Como miles de cubanos de su edad (acogidos a jubilación ya), Leonardo González Miranda tiene a lo largo del calendario numerosas fechas que celebrar: su nacimiento, el día de los padres, de los enamorados, de los nietos (aunque no exista), de los cdr, cumpleaños de sus tres hijos y esposa, 26 de julio, 31 de diciembre…
Sin embargo, también tiene una fecha que considera especial, aunque socialmente no sea muy conocida: el día que nuestro país les ha dedicado a quienes ejercen la función de jueces legos: 12 de octubre.
Coincidentemente, en número, hace 12 años dijo: «no hay problema, cuenten conmigo si hace falta». Cuando en su sección sindical lo propusieron, todos alzaron la mano a favor y luego la Asamblea Municipal del Poder Popular lo aprobó para representar muy dignamente al pueblo, mediante participación en los actos de impartir justicia, con la misma igualdad de derechos y de deberes que magistrados y jueces profesionales.
«El asunto no era tan sencillo como puede parecer. Yo tenía alguna noción, pero no todo el conocimiento. Por eso, jueces con experiencia en la profesión nos dieron una buena preparación a los elegidos. Nos hablaron no solo de cuestiones técnicas, judiciales, sino también de la importancia de nuestro aporte, la disciplina que debe caracterizarnos, la imagen social, el alcance humano, la necesidad de autopreparación…».
–Durante 12 años usted ha participado entonces en numerosos juicios o audiencias orales…
–Así es. He estado en los correspondientes a la Sala de lo Penal, de las llamadas materias mixtas y en otros casos, pero puedo decirte que en todos me he sentido útil y de todos he aprendido algo.
–¿Siente usted que lo tienen en cuenta durante esos procesos?
–Siempre. No ha habido un solo momento en que no pregunten mi opinión, qué pienso al respecto, si tengo alguna sugerencia, es que tenemos los mismos derechos y deberes que los jueces profesionales…
–¿Los casos más duros, los que más le han impactado?
–Todos impactan, porque uno es padre, es abuelo, es vecino, es amigo…, pero sin duda los que más estremecen son los asociados a violencia, a asesinatos, a hechos así, que por suerte no son los que prevalecen.
«Si todas las personas fuésemos alguna vez jueces legos, o jueces en sentido general, creo que seríamos mejores padres, mejores en la familia, porque es difícil ver frente a un tribunal a un joven que ha cometido un delito porque le faltó la orientación o la exigencia de los padres, de los demás familiares.
–¿Cómo reaccionaron su esposa y sus tres hijos cuando usted fue elegido como juez lego?
–Como responde una familia unida, que se quiere: todos me apoyaron; hasta se alegraron, vieron eso como un reconocimiento.
–¿Le han resultado útiles estos últimos 12 años de su vida, aportando de forma totalmente gratuita a la justicia de este país?
–Claro que sí. He aprendido mucho, he podido profundizar mis conocimientos, he visto mejor la necesidad de ocuparnos mucho más, todos, de la juventud; he aprendido acerca de delitos, cómo enfrentarlos pero también cómo prevenirlos, que es en definitiva lo más importante».
Observo a Leonardo mientras conversamos, y siento la sensación de haber hablado antes con él o, al menos, de haberlo visto alguna vez. ¡Claro que sí! Recientemente lo vi participar en un juicio que examinó un caso relacionado con drogas ilícitas o sustancias de efectos similares.
Estaba sentado al frente, con su toga, atento a todo cuanto se informaba, se argumentaba, se preguntaba, se respondía… En ningún momento imaginé que fuese un consagrado juez lego. Parecía –porque en el fondo lo es– todo un profesional en el ejercicio de su función.
COMENTAR
Responder comentario