italianos, alemanes y franquistas, que no importa si llevan la esvástica o la sotana (…) nada dijeron de ese vil asesinato. // Hoy, cuando los cuarteles los estamos convirtiendo en escuelas; cuando el Estado, el Gobierno, el poder revolucionario que representa al pueblo dispone de recursos para que puedan estudiar todos aquellos que, antes, por su origen humilde, les estaba vedado; hoy cuando miles de Conrados Benítez van a las montañas y al campo (…); hoy es cuando esos esbirros con sotana, pretendiendo envenenar la conciencia de nuestros niños, es que se ponen a hablar toda esa basura (…). Porque aquí había tres cosas: imperialismo para explotar, guardia rural para proteger esa explotación, y curas para predicar esa sumisión. Y por lo menos aquí hemos acabado con el imperialismo. Hemos acabado con los guardias rurales. ¡Y no nos hemos metido con los curas! // Como ministro de las Fuerzas Armadas debo informar que nuestra generosidad ha llegado a límites incalculables. Debo informar que en una oportunidad un esbirro con sotana fue sorprendido en los precisos momentos de volar un polvorín en el Campamento Militar de Managua. ¡Volar un polvorín en unos momentos en que hubiese representado cientos de soldados rebeldes muertos, en un momento en que hubiese representado una verdadera catástrofe! (…) Se armó naturalmente un pequeño tiroteo… y al esbirro con sotana lo agarramos con un tiro en una pata. Agarramos al esbirro con su bomba y un tiro en una pata (…) No publicamos ni una foto; lo tuvimos retenido, lo curamos, se lo informamos a la alta jerarquía eclesiástica… se lo entregamos, lo sacaron de Cuba y aquí no pasó nada».

El chispeante diálogo del líder revolucionario con aquellos estudiantes que se resistieron a la manipulación de los «esbirros con sotana», a riesgo, como les advierte el propio Raúl, de ser expulsados de sus colegios, es un ejemplo de habilidad política para «convertir el revés en victoria».

Raúl ha consagrado su vida a la defensa del país. Como él mismo dice, es un hombre de paz que ha tenido que dedicar muchísimo tiempo a la preparación militar de nuestras Fuerzas Armadas y de nuestro pueblo.

El tomo 4 de esta colección recoge numerosos textos asociados a sus empeños para llevar adelante la gigantesca tarea de hacer invulnerable a la Revolución Cubana.

El propio Raúl, en su discurso en las honras fúnebres de combatientes granadinos caídos junto a internacionalistas cubanos, el 15 de noviembre de 1983, manifiesta:  

«Nos duele más que a nadie tener que hacer estas gigantescas inversiones conociendo las grandes necesidades que en viviendas aún tenemos (…), pero para nosotros (…) con un sistema social ajeno a la guerra, evitar la guerra equivale a ganarla, pero para ganarla, evitándola, tenemos que hacer esas grandes y costosas inversiones, por muchas que sean otras las necesidades que tenemos».

Hay muchas intervenciones suyas que reflejan la necesidad de cursos de superación para soldados y oficiales y la imprescindible exigencia de la disciplina propia de un ejército:

«En la vida militar las cosas se ordenan y hay que cumplirlas y no hay ninguna obligación de dar ninguna explicación y tiene que ser así; se imaginan ustedes un ejército que, cada vez que se da una orden, salga uno por allá y diga: yo no estoy de acuerdo, que me expliquen eso, vamos a discutirlo. Hasta los mercenarios de Playa Girón hubieran acabado con la Revolución. // Un ejército es una maquinaria militar que tiene que funcionar, basado en órdenes, y que esas órdenes que emanan de los jefes, como dice el reglamento de nuestro Partido, encarnan la voluntad y el mandato de la patria.» (Discurso por la entrega de la Bandera de Combate a la 4ta División del Ejército del Centro, 10 de octubre de 1964)

El 6 de marzo de1969, en la graduación de cadetes de las Escuelas Interarmas General Antonio Maceo y de Artillería Comandante Camilo Cienfuegos, Raúl recordó que

«Al triunfo de la rebelión nuestro glorioso Ejército Rebelde estaba integrado por campesinos y obreros con bajo nivel de escolaridad. Además, teníamos el problema de que la mayoría de nosotros éramos alérgicos a las cuestiones militares, sin embargo, la vida nos hizo comprender la necesidad de crear escuelas en las cuales no sólo diéramos preparación (…) capacitándolos para el dominio del armamento y técnica (…), sino que también había que crear escuelas que formaran a jóvenes revolucionarios, estudiantes, obreros y campesinos, como cuadros de las naciente Fuerzas Armadas Revolucionarias».

