El 21 de septiembre de 1958 «tuvo un extraordinario valor en el desarrollo y el triunfo de la lucha insurreccional, y para avanzar en el movimiento campesino, en alianza con la clase obrera en respaldo de las medidas puestas en práctica por el poder revolucionario». Así lo dijo, después, José Ramírez (Pepe), uno de sus protagonistas y primer presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).
Justo a las 11 de la mañana de ese día, en el salón de baile de Soledad de Mayarí, más de 200 delegados asistieron al Congreso Campesino en Armas. Fue una cita que enrumbó la redención de una clase que sufría tantos despojos, al punto de que hasta la mayor parte de la tierra que con sumo sacrificio trabajaba, estaba en manos de latifundistas.
En el Congreso, convocado y dirigido por el entonces Comandante Raúl Castro Ruz, se constituyó el Comité Regional Campesino, encargado de atender las necesidades de los pobladores de los territorios liberados.
Allí se crearon los precedentes para la promulgación de la Ley de Reforma Agraria –aprobada tras el triunfo del 1ro. de Enero–, y todas las medidas a fin de solucionar «el problema de la tierra», denunciado por Fidel en su alegato de autodefensa La historia me absolverá.
El liderazgo de Raúl Castro y la fuerza de los campesinos, quienes nutrían las filas del Ejército Rebelde, fueron ratificados en este Congreso, que fue más allá de las denuncias, demandas y reivindicaciones: el objetivo era derrotar a la tiranía batistiana mediante el apoyo incondicional a la lucha por la independencia.
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