ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
¿Cuánto se puede prevenir la corrupción aplicando correctamente las medidas de control? Foto: José M. Correa

Apelar a comparaciones de la vida cotidiana, buscar semejanzas entre fenómenos y procesos resulta un recurso válido para comprender ciertas realidades, ponerlas en contexto, y llevar un hilo conductor hasta el punto deseado.

Sobre todo porque hay temas que, vistos desde sus ámbitos más académicos o especializados, pueden parecernos ajenos o distantes; pero una mirada diferente puede demostrar cuán lejos se está a veces de la realidad.

Vale la aclaración porque, cuando hablamos de delito, de corrupción, de ilegalidades y de indisciplinas sociales, hay un protocolo universal que se ajusta como anillo al dedo, salvando las distancias: «la mejor medicina no es la que cura, sino la que precave».

Lo cierto es que, más allá de una voluntad política expresa que implica tolerancia cero a cualquiera de esos flagelos, más allá de una cultura de enfrentamiento diseñada no solo para quienes lo tienen como encargo social, está el deber de todos los que vivimos en esta sociedad y, como parte de ella, somos también responsables de mantenerla saludable.

No es privativo de Cuba ni constituye tampoco justificante, pero sí argumento comprobado, que las limitaciones económicas, las carencias materiales, las demandas crecientes frente a ofertas disminuidas constituyen un detonante natural de conductas delictivas. Por tanto, aunque estamos muy lejos de normalizarlo, no podemos obviar que nuestra realidad de país bloqueado y asediado por el imperio en cada frente, tenga una incidencia directa en la proliferación de conductas contrarias a los principios morales y éticos sobre los que se ha erigido esta sociedad.

Pero eso tampoco implica que dejemos de reconocer la parte que nos toca, las brechas que dejamos y que se convierten en puerta de entrada para peligrosas «infecciones» que atentan contra el orden, la estabilidad y la disciplina sociales.

Para hacer frente a esa realidad –que está muy lejos de ser el caos que con deliberada intención difunden las campañas anticubanas para vender una imagen de inseguridad e ingobernabilidad–, Cuba cuenta no solo con órganos estatales sólidos y comprometidos, sino que también apela a lo que debe convertirse en valiosa estrategia, cuyo funcionamiento consciente y sistemático está llamado a ser la primera línea del enfrentamiento: el control popular (entendido no solo como fiscalización de procesos, sino como observador con capacidad de alerta, de denuncia, de prevención).

Tras el triunfo revolucionario de 1959 y con los tristes antecedentes neocoloniales, el país, bajo el liderazgo indiscutible de Fidel, enfocó un claro camino de combate frente a todo tipo de males sociales. Una voluntad política devenida tradición inviolable que se sostiene y que hoy se fortalece, desde el respaldo constitucional a ese combate, pasando por el entramado legislativo y su aplicación rigurosa, hasta llegar, incluso, al compromiso ético y a la clara definición de responsabilidades sociales y administrativas.

Nadie pone en duda las fortalezas que representan la Contraloría General de la República, el Sistema de Tribunales Populares, la Fiscalía General de la República de Cuba, el Ministerio del Interior; cada uno con ámbitos de actuación bien definidos pero, a la vez, como parte de un sistema de enfrentamiento conjunto diseñado para detectar, responder en consecuencia, procesar, brindar seguimiento a las manifestaciones de delito, de corrupción, de ilegalidades y de indisciplinas sociales.

Lo hacen con una innegable altura ética, profesional y de principios, pero no son los únicos eslabones en la cadena de enfrentamiento. A ellos deben unirse los factores de la comunidad, principal espacio de detección y atención a posibles vulnerabilidades. Corresponde también ese combate a las organizaciones políticas y de masas, a los sindicatos y, por supuesto, a usted, a mí, a todos los que vivimos en esta tierra y sentimos por ella.

