«(…) su muerte me pareció algo increíble, un hecho, no sé, al que uno no puede acostumbrarse jamás. Pasa el tiempo y, a veces, uno sueña con el compañero que murió, y lo ve vivo, conversa con él y, de nuevo, la realidad nos despierta. Hay personas que, para uno, no murieron; poseen una presencia tan fuerte, tan poderosa, tan intensa que no se consigue concebir su muerte, su desaparición. Principalmente por su continua presencia en los sentimientos y en los recuerdos. Nosotros, no solo yo, sino el pueblo cubano, sufrimos de manera extraordinaria con la noticia de su muerte (…)»
(Fidel a Ignacio Ramonet, en la entrevista para el libro Cien horas con Fidel)
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