ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Papá anda apurado todo el tiempo, pero siempre saca un chance para cargarlo, besarlo, hacerlo reír, jugar con él o inventarle un cuento. Foto: Cortesía del entrevistado

Un día, el pequeño Ian Corzo Cabrera (dos añitos de edad hoy) dejará atrás la niñez, la adolescencia, incluso la juventud, y entenderá muchas cosas que ahora ignora o desconoce, pero que le llegan diariamente, envueltas en las incontables e increíbles maneras que adopta el cariño de un padre (como el de una madre) hacia su hijo.

Comprenderá por qué papá anda apurado todo el tiempo, pero siempre saca un chance para cargarlo, besarlo, hacerlo reír, jugar con él o inventarle un cuento, mientras lo lleva para el círculo infantil, temprano en la mañana; al recogerlo, en la tarde, o durante esas noches cuando cierra los ojos y le pone el cachete para que, mediante un beso, él le inyecte la energía que le permita «rodar» hasta la madrugada entre documentos y papeles.

Dejará de ser un «misterio» para Ian aquella ropa oscura que papá nunca usa para pasear, ir a la playa o a una fiesta, sino –solamente– para trabajar, cuando varias personas se sientan a conversar en una sala.

Para entonces, mamá, tía, abuela o algún vecino, le contará cómo papá no se cansaba de hablar acerca de él y de sus ocurrencias, entre colegas del Tribunal Municipal Popular de Chambas, o cómo –aunque tal vez nunca se lo dijo a nadie– a la hora de ser verdaderamente justo, imparcial, objetivo en la decisión final de cada caso procesado, en quien primero pensaba era precisamente en él: su niño, razón de ser de su vida.

Abrirá, sorprendido, los ojos cuando comprenda por qué mucho antes de él nacer, estando ya listo papá para cursar el cuarto año de Lenguas Extranjeras, decidió cambiar de carrera y comenzar estudios de Derecho: determinación que «Mamá-abuela» apoyó con todo, pero que el 90 % de la gente calificó como «una verdadera locura».

Lo real fue que, en otro abrir y cerrar de ojos, egresó y, conforme a su deseo, fue a dar directo a los tribunales (el del municipio de Ciego de Ávila, en este caso), donde jueces, que lo acogieron como a un hijo, le ofrecieron una ayuda inestimable para enfrentar el reto más grande que le ha impuesto la vida en su corta existencia: asumir, en calidad de Presidente, el tribunal de Chambas.

Sabrá (un día) el pequeño Ian que la gratitud no solo aflora cuando te regalan dinero, ropa, dulces, sino también cuando recibes apoyo y comprensión, como le sucedió a papá con Humberto David González, Yanay Pérez, Ronaldo Guzmán, Deily González y muchos jueces que le abrieron sus brazos y le entregaron todo lo que puede latir en el altiplano del tórax.

No sé si para entonces alguien le habrá contado que, a pesar de la juventud, su padre siempre fue respetado y admirado por todos, incluso por los acusados de determinado delitos y hasta por sus familiares.

Lo que sí puedo vaticinar es que podrá respirar hondo, tranquilo, el resto de su vida, sabiendo que, cuando abrió los ojos al mundo, el 27 de agosto, a las 4:15 de la tarde, nada más y nada menos que con nueve libras de peso, papá sintió que de repente la bola del mundo entero se le había acomodado dentro del pecho.

Puedo imaginar a Ian, algún día, apretando la mano de su padre, al imaginar el desespero con que este le imploró a lo científico, terrenal y divino, que la Medicina salvara a mamá Iduany del grave estado en que quedó tras el parto.

Y puedo asegurarles a quienes están leyendo estas líneas, que no tengo la menor duda acerca del orgullo con que siempre Ian les dirá a sus amigos de escuela y de trabajo: «Ese es mi padre, Raiko Corzo Martín: mi héroe».

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

Daisy Rivero Leon dijo:

1

16 de junio de 2025

01:57:21


Un padre destacado, muy reconocido por sus valores como ser humano y un hermoso trabajo periodístico.