A estos futuros cuadros militares, les aconseja que «empleen siempre la metodología adecuada para la educación del soldado y fundamenten sistemáticamente las normas que aparecen en los reglamentos (…) y no las repitan como loros; pero además es imprescindible que conozcan y hagan conocer y respeten, y esto es muy importante, los derechos de los subordinados, evitando a toda costa los excesos y la aplicación de correctivos disciplinarios indebidos o dando un trato incorrecto a los soldados, todo lo cual se deriva de la subestimación al hombre y del tratamiento superficial de los problemas del soldado».

En el empeño para preparar a los oficiales que están al frente de unidades militares con reclutas muy jóvenes, Raúl trasmite, por un lado, la ineludible exigencia del orden y de la disciplina, y, por otro, la necesidad de ser flexibles ante determinados casos:

«Hay que ser firmes, los jefes no pueden ser ni comadres ni compadres… deben ser firmes, exigir disciplina, ser firme no quiere decir ni abusivos, ni maltratar a los muchachos ni mucho menos, al contrario, un proceso de educación (…) …a veces algunos malcriados que vienen, de verdad que son malcriados… y algunos jefes inmediatos de ellos no saben aplicarles la disciplina correctamente; en algunos casos se cometen hasta abusos, castigos incorrectos, humillaciones innecesarias, a ningún hombre hay que humillarlo, porque ni al enemigo se lo hacemos… no siempre es necesario aplicar rígidamente un reglamento determinado, una madre que venga de tal lugar a ver a su muchacho aquí, y le digan que no puede verlo, que hoy no es día de permiso, es malo, no es correcto, no es bueno, no es necesario; pueden dejarla verlo, y decirle: ꞌMire, señora, la próxima vez venga el domingoꞌ, o algún caso especial, una viejecita que vino a verse con el médico y estaba a pocos kilómetros de la unidad, y dice ꞌvoy a llegarme a ver al muchachoꞌ».

En la Asamblea de Balance del Partido en la Granja Emiliano Lesmes, el 11 de julio de 1964, Raúl, de una manera muy llana, muy didáctica, usa dos ejemplos extremos:

«Hoy hemos visto aquí dos casos opuestos. El de un aspirante que, por su labor durante el año transcurrido, el Partido decidió, y ustedes han aprobado esa decisión, que pasara a ser militante. Y el de un militante que se comportó indignamente y fue separado de las filas del Partido. Y hoy el núcleo del Partido y ustedes han seleccionado un grupo de trabajadores ejemplares. Precioso material humano sobre el cual actuará el trabajo educativo y el rigor selectivo del Partido, cantera de donde surgirán los aspirantes, primero, militantes después».

Y añadió que al Partido

«…no se viene a obtener ventajas personales, a obtener prebendas o favores, que por la puerta estrecha del Partido solo entrarán los que están espíritu más dispuesto para el sacrificio, los que piensan primero en sus semejantes y piensan en ellos mismos después, los que por encima de cualquier interés personal ponen los intereses sagrados de la nación, los intereses del pueblo; los que sepan y estén dispuestos a darlo todo, donde sea y como sea, por la causa de la Revolución, por su patria, por el socialismo, por el marxismo-leninismo». 

El 11 de octubre de 1964, en su discurso en la entrega de carnés de militantes en la Base Aérea del Ejército del Centro, dijo Raúl:

«Se les ha entregado a los secretarios de los núcleos los carnés de todos los militantes. ¿Quiere decir eso que ya son comunistas porque posean un carné? No quiere decir eso, quiere decir, sencillamente, que reúnen condiciones, que tienen madera para convertirse en magníficos comunistas. Ese carné no puede ser utilizado jamás para restregárselo a por la cara a los compañeros que aún no han tenido el honor de militar en las filas del Partido o de la Juventud…» 

17 de abril del 1965, discurso por el Día de la Defensa Antiaérea y el Día de la Fuerza Aérea Revolucionaria:

«¿Ventajas para un comunista? Ninguna. ¿Qué recibe? Más responsabilidad, más trabajo sobre sus espaldas, menos horas libres que le quedarán después de cumplir con su deber como militares, más sacrificio y más problemas».