Siendo consecuentes con la línea comparativa que utilizamos al inicio de este artículo, vale destacar que, raras veces, una enfermedad estalla de forma grave sin antes haber mostrado síntomas que, por despreocupación o desconocimiento, pasamos por alto.

¿Qué camino previo recorre un joven antes de llegar frente a un tribunal, acusado de robo con fuerza, o de asesinato, o de tráfico de drogas? ¿Cuántas veces pudimos haber pasado por alto la oportunidad de alertarlo, de reeducarlo, de salvarlo? ¿Cuántos eslabones fallaron en su proceso formativo?

Cuando se hace público un caso de corrupción administrativa, cuando se comprueba el desvío de recursos en una entidad, cuando el daño económico es tal que ya no hay manera de ocultarlo. ¿Qué pasó con el control, interno primero, externo también? ¿Acaso nadie percibió ni alertó durante meses, a veces años, ninguna irregularidad que merecía ser investigada?

Pudieran ser diversos los ejemplos, pero detrás de cualquiera de ellos hay un factor común: la ausencia de mecanismos y de estrategias preventivas que pueden hacer la diferencia, atacando causas y condiciones, para no tener que actuar después, en modo control de daños.

 

EL PRECIO DE LO QUE PASAMOS POR ALTO

Entre las manifestaciones de estas conductas reprochables, la corrupción está entre las que más duramente nos golpea, no solo por la implicación material, económica y social que pueda llegar a tener, sino, sobre todo, por su impacto en la confiabilidad institucional, por el profundo daño que también significa en el plano ideológico.

¿Por qué? Porque constituye expresión de una conducta antiética en la que se degradan y se desconocen principios y valores morales, y porque tiene como centro a servidores públicos de diversas categorías. Los hechos de corrupción tienen incidencia directa sobre los colectivos laborales, dado que los recursos materiales y financieros sustraídos inciden también en los resultados productivos y en los ingresos.

Por su trascendencia y su negativo impacto en la vida económica y política, el 31 de octubre de 2003, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Convención contra la Corrupción, de la cual Cuba también es firmante, demostrando así su compromiso con erradicar lo que, a todas luces, constituye un lastre que sobrepasa las fronteras nacionales y que, generalmente, se vincula a otras manifestaciones delictivas.

Sin embargo, más allá de ese mecanismo internacional, es mucho lo que podemos hacer todavía, porque notables son las deudas que nos quedan con el control de los recursos, con la responsabilidad de todos en su protección, más allá de un cuadro centro o de un administrativo. Es vital que se sistematice, por ejemplo, la rendición de cuenta administrativa, en un ambiente propicio para la participación de los trabajadores en la gestión y el control de los recursos.

La indolencia y el desorden son, a la larga, los principales aliados de quienes buscan una brecha para lucrar con aquello que les fue confiado.

Nadie pudo definirlo mejor que el líder de la Revolución Cubana, General de Ejército Raúl Castro Ruz, cuando expresó: «…estoy convencido de que la corrupción es hoy uno de los principales enemigos de la Revolución, mucho más dañino que la actividad subversiva e injerencista del Gobierno de Estados Unidos…»

 

LA IMPRONTA DEL PRESENTE

En la medida en que cambian los tiempos, cambia también la manera en la que las personas asumen su realidad, e incluso la perspectiva de lo que se considera correcto o no. La modernidad nos ha arrastrado a un punto peligroso, en el que se tiende a naturalizar mucho de lo que, por los siglos de los siglos, ha sido y seguirá siendo incorrecto.

Sin embargo, no cae la justicia en esa trampa. Súmese a esa premisa que desconocer la ley no nos absuelve de culpabilidad. Por ende, al menos en Cuba, donde haya delito comprobado, donde exista culpabilidad, habrá rigor, todo el que se equipare al acto cometido. Eso, nadie lo duda.

Pero como tantas otras cosas, no puede ser este un asunto que se deje «en manos del Estado», porque cada uno de nosotros vive en esta sociedad, y aunque no todos aporten lo mucho y lo bueno que pudieran, sin excepción, reciben mucho de ella.

