
Fraguados en el corazón de la expansión imperialista estadounidense y previendo las consecuentes contradicciones entre los grandes poderes económicos del momento, la universalidad del concepto, «equilibrio del mundo», la relevancia continental de la independencia de Cuba y Puerto Rico, y la necesidad de una revolución social profunda para fundar y sostener a la nación cubana constituyen rasgos excepcionales del antimperialismo martiano.
La cualidad de Martí como hombre puesto al servicio incondicional de su pueblo y del mundo, y como reconocedor de las situaciones que determinaban las necesidades históricas de estos, constituyen virtudes que lo ubican entre los grandes liberadores de la humanidad.
A 130 años de su caída en combate, celebramos la vigencia de su ejemplo, la cabalidad de su vida y el valor práctico de su obra, especialmente de aquellos principios que deben seguir en el centro de la construcción de Cuba libre, soberana y justa.
LA REPÚBLICA SOÑADA
Contra el colonialismo y el totalitarismo español, contra el absolutismo, la ignorancia cívica y política, el subdesarrollo de la conciencia y la indignidad de la esclavitud y el racismo, se levanta el proyecto de liberación nacional martiano. Este tenía, como medios fundamentales, la guerra armada, el establecimiento de un gobierno propio y de la república democrática, y el desenvolvimiento de la vida ciudadana en función de la descolonización cultural.
Tras el fin de la Guerra Chiquita en 1880 y, especialmente, desde la terminación del Plan de San Pedro Sula, en 1886, la actividad política de Martí permitió legitimar –ante la emigración patriótica cubana, así como ante otros grupos interesados en la independencia de Cuba– la necesidad de la creación de un frente único contra el coloniaje español en Cuba, y por la unidad ideológica de los revolucionarios, así como su preparación política y la del pueblo que pronto sería libre.
Para 1892, sus ideas eran compartidas por la mayoría de los principales líderes de la emigración, y las condiciones estaban creadas para dar forma a una organización política encargada de trazar los rumbos del nuevo movimiento, en función de una visión orgánica, autóctona y sin precedentes de República para Cuba, esencialmente martiana.
Entre los principales ejes de la República martiana sobresalen: la libertad más completa, el sufragio universal y sincero; el trabajo bien retribuido, una enseñanza científica y una educación moral, y unas buenas relaciones con los demás pueblos y con una soberanía absoluta, sin restricciones, frente a Estados Unidos.
EL AMOR, COMO SOL QUE ES
De los rasgos éticos destaca la esencia ética de la República por su extraordinario humanismo, el cual está caracterizado por tener a la dignidad plena del ser humano como «ley primera», como «base». Para Martí, la dignidad es la pasión «por el decoro del hombre», y tiene rasgos muy concretos para poder ser fundamento y sostén de la República: «el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás».
Esta definición no es utópica, no desconoce los defectos inherentes al género humano, sino que se basa en su gran virtud: la capacidad de elegir, conscientemente, hacer el bien: «(…) de amor, y de más odio que amor, están hechos los pueblos; solo que el amor, como sol que es, todo lo abrasa y funde».
Para Martí, «el pleno goce individual de los derechos legítimos del hombre», razón de «la dicha del país», tiene una arraigada dimensión geopolítica, en la medida en que identifica, como factores adversos al goce de esos derechos, no solo «la desidia o exceso de los que los ejerciten», sino la gravedad de que «las Antillas esclavas» pierdan esta oportunidad de «ocupar el puesto de nación en el mundo americano, antes de que el desarrollo desproporcionado de la sección más poderosa de América convierta en teatro de la codicia universal las tierras que pueden ser aún el jardín de sus moradores, y como el fiel del mundo».
LA PRIMERA LIBERTAD, LA DE LA MENTE
La República martiana se basa en «asegurar el albedrío humano» y «no deslucir con la imposición de ajenos prejuicios las naturalezas vírgenes; ponerlas en aptitud de tomar por sí lo útil».