En una entrevista al joven Raúl, que acaba de cumplir 22 años, publicada en el periódico Hoy, el 21 de julio de 1953, cuatro días antes del asalto al Moncada, contesta preguntas sobre su participación, en Viena, en la Conferencia Internacional en Defensa de los Derechos de la Juventud. Ya se advierte en sus declaraciones una visión muy madura, muy de vanguardia, sobre la injusticia que caracteriza a un mundo enfermo y cruel, preñado de contradicciones insalvables: 

«Suman millones los jóvenes que sufren miseria, paro forzoso y hambre, privados de instrucción general y profesional, del derecho al descanso, al recreo y a la salud (dice Raúl). Los delegados de Estados Unidos, Francia e Inglaterra denunciaron la desastrosa política llevada a cabo por sus respectivos gobiernos con el aceleramiento de la carrera armamentística y la desastrosa reducción de los créditos de instrucción que lleva aparejadas el cierre de numerosos centros de enseñanza, pesando sobre los jóvenes de esos países la constante amenaza de ser enviados a las guerras fraguadas en beneficio de las minorías explotadoras. Estos delegados proclamaron su solidaridad con la lucha que mantienen los países coloniales y semicoloniales por su plena independencia. Yo, como delegado de la juventud cubana, expuse la situación terrible que confrontan los jóvenes de nuestro país, el estado caótico y la crisis económica en la que nos vemos envueltos, agravados por el golpe militar de marzo al que solapadas manos de intereses extranjeros crearon y dieron forma». 

Ya después del triunfo revolucionario, el 9 septiembre de 1959, el joven Comandante del Ejército Rebelde Raúl Castro Ruz, con el pelo largo y su pistola al cinto, dicta una conferencia muy reveladora de su proyección política internacional, precisamente en la Casa de la Américas:

«Los problemas capitales de los países latinoamericanos son similares, por muchas diferencias que haya de uno a otro país. Todos los países sienten en mayor o menor grado el peso de la explotación y la intervención de los intereses extranjeros. Todos se resisten a las mediatizaciones que se imponen a sus soberanías respectivas, de las injerencias en sus asuntos internos y en la política internacional que deben seguir, del control extranjero de sus riquezas, de las condiciones desventajosas de… (su) comercio… (…)// Cuando Martí hablaba de Nuestra América (…) tenía presente, seguramente, esta similitud de los males que nos azotan, de los enemigos que nos atacan, de los peligros que nos amenazan… // (…) América Latina encontrará los medios de juntarse y cooperar para acelerar su desarrollo y garantizar su libertad. // Cuba está en la vanguardia de este empeño. No dejaremos que la luz de la Revolución Cubana se apague para los pueblos hermanos de Nuestra América».

El 27 de mayo de 1991, Raúl resume el balance de la Operación Carlota, un hermosísimo ejemplo de la ética de la Revolución Cubana: 

«Angola es una página brillante, limpia, honrosa, transparente, en la historia de la solidaridad entre los pueblos, en la historia del internacionalismo, en la historia de la contribución de los cubanos a la causa de la libertad y del mejoramiento humano. Angola es también, por todo ello, un jalón en la propia historia de Cuba. // De esta vocación internacionalista, se sentirían orgullosos los padres de nuestra nacionalidad».

En esta colección se recoge gran parte de la actividad internacional de Raúl, en particular después de asumir la Presidencia del país, e incluye su participación en el Movimiento de los Países No Alineados, en las reuniones Cuba-CARICOM y del ALBA-TCP, los encuentros para impulsar los acuerdos Cuba-Venezuela, la creación de la CELAC y la proclamación de América Latina y el Caribe como zona de paz. 

En septiembre de 2006, en la Cumbre del MNOAL, Raúl denuncia que muchos de nuestros países han sido víctimas de actos de agresión por el apetito de recursos estratégicos: «Con la proclamación e inmediata aplicación de doctrinas basadas en la guerra preventiva y la imposición a otros Estados, esgrimiendo como pretexto, entre otros, el combate al terrorismo, la promoción de la democracia o la existencia de Estados villanos, el riesgo de agresión y de sucesivas guerras de conquista imperial es más serio y generalizado que nunca antes (…)// Asumimos que aquí están los representantes o quizás todos los ꞌsesenta o más oscuros rincones del mundoꞌ mencionados como posibles blanco de futuras agresiones»…

En este mismo discurso, Raúl señaló:

«Entre las tareas del Movimiento debe estar la defensa de los derechos de nuestros inmigrantes en el mundo industrializado y la lucha contra la explotación, el racismo y la xenofobia; contra la construcción de infamantes muros, símbolos de un nuevo apartheid.// (…) A la luz de los últimos acontecimientos del Oriente Medio, debemos reiterar nuestra condena al recrudecimiento de la agresión contra el pueblo palestino, dirigida a quebrantar su voluntad de lucha, privarlo de los recursos más elementales de subsistencia y eliminar físicamente a muchos de sus hijos».

