Concebir que la salud no fuera un privilegio, sino un derecho universal –porque «en el campo no hay médicos; en las ciudades los médicos abundan, pero el pueblo pobre no puede pagarlos»– fue la máxima perenne que recorrió Cuba entera; y su promotor, como parte de las líneas de su alegato de autodefensa La historia me absolverá, no se detuvo hasta lograrlo.
En aquel entonces, ese hombre comenzó a sembrar las semillas de un país más justo, con el ser humano en el centro de sus políticas, y el sistema sanitario se convertiría en faro.
Sin embargo, para él no fue un camino fácil. Heredó en 1959 un sistema fragmentado, privatizado y excluyente, en el que más del 60 % de los médicos ejercía en zonas urbanas, mientras millones de campesinos vivían sin acceso a una consulta médica. Pero bien sabía que «cuidar la salud del pueblo, evitar sus sufrimientos y sanar sus enfermedades es una tarea, principalmente, de orden social y moral», como expresó en el II Congreso de la Asociación de Economistas del Tercer Mundo; porque esa riqueza no se vende, se garantiza.
Y con esa perspectiva selló Fidel el desarrollo asistencial de la salud pública, gratuita y accesible, bajo el pilar esencial de la medicina preventiva; además de impulsar las investigaciones biomédicas y la formación masiva de profesionales.
Por eso, su grandeza fue incluso más allá, porque «nuestra misión es crear una doctrina con relación a la salud humana, demostrar un ejemplo de lo que puede hacerse en ese campo que es, desde luego, el más sensible para cualquier persona del mundo», confesó a los egresados del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana.
Entonces, en mayo de 1963 un grupo de médicos viajó a Argelia, e inició una trayectoria imborrable con más de 605 000 especialistas combatiendo epidemias, reconstruyendo sistemas de Salud, salvando vidas en África, Asia, América Latina y el Caribe.
PROVEER MÉDICOS
Actualmente, más de 24 000 colaboradores continúan su labor en 56 naciones, enfrentando desafíos y ofreciendo atención en lugares en los que la salud es un lujo inaccesible.
Uno de los mayores logros de la cooperación, basada en internacionalismo, ha sido la Operación Milagro, creada en el año 2004 por Cuba y Venezuela, mediante la cual –detalla un informe del Ministerio de Salud Pública– más de 3 331 900 pobladores de bajos recursos, recuperaron la visión.
En primera línea contra desastres y epidemias marcha el Contingente Internacional de Médicos Henry Reeve, creado en 2005 por el Comandante en Jefe. Sus miembros han protagonizado epopeyas humanitarias al ofrecer salvar vidas, y eso «está en pie para hoy o para mañana, y será norma de Cuba con cualquier pueblo del mundo», expresaría Fidel en el discurso pronunciado en el acto de constitución del Contingente.
Hasta la fecha, 90 brigadas han brindado servicios en 55 países, con más de 13 400 colaboradores. No en balde, sobre esa obra sin precedentes, el doctor Michael Cabrera Laza, director de la Unidad Central de Cooperación Médica en Cuba, reflexiona que la población, en cualquier país, reconoce la presencia de Fidel «cuando ven pasar a un médico cubano.
«Justamente, él significa ejemplo, y a los galenos nos transmitió su altruismo y el deber de hacer por la humanidad».
ESE FIDEL «QUE CONOCÍ»
Muestra de esa relación intrínseca es la gratitud que profesan los graduados de la Escuela Latinoamérica de Medicina (elam), aquella que Fidel fundó con plena consciencia del espíritu de solidaridad y humanismo que legaría.
Los médicos allí formados son, como los calificó en el acto de inauguración en 1999: «celosos guardianes de lo más preciado del ser humano; apóstoles y creadores de un mundo más humano».
Bien lo sabe María Elisa Chávez Mora, egresada chilena de la primera graduación de la elam (2005), quien es, además, médica anestesióloga. En conversación con Granma, rememora los inicios de su estadía en Cuba, «un país muy distinto al mío que, a pesar de las limitaciones económicas y sociales, se ha mantenido libre, otorgando oportunidades a jóvenes de otros pueblos para que se formen como profesionales».
El Líder Histórico que conoció fue, para ella un guía que siempre estuvo presente en cada paso de los estudiantes: «Iba a verificar que no faltara nada, que nos sintiéramos como en casa y que la formación estuviera a la altura de los estándares internacionales», agrega.
Dialogar sobre él es contar un proceso transformador que marcó toda su vida: tras ella leer las palabras centrales en el acto de graduación de la primera promoción de la elam, entregó dos medallas y reconocimientos especiales a los Comandantes Fidel y Hugo Chávez.
«En ese acto Fidel le dijo a Chávez: “mira a tu sobrina chilena”, y luego me preguntaron de qué parte era y cómo me sentía». Esos segundos, en los que intercambió palabras, relata, fueron eternos.
Para otra chilena, Andrea Polanco Pineda, especialista en Siquiatría Infantil y Adolescente, y miembro del directorio Sociedad médica internacional de la elam, el Comandante en Jefe profetizó con sabiduría que quienes estudiaban allí revolucionarían los sistemas de salud en sus países.
«Si pudiera regresar el tiempo a mis 19 años, volvería a ser parte de ese proyecto que ha sido lo más loable de este siglo».
Dice Andrea Polanco que la elam le mostró un mundo diverso, lleno de colores y de lenguas distintas, pero con objetivos comunes: «Hoy somos esos hermanos de ciencia y conciencia, fruto de la historia de la Revolución Cubana».
María Esther Betanco Vázquez, nicaragüense y mejor conocida como «la niña de la elam», añade que cada obra que realiza tiene como principio lo que dijo el Comandante cuando expresó que lo único que esperaba era que nunca dejaran de atender a aquel ser humano que requiera de los servicios, aunque no tuvieran con qué pagarlos.
«Ese hombre también estaba consciente de que enfrentaríamos adversidades políticas, neoliberales, y que allí estaría un egresado de la Escuela, que no abandonaría nunca su trinchera de atención médica».
El doctor Luther Castillo Harry, graduado en la elam y hoy secretario de Estado en el Despacho de Ciencia y Tecnología de la República de Honduras, tampoco escatima en hablar de Fidel:
«Tuve la oportunidad de compartir con él muchísimas horas. Era tan cercano que nadie podía imaginarse cómo un hombre, Presidente de un país que enfrenta complejidades, que está bloqueado y que debe encontrar alternativas, podía detenerse a conversar con un muchacho de apenas 18 años», describe.
Fidel lo ayudó a fundar el primer hospital con servicios gratuitos en Honduras, corrigió su discurso, y fue, para él, un padre y un amigo.
«El Fidel que yo conocí es un hombre con un nivel de sensibilidad humana altísima; que depositó en los estudiantes de la elam la vena de la revolución», y quien afirmó que forjar médicos y no bombas es principio intachable.




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Pablo Andrés dijo:
1
23 de septiembre de 2025
03:28:56
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