Suman más de 30 000 los jóvenes científicos, médicos, maestros, ingenieros y periodistas, entre otras ramas del saber, que hoy llevan con orgullo el honor de haber estudiado en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Comandante Ernesto Che Guevara, de Santa Clara, centro que este 8 de octubre, en coincidencia con el aniversario 58 de la caída del Guerrillero Heroico, arriba a sus 50 años de existencia.
Durante cinco décadas, esa escuela ha formado a gran parte del talento que ha encabezado el desarrollo científico y tecnológico de la región central de Cuba, e incluso del país, a partir de la excelencia de un claustro de reconocido prestigio y del interés y la pasión de los alumnos que por allí han transitado
Es conocida la devoción de los padres porque sus hijos matricularan en ese centro, capaz de garantizar la formación académica, la continuidad de estudios hacia la enseñanza superior, y más que eso, la entrega a la sociedad de hombres y mujeres de bien.
Quienes por allí pasaron aún recuerdan la sana competencia entre los alumnos por obtener las mejores notas, las interminables jornadas de estudio, aunque ello significara tener que robarle horas al sueño, y la gran exigencia de los profesores, la mayoría de los cuales daba clases «de a peso», como se dice en buen cubano, y exigían en correspondencia.
Desde luego que, aquellos primeros años, cuando la escuela tenía varias unidades de estudio con todas las condiciones materiales imprescindibles para el buen desarrollo del proceso docente educativo, fueron los mejores.
Sin embargo, cuando llegó el periodo especial y las cosas se pusieron más difíciles, tal como ocurre ahora mismo, y cuando casi toda la matrícula dependía para asearse de una llave ubicada a ras de tierra a la que le apodaron la milagrosa, porque nunca dejaba de ofrecer agua, aun así, padres y alumnos continuaron prefiriendo vivir la experiencia de la Vocacional. Por algo sería.
LAS LUCES DE LA CHE GUEVARA
El profe de Física, Wilfredo Rivero León, llegó a la prestigiosa escuela cuando era un mozalbete de apenas 29 años. Por sus manos pasaron generaciones enteras de estudiantes, que veían en él, al tipo exigente como pocos, pero también al amigo en quien confiar.
Cuando habla de la experiencia de su desempeño como jefe de la cátedra de Física, hasta se le humedecen los ojos, al reconocer que es lo mejor que le ha pasado en la vida. «Eran alumnos maravillosos, a los que no había que mandarlos a estudiar. Tenían un interés tan grande que los profesores debíamos prepararnos muy bien para no lucir mal ante ellos, porque muchísimas veces te la ponían bien difícil».
Por su parte, Mercedes Rivas Pérez, quien impartía la asignatura de Historia, dice soñar todavía con aquellos tiempos, del gustazo que era para ella pararse frente a un aula a impartir docencia. Recuerdo que dedicaba mucho tiempo a la autopreparación, porque aquellos muchachos te hacían cada pregunta que te ponían a sudar, y allí, por cuestión de honor, no se podía quedar mal.
En las clases nadie se quedaba con una duda, y si sucedía, te interpelaban en el pasillo, a la hora del estudio, o en cualquier lugar, para que uno le explicara lo que no entendían. De verdad que eran jóvenes excepcionales, rememora Mercedes.
Uno de los alumnos que recuerda su paso por la Vocacional es Luis Morlote Rivas, quien luego fuera presidente nacional de la ahs, de la Uneac y que hoy trabaja como funcionario en el Comité Central del Partido.
Él evoca aquellos años como una fragua del espíritu y de su carácter, porque había un ambiente de exigencia, camaradería y compañerismo.
«Tuve el privilegio de estudiar mi etapa preuniversitaria a finales de la década de los 80 e inicios de la del 90 en el ipvce Ernesto Guevara. Para quien venía de un municipio alejado de la cabecera provincial (Quemado de Güines), fue un descubrimiento. Impresionaba ver una ciudad de estudiantes de varias provincias en una convivencia en la que la formación educacional y la preparación cultural fueron premisas.