Raúl, en estos foros internacionales, reitera la posición invariable de Cuba por la paz; la condena al neoliberalismo que trata de imponerse como dogma universal, al despilfarro y al consumismo desenfrenados, a la voracidad depredadora del capitalismo con consecuencias cada vez más graves para la supervivencia de la vida humana en el planeta; la defensa del derecho de los países a ser dueños de sus recursos naturales; y la necesidad de dar un trato diferenciado a los pequeños Estados insulares, las principales víctimas del cambio climático. 

Las páginas más amargas de estas Obras escogidas son aquellas en que, en el tomo 9, se dedican a la partida física del hermano de sangre y de ideales de Raúl: el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Aquí están la alocución del 25 de noviembre y los discursos en La Habana y Santiago de Cuba. En el primero, Raúl repasa todas las ocasiones históricas en que nuestro pueblo se reunió en la Plaza de la Revolución con su Comandante:

«Querido Fidel, junto al monumento a José Martí, Héroe Nacional y autor intelectual del asalto al Cuartel Moncada, donde nos hemos reunido durante más de medio siglo, en momentos de extraordinario dolor, o para honrar a nuestros mártires, proclamar nuestros ideales, reverenciar nuestros símbolos y consultar al pueblo trascendentales decisiones; precisamente aquí, donde conmemoramos nuestras victorias, te decimos junto a nuestro abnegado, combativo y heroico pueblo: ¡Hasta la victoria siempre!»

En el segundo, en Santiago, recordó que Fidel «demostró que sí se pudo, sí se puede y sí se podrá superar cualquier obstáculo, amenaza o turbulencia en nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba, o lo que es lo mismo: ¡garantizar la independencia y soberanía de la patria!»

Y concluyó con un juramento, que todo nuestro pueblo hizo suyo:

«Ante los restos de Fidel en la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo Grajales, en la heroica ciudad de Santiago de Cuba, ¡juremos defender la patria y el socialismo! Y juntos reafirmemos todos la sentencia del Titán de Bronce: ¡Quien intente apropiarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha!»

Gracias a estas Obras escogidas de Raúl, gracias a sus textos, hacemos un impresionante recorrido a través de la historia de la Revolución Cubana, el Moncada, el Granma, la Sierra Maestra, la Reforma Agraria, la Campaña de Alfabetización, Girón, la Crisis de Octubre, la lucha contra bandidos, la construcción del Partido en las FAR, la epopeya internacionalista en África, los Congresos del Partido, el derrumbe del socialismo en Europa, el Período Especial en Tiempos de Paz, la intervención de Raúl en la Cumbre de las Américas de Panamá, el reencuentro de los Cinco Héroes (finalmente todos en su patria, tal como lo había prometido Fidel), las Cumbres del Movimiento de Países No Alineados y del ALBA-TCP, la fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, el restablecimiento de relaciones diplomáticas con EEUU, luego de conversaciones en las que Cuba no hizo concesión alguna, los Ejercicios Estratégicos Bastión, la partida física del Comandante en Jefe, la alocución de Raúl al pueblo de Cuba y a los amigos del mundo, las honras fúnebres y el masivo, doloroso y comprometido adiós del pueblo, el amplísimo debate popular y la subsiguiente aprobación en referendo de la nueva Constitución, y el 65 aniversario del triunfo revolucionario.

En suma, estamos ante una colección de obligada lectura. Se trata de libros que van a ayudarnos en esta nueva guerra que se nos hace, en el campo de las emociones y de la información, de los símbolos, los valores. la historia.

Felicito al equipo de Ediciones Celia y a toda la Oficina de Asuntos Históricos de la Presidencia de la República. Al compañero Blandino, a quien quiero y admiro desde hace muchos años. A Aneiros, Daily, Belkys, Olivia, Hildelisa, a todos los que hicieron posible esta colección tan valiosa. Nuestro recuerdo agradecido al querido compañero Eugenio Suárez. 

Quiero cerrar estas palabras citando nuevamente el prólogo del compañero Díaz-Canel:

«Ese es el Raúl que encontraremos en estas páginas, a lo largo de 9 intensos tomos que cierran con su medular discurso en ocasión del 65 aniversario del triunfo de la Revolución, el cubano que lo ha dado todo por su país y que acompañará siempre el camino sacrificado y difícil, pero necesario y hermoso, de la Revolución Cubana. // Cuba cuida su historia y sigue creciendo gracias al legado de sus mejores hijos. Hoy, como cuando el Moncada, la Revolución se declara definitiva. // Gracias siempre, General de Ejército, a nombre de su pueblo que lo quiere y lo admira. La Patria lo contempla orgullosa. // ¡Hasta la victoria siempre!»

Muchas gracias.

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