Por ende, de asumir la responsabilidad individual también en esta batalla dependerá, en gran medida, el éxito que en ella podamos tener, o los fracasos que nos acechen, porque muchas veces, por doloroso que sea, la negativa a denunciar, la complicidad o el mirar para otro lado hacen que sobrevivan no pocas de las conductas y de los hechos punibles mencionados aquí.

Si como pueblo exigimos ante el delito más acción, más resultados, seamos parte también de lo que exigimos. No abriguemos lo que repudiamos.

Las sociedades no enferman porque sí, lo hacen cuando su gente pierde el sentido de pertenencia para sostener impoluta la salud de su sociedad. En Cuba no cometeremos ese error, pero contra la corrupción, esta no es una premisa del mañana, del después; esta es la lucha del hoy, del ahora. 

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William dijo:

1

2 de julio de 2025

06:31:44


Un artículo tan extenso no es para publicar en Granma. Pocos lectores leerán ésto. Es necesario tener en cuenta tiempo del lector y la posibilidad de atrapar su interés y que el titular adelante el contenido.

AAD dijo:

2

2 de julio de 2025

07:27:22


Seguimos en el discurso pero sin aterrizar. Todos sabemos del tema pero lo que no vemos son resultados palpables que nos permitan valorar enfrentamiento a estos delitos contra lo que a diario percibe el ciudadano y de boca en boca se comentan algunos hechos. Cómo hemos dicho, vivimos en una economía de guerra, en una guerra y un cerco que el enemigo a diario intenta cerrar más hasta extrangularnos por lo que todo espacio que dejemos a la corrupción, al desorden, al delito favorece los intereses del gobierno que nos desprecia y subestima. Es hora de ejemplificar, de sancionar a los incumplidores de las leyes, a los evasores fiscales, a los que negocian con los bienes del estado, que no son pocos, porque por esta vía se pierden cientos de millones que pertenecen a todos. En fin, hay que aterrizar con nombres y apellidos. Las últimas auditorías de la CGR pueden servir de base de datos y punto de partida. Gracias

ANSELMO ENRIQUE FERRER HERNANDEZ dijo:

