
Ella es isla dentro de esta Isla, territorio de resistencia que florece ante la adversidad; abrigo de los necesitados; fusil en ristre; poesía digna de ser cantada.
No cargó la Revolución en discursos; la tejió entre sus propias manos con los hilos que le brotaron del alma. Después erigió puertos donde pudieran encallar los sueños de las niñas con pies descalzos.
Ha plantado banderas en laberintos «ajenos»: la ciencia, la investigación, la Agricultura, el Deporte. El Parlamento es un bosque en el que su voz crece –más del 50 %– como semilla en tierra fértil.
Logró romper cerraduras desde la raíz misma de la Revolución, cuando apenas era brisa que acariciaba en el pensamiento de sus iniciadores, cuando apenas era estandarte en el campo de batalla y sostén de los enfermos en la manigua. Ahora empuña títulos, dirige obras, cura heridas en hospitales, enseña en las aulas.
Es dueña de su inteligencia, arquitecta de futuros. Pero en su casa –revolución adentro– el reloj la persigue. La carga doméstica es su mochila de piedras invisibles: cocina, limpia, cría… trabaja. Su lucha habita en la metáfora silenciosa del día a día.
La economía aprieta su cintura; es ella quien estira la comida para que alcance, quien reinventa el menú en cada jornada; la que se quita su bocado para que otro coma; la que convierte un vestido viejo en moda nueva; la que alienta a su hija con frases como «Tú puedes ser más que yo».
En lo rural, la sombra es más larga: agua que hay que acarrear, semilla que plantar en tanto el sol, indomable, le curte la piel. Allí todavía hay que hacer más con su sudor, su doble jornada ante la tierra que no espera.
Quiere ser raíz que no se dobla, pero la crisis, la escasez, la inflación... le sacuden los cimientos, y aunque el Código de las Familias ahora nombra sus cuidados, la realidad es terca: los roles antiguos pesan. Aun ella pone el hombro, los desvelos y el allí donde los hombres ponen, a veces, solo la mirada.
Hoy, esta mujer isla escala los castillos del emprendimiento. Sus sueños en forma de negocio no están exentos de muros: ¿quién cuida a los niños? ¿dónde está el financiamiento? ¿cómo vencer los prejuicios que dicen que «negocio es cosa de hombres»? El machismo disfrazado de tradición aún respira, la cerca, la persigue. Ella insiste en poner la otra mejilla.
A pesar de sus logros, no toda mujer isla logra todavía caminar completamente erguida, y por ellas hay batallas que no cesan, por encenderles el sol en la mirada y arrancarles de un tajo los silencios tristes.
Falta, por ejemplo, que las leyes no queden en los papeles, que otros también cuiden al que cuida, y que aprendamos a escuchar el grito ahogado de la violencia machista.
Falta que el peso de la casa se comparta, que se reconozca su trabajo incansable también allí, que su cuerpo no sea territorio de acoso, que su mente pueda, al fin, despojarse de tantos miedos.
Pero, a pesar de los obstáculos, es valiente como pocas, y sigue airosa, de pie. Hace mucho que aprendió a darle más significados a la belleza, a no pedir permiso para hacer futuro. Es Revolución, de muchas formas, en muchos sentidos. Erige orgullosa su historia, el camino recorrido la autoriza, el que falta por recorrer, la anima. No importa si a veces faltan las flores, esta mujer isla está hecha para florecer.



















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Renato Peña dijo:
1
23 de agosto de 2025
11:11:58
Anaisis Respondió:
25 de agosto de 2025
21:34:06
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