En la búsqueda de una emancipación no solo formal, sino efectiva, Martí concibe que «ni la originalidad literaria cabe, ni la libertad política subsiste mientras no se asegure la libertad espiritual. El primer trabajo del hombre es reconquistarse», «la primera libertad, base de todas, es la de la mente».
En este sentido, sobresale su visión: «Quien ama a la libertad, previsora y enérgica, ama a la revolución. Quien la combate, ayuda a levantar en Cuba, llena de hombres humildes y viriles, la tempestad que, en las corrientes del mundo moderno, ha de desencadenar la división de un pueblo (...) en casta aristocrática –en Cuba muy risible–, y mayoría tratada con injusticia o desdén (...) No nos ofusquemos con nombres de independencia, u otros nombres meramente políticos. Nada son los partidos políticos si no representan condiciones sociales. De un lado están en Cuba, vestidos de señorío, el hábito del logro injusto, y el desprecio, a veces brutal, del hombre humilde (...) De otro lado está la aspiración ardiente e invencible a la libertad, buena y sincera, que es la única base firme de la paz y del trabajo».
LA RIQUEZA QUE SE CREA
Consecuente con su ética y la pauta ideológica, en la esencia socioeconómica de la República martiana se encuentra la subordinación del bienestar material a la creación de las condiciones favorables para la plena realización espiritual del individuo y la colectividad; así como la valorización del trabajo como centro generador de toda la riqueza: «¡Solo perdura, y es para bien, la riqueza que se crea, y la libertad que se conquista, con las propias manos!».
De igual forma, la paz es considerada el estado de existencia, convivencia y equilibrio al que debe aspirar todo gobierno, en aras de potenciar su desarrollo y garantizar la justicia. Incluso la guerra, vía de último recurso, indispensable en el caso de Cuba, Martí la concibe como medio para la paz; una conducida por el Partido Revolucionario Cubano, el cual, entre otras razones, «se establece para fundar la patria una, cordial y sagaz, que desde sus trabajos de preparación, y en cada uno de ellos, vaya disponiéndose para salvarse de los peligros internos y externos que la amenacen, y sustituir al desorden económico en que agoniza con un sistema de hacienda pública que abra el país inmediatamente a la actividad diversa de sus habitantes».
Desde el punto de vista económico, esta concepción martiana responde a un modelo equitativo de la distribución de los recursos nacionales y tiene, como rasgo fundamental, el acomodo particular de los factores productivos trabajo, tierra y capital, teniendo en cuenta las características históricas y culturales de Cuba, así como sus necesidades.
Con la tierra y el trabajo como únicas fuentes verdaderas de riqueza, puestas a producir en función del bienestar social, el pensamiento económico de Martí se encuentra en las raíces de una concepción auténticamente cubana de desarrollo sostenible.
Otro rasgo esencial del pensamiento económico martiano es la indisoluble relación entre el desarrollo de las bases económicas y el de todas las demás esferas de la vida en sociedad; una concepción marcada por alertas fundamentales, especialmente el proceso de construcción de una República auténtica e indudablemente única en el mundo.
CON SÓLIDOS CIMIENTOS LEGALES
El principal rasgo sociopolítico de la República martiana es, sin lugar a duda, la consecución de una forma democrática de gobierno. De esta concepción suya sobresalen seis elementos: el respeto de la persona humana y de todos sus derechos, el valor de la unidad de pensamiento, el papel constructivo de la crítica y de la oposición, la importancia de luchar contra las élites y sus privilegios, la existencia de límites éticos en el carácter inclusivo de la República, y la necesidad de una concepción original del gobierno, diseñada especialmente para satisfacer las necesidades particulares de Cuba, y con sólidos cimientos legales.
Citas de José Martí: Obras completas Tomos 1-12 (1991) y 28 (1973)
*Subdirectora de la Oficina del Programa Martiano
COMENTAR
Responder comentario