«Un claustro de excelencia, que nos formó no solo en la especialidad, en mi caso en Química, sino que nos ayudó a entender el mundo y a pensar en cómo aportar al proyecto de sociedad que soñábamos.
«En esa escuela se definió también mi vocación por la cultura, que después ha sido mi profesión. Fue la primera vez en una radio universitaria, la primera vez organizando un festival de artistas aficionados, la primera vez compartiendo con escritores y artistas de la vanguardia en peñas estudiantiles organizadas en las noches. Visto en la distancia, quizá la caminata hasta Caballete de Casas y el ascenso a la antigua Comandancia del Che en el Escambray haya sido el cierre de una etapa que hoy continuamos añorando.
«No podría olvidar la hermandad que construimos con quienes como yo procedíamos de municipios alejados y distantes de Santa Clara. Hoy tengo muchos amigos que, aun con años sin vernos, cuando ocurre el reencuentro fortuito, nos reconocemos al decirnos: tú estudiaste conmigo en la Che Guevara».
De igual manera, y un poco más acá en el tiempo, el ahora doctor y futuro ortopédico, Dariel González Luna, reconoce que todo lo que es hoy como joven de bien, se lo debe a la prestigiosa institución, que le inculcó los hábitos de estudio que luego le permitieron vencer la exigente carrera de Medicina, y sobre todo, los valores muy importantes para la vida.
CRISOL DE HOMBRES DE CIENCIA
La Vocacional Comandante Ernesto Che Guevara fue concebida como un centro de enseñanza media superior con un fuerte énfasis en ciencias exactas (matemática, física, química) y técnicas, cuyo propósito era identificar y formar a los estudiantes más talentosos de la antigua provincia de Las Villas, asegura Leandro Moya Camacho, actual director de la escuela.
El primer curso arrancó en 1975, con más de 4 000 estudiantes de matrícula, que luego fueron organizados en seis unidades de estudio que recibieron el nombre de varios pasajes de la guerra revolucionaria en los que participara el Che.
«Para ingresar aquí se hacían pruebas de ingreso que siempre resultaban sumamente competitivas. Los estudiantes debían pasar exámenes de aptitud muy exigentes y demostrar un alto rendimiento académico previo», reconoce el Director, quien destacó que, además de las materias básicas, se fomentaba la participación en círculos de interés y olimpiadas científicas (matemática, física, química, informática), en las que los alumnos de esta institución han destacado a nivel nacional e internacional.
En esa tarea, ha desempeñado un rol esencial el Centro de Entrenamiento Provincial, que tiene como objetivo promover el interés y la pasión por la ciencia entre los estudiantes, estimulando su curiosidad intelectual y fomentando la exploración en áreas científicas.
Desde allí se fomenta la participación de los estudiantes en concursos científicos a nivel nacional e internacional, lo que les brinda la oportunidad de demostrar sus habilidades científicas y tecnológicas, señala Leandro, quien habla con encomio de los resultados obtenidos por los alumnos de la Che Guevara en eventos como la Olimpiada Iberoamericana y a nivel Centroamericano, en las que han ganado importantes lauros.
Actualmente, el centro se mantiene por quinto año consecutivo en primer lugar nacional como provincia, en lo cual tienen un rol decisivo sus entrenadores, quienes los preparan y acompañan a las competencias nacionales e internacionales en las que participan.
Hoy, cuando la Vocacional, como todos la conocen, muestra en su rostro varias heridas lógicas, por los años de existencia, el periodo especial, el tiempo de la covid-19 y la crisis que ahora mismo vive la nación, a pesar de todo eso, quienes tuvieron la dicha de haber estudiado allí, reconocen que nada fue igual para ellos luego de transitar por una escuela que vive orgullosa de llevar el nombre del Guerrillero Heroico.
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