3

2 de julio de 2025

12:29:39


ESTA ES UNA REALIDAD EN LA VIDA DEL CUBANO HOY. SI SE HABLA DE CORRUCCIÓN DEVEMOS ATENDER A LAS MULTIPLES VARIANTES QUE HOY PERMITEN LA CORRUPCIÓN EN NUESTRO PAIS. 1- VENBTA DE MERFCANCIAS AL POR MAYOR Y AL POR MENOR SIN UNA FACTURA O NAYTA FISCAL. EMPRESARIOS QUE ACUMULAN MILLONES DE PESOS CUBAN0OS EN SUS MANOS Y NO ACEPTAN PAGAMENTO POR TRANSFERENCIA O POR TARJETAS BANCARIAS, ( CON TARJETAS EL VALOR DE LA MERCANCIA COMORADA ES MAYOR QUE EN LA MONEDA NACIONAL ). 2- LOS EMPRESARIOOS PEQUEÑOS O MEDIANOS DECLARAN LO QUE ELLOS DICEN POR DECLARACIÓN VERBAL AL AGENTE DE LA ONAT. NO SE UTILIZAN DOCUMENTOS LEGALES PARA LAS DECLARACIONES, LOS VALORES SE AJUSTAN CON EL AGENTE DE LA ONAT EN PARTICULAR,. 3RO. MUCHOS AGENTES QUE LLEVAN LOS IMPUESTOS DE LOS PEQUEÑOS Y MEDIOS EMPRESARIOS NO TIENEN FORMACION EN CONTABILIDAD NI EN ECONOMIA. SON LEGOS, LEGOS. SEÑORES, ASÍ NO PUEDE HABER CONTABILIDAD SEGURA, JUSTA Y CONTROL ADMINISTRATIVO . ESA ES UNA TUBERIA SIN FONDO DONDE VAN A PARAR MILLONES DE PESOS QUE EL ESTADO NO RECIBE Y CON ELLO NO SE PUEDE HABLAR DE CONTABILIDAD CONFIABLE. ESO GENERA UNA CORRUCIÓN GENRRAL DE NUESTRAS FINANZAS. HOY EL DIENRO EN CUP ESTA CON LOS EMOPRESARIOS DE LAS MIPIME Y DEMAS ESTRUCTURAS ADMINISTRATIVAS, QUE USAN ESE DINERO PARA CORROMPER, PROVOCAR CORRUPCIÓN Y CUANTO DELITO ECONOMICO SEA POSIBLE. OLVIDESE DE TENTAR CURRAR AL EMFERMO QUE ESTA EN COMA, CON MERCUROCROMO, EL CASO ES MAS QUE COMPLEJO. HAY QUE ESTABLECER UN NUEVO SISTEMA ECONOMICO CON TODOS LOS COMPONENTES QUE ESTE PROCESO LLEVA: FACTURACIÓN, NOTAS FISCALES, CONTRATOS DE TRABAJO, CONTADORES GRADUADOS EN CADA EMPRESA , ASI COMO CREAR ASOCIACIONES DE CONTADORES Y ECONOMISTAS PARA ATENDER AL PEQUEÑO Y MEDIANO EMPRESARIO , SEA CUAL FUERE SU ACTUAL DENOMINACIÓN)( TCP, CNA, MIPIME NINORISTA Y MAYORISTA, ETC). EL TIEMPO APREMIA, ESTAMOS PERDIENDO MILLONES DE PESOS Y OTROS EFECTIVOS POR EL DESCONTROL DE NUESTRAS FINANZAS.

Nelson dijo:

4

2 de julio de 2025

15:01:38


Muy bueno y extenso el artículo y pide que seamos todos parte de la solución, pues no creo que haya otra forma de resolverlo efectivamente, pero para eso hay que darle más voz al pueblo, que se le escuché y sea el que juzgue el actuar de los que deben servir a ese pueblo, que el pueblo pueda opinar sobre todo lo que se mueve en la sociedad y desenmascarar a todo el que tiene una responsabilidad y no cumple bien con ella, pues realmente ese es el daño de que nos alertaba Fidel de la destrucción de la Revolución desde adentro.

Dami dijo:

5

2 de julio de 2025

16:24:16


Un buen análisis de la situación, aunque un poco extenso. El ejemplo personal y la ética de los directivos, la rendición de cuentas anual de su patrimonio personal ante la ONAT y la mayor severidad de las medidas contra los corruptos son imprescindibles. Hacer públicos esos casos sus autores, y concluir el proceso de Alejandro Gil también son medidas importantes que nos faltan.

Tomás dijo:

6

3 de julio de 2025

08:47:10


Se dice "En Cuba no cometeremos ese error,.." escrito en futuro. Claro que no lo permitiremos. Eso está ocurriendo todos los días, a la vista y el oído de todos. Y lo peor es que no tan siquiera le dan un pase de mercurocromo. Cuando se actúa, bien tarde, la enfermedad está tan enquistada que es necesaria la amputación. Aunque en no pocas oportunidades "los enfermos" regeneran sus miembros amputados para seguir robando al pueblo o dilapidando sus escasos recursos. Por mucho que se le pida al pueblo cooperación, si las instituciones no actúan apegadas a las miles de leyes aprobadas, la corrupción, la indolencia, la indisciplina social seguirán rampantes haciendo metástasis en la sociedad toda.

Edelis dijo:

7

3 de julio de 2025

14:25:55


Un gran rodeo. Todo se agudizó por las desviaciones, seguimos grave por la acumulación del problema, por el inmovilismo la rectificación. Si el Ordenamiento en seis meses nos desgracio en cuestión de días debimos rectificarlo. Pablo