ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
En la Sierra Maestra fue mensajero, guía y colaboraba en la alimentación. Foto: del autor

Quince años. Cándido Isaac Vega no sabía ni afeitarse. Los barbudos de Fidel pasaron frente a su bohío, en Los Altos del Brujo. Sintió que el destino le hablaba y se unió a esa causa, tan peligrosa como hermosa. Quería ayudar a tumbar la dictadura sangrienta de Fulgencio Batista.

Pero la historia de este hombre no está anclada al pasado, en una página amarillenta y olvidada. Con mirada firme y voz decidida, estremece: «Si a mis 84 años tengo que empuñar un arma de nuevo para defender la Revolución, lo haré sin dudar».

En 2025 continúa siendo un ejemplo de vida. Educó a sus dos hijas y a sus nietos con los valores de la Revolución. Es Secretario General del Partido (para jubilados) en el núcleo zonal Rampa 80-1; preside allí la Asociación de Combatientes, y hasta hace poco trabajaba como custodio. Hoy se le ve manteniendo los jardines del Hospital Ortopédico Fructuoso Rodríguez; del restaurante iraní Topoly, en 23 y d; y los de su propio barrio, donde es muy querido y respetado.

En la Sierra Maestra, al inicio, fue un apoyo esencial: mensajero, guía, colaboraba en la alimentación. Aún no poseía un arma, pero su compromiso era inquebrantable. Sirvió en la Columna del Comandante Juan Almeida, a quien recuerda con admiración: «Se destacaba por su humildad, un líder ejemplar que se ganaba el respeto y el cariño de sus combatientes».

Ya con un arma en sus manos enfrentó combates, balaceras, y avanzó con los rebeldes hacia La Habana, hasta el triunfo de la Revolución. Aprendió a firmar, se superó profesionalmente, aceptó nuevas responsabilidades y cumplió misiones internacionalistas. «Me convertí en un gran lector, y eso ha enriquecido mucho mi vida», reflexiona, con la calma de quien atesora años de aprendizaje.

Cuando la conversación iba cobrando fuerza, interrumpió con un pensamiento que no podía dejar fuera:

«No puedo olvidar a Leyva, ayudante de Almeida; a Julio Tabares; a mis dos hermanos, Moisés Sánchez Galán, Sergio Isaac Vega… Si pudiera mencionaba a todos mis compañeros, de la Sierra, del llano, del internacionalismo».

No se rinde ante el paso del tiempo. A sus 84 años sigue activo, enérgico, lúcido. Y conserva la bondad de aquel guajirito que un día decidió cambiar la historia.

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