ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Chavela tiene un vínculo con la FMC, que es su columna vertebral en la vida. Foto: Juan Carlos Dorado

Cienfuegos.–Su nombre lo debe a La barca de oro. Su padre, tras ver ese filme mexicano, quedó prendado de un personaje llamado Chabela. Quiso llamarla así, previo cambio de b por v, pero en el Registro Civil de aquellos años le dijeron que no figuraba en el santoral y debía optar por uno de los nombres autorizados.

Eligió Mercedes, como la esposa, pero sentenció con el corazón: «Le diré Chavela porque es mi hija».

Y así fue. El nombre de Mercedes Cantillo Suárez quedó relegado a trámites oficiales; para el mundo, para su vida, ella es, y siempre ha sido, Chavela.

Su existencia parecía destinada a los despachos. Era abogada de profesión y ocupaba un cargo en la Ronera Santa Cruz, en La Habana. Sin embargo, el destino le tenía preparado otros planes. Una grave enfermedad sufrida por el progenitor la obligó a dejarlo todo y regresar a Cienfuegos.

En el acto de ayudar a la madre con la costura, para sostener la economía del hogar, descubrió una vocación que dormía en su sangre. «Las mujeres de mi familia parece que nacemos costureras», afirma. Sin más escuela que la observación atenta de las manos maternas, encontró la verdadera realización «entre cintas, tules y encajes», como ella misma define.

En 2014, esa pasión se convirtió en el Atelier Infantil Chavela. Un emblemático espacio de Cienfuegos nacido al calor de las nuevas políticas para el trabajo por cuenta propia y que, con mucho esfuerzo, hizo crecer.

En el corazón del Atelier siempre ha estado la generosidad.  Desde hace años, prepara dos canastillas completas para regalar: una destinada al primer niño nacido por parto natural el 1ro. de mayo, fecha de inauguración del taller, y otra para el primero del 23 de agosto, en honor a la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

El vínculo que mantiene con la FMC es, de hecho, una columna vertebral en su vida. «Se trata de una organización en camino de su aniversario 65, muy importante, muy querida, y de la cual estoy en extremo orgullosa. Ningún otro país del mundo tiene algo así», afirma con convicción Chavela.

Ella siempre ha colaborado; ha impartido cursos de costura a niñas interesadas en el oficio hasta movilizar a otros emprendedores para apoyar iniciativas sociales.

La filosofía de esta federada resulta simple y profunda: dar, ayudar y enseñar. Tal forma de comportarse en la vida consiguió marcar a quienes la rodean. A su hija, Ana Lorena Pérez Cantillo, quien la acompaña desde siempre, y también a Lidia Valdivia Batista, una jubilada del Ministerio del Interior que, sin saber qué hacer tras retirarse, encontró en Chavela una maestra y un nuevo propósito.

A sus 73 años, con tres hijos, una nieta y otro nieto en camino, su mirada crítica no descansa. Le preocupa profundamente la educación de las nuevas generaciones. Añora los valores de la responsabilidad compartida en el hogar y lamenta que la cena familiar, ese espacio sagrado para la comunicación, haya sido secuestrada por la tiranía de las pantallas.

Pese a estar ya jubilada, mantiene una presencia fundamental en el Atelier. «Cualquier decisión creativa o artística se la consultamos, pues ella es la esencia de este lugar», confiesa su hija, Ana Lorena –junto a Lidia, las titulares actuales del negocio–, parte activa de la entrevista, al develar acciones que su madre, por modestia, no quiso contar.

Chavela no para. Simplemente no puede evitarlo. Por tal razón también impartió clases de Manualidades en la Cátedra del Adulto Mayor de la Universidad de Cienfuegos. Siempre busca nuevas formas de ser útil. Ella así lo define: «Me voy a morir o haciendo algo, o el día antes de comenzar un proyecto».

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