ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Es profunda la preparación que realiza Juan Alberto Consuegra, antes de emprender el proceso de soldadura. Foto: Germán Veloz Placencia

BÁGUANOS, Holguín.–En el Taller de Enrollado «Fernando de Dios»,  a la vera del central azucarero de igual nombre, sus integrantes expresan admiración por Juan Alberto Consuegra Pérez.

Dicen que es el único que asegura al Grupo Empresarial AzCuba la soldadura, con argón, de las delgas de los rotores de las centrífugas de la marca asea, de 650 kW y 1 000 kW, medios técnicos decisivos en el proceso final de elaboración de azúcar.

Antes lo hacía un soldador que laboraba en los talleres nacionales «Waldo Díaz», en La Habana, refiere Juan Alberto, con respeto hacia aquel compañero que le transmitió experiencias que hoy mucho valora.

Al solicitarle que ofrezca detalles de la operación en la que sobresale, acentúa que se requiere de extrema paciencia y meticuloso proceder. Lo primero es escoger una de las 218 delgas del rotor y, sobre ella, sin tocar las que la escoltan a ambos lados, crear un fino cordón de soldadura con una varilla especial de tungsteno. Como la temperatura generada en ese acto es alta y hay que evitar daños colaterales hacia el interior del enrollado, cuenta seis delgas y toma la que le sigue, para realizar un nuevo cordón de soldadura. Así, lentamente, repite el procedimiento hasta completar el trