ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Treinta y cinco años después me subo a este yate, como si fuera el primer día en que navegué en él. Cada alba es una travesía, que es parte de la misma, porque desde la noche anterior se piensa en cómo responderemos mañana. No hay descanso, esta es una embarcación preparada para no detenerse.

No voy a decir que llegué y no me dio mareo, que las náuseas no me abandonaron ni un segundo; uno no nace marinero, pero en el barco que tripulo la mar te hace, no importa si hay tempestad o calma. Su proa siempre va hacia el futuro, por altas que sean las olas.

Es esa marea, la que te mantiene en cubierta, la que no te permite otra cosa que preguntarte qué y cómo haremos, claro que al principio me sentí nervioso, con temor; no por el peligro, sino a no hacerlo bien, a quedar mal con Pepito (José Fernández Vega), quien me propuso para que me trepara a la nave invicta.

Desde que me lo dijo, el peso de la responsabilidad se posó como un lastre, y emocionado por su decisión lo miraba, pero jamás le pregunté si estaba seguro de que yo era una buena elección. Me tranquilizó que Juvenal Balán, un genio con su cámara –y ese sí era un marinero a toda prueba–, y María Julia Mayoral, una muchacha cuya profesionalidad veía como un escudo, habían sido seleccionados para la misma ruta.

Obra de Alexis Leyva Machado (Kcho). Foto: Cortesía Kcho Estudio

Llegamos al yate el 3 de octubre de 1990, cuando se cumplían 25 años de la idea de Fidel de crear un solo periódico que llevara por nombre Granma. Los tres veníamos del diario Bastión, de las far, que fue nuestra cuna, o nuestro Moncada; tal vez la preparación para la expedición.

Desde entonces siento el mismo dolorcito de estómago de los adolescentes, cuando se enamoran y no saben qué le van a decir a la persona amada, o cómo hacer para que ella se fije en él. Desde aquel jueves, en la tarde-noche, jamás he dejado de entrar al periódico con la misma sensación.

Algunos amigos, en buena onda, siempre dan consejos para tu primer día: que pongas límites de entrada; que si el trabajo es importante, porque te permite vivir, pero no es tu vida; incluso, no faltaron los que incitaron a aprender todo, y luego buscar una mejor oferta.

Pero también escuché a los que recomendaron que, mientras te impliques, todo irá bien; o que tus nuevos compañeros no te dejaran solo en el proceso inicial.

Creo que esos últimos ya conocían a Granma, o habían oído o leído a Rolando Pérez Betancourt, Pedro de la Hoz, Marta Rojas, Gabriel Molina, Juan Marrero, Félix Pita, Gustavo Robreño, Enrique Montesinos, Susana Lee…

Quizá hasta alguien le habló de gente muy humilde como Betún, el cocinero de quien nunca supe su nombre; solo bastaba saber que era un negro jovial, a pesar del carretón de años que tenía; o de Cabrera, el chofer, el más cómico del periódico; o de Paquito, el carpintero, que lo arreglaba todo.

Ellos te implicaban, y uno pasaba los límites; ellos hacían de su trabajo su vida y, entonces, se te iba pegando en el alma el Granma y su gente.

Hoy, los titulares son los mismos, con nuevos navegantes que te devuelven el primer día; otros son los directivos, y tienen tanta fe en la travesía, en la ruta de navegación, que no hay manera de no subirse al yate con impulsos renovados.

Enorgullece mucho, hasta que el pecho no aguanta y vuelve a abrirse a aquel jueves, saber al periódico, al Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en las manos de sus jóvenes. Son ellos, hoy, más del 70 % de nuestra redacción central; su talento nos vuelve a convocar, porque ellos no han dejado de hacer latir aquel concepto que Fidel nos legó hace 60 años, el que guía cada edición: «Granma es un símbolo de la Revolución».

Pepito no está hoy, pero cuando Granma llega a los 60, yo lo traigo cada día al periódico, no solo por su ejemplo de revolucionario, sino por darme la oportunidad de crecer en la Revolución, en el Partido; por el privilegio de tener la fotografía de Juvenal y los enjundiosos textos de María Julia todavía en las páginas del diario. Por llegar, al próximo 3 de octubre, como si fuera aquel jueves de 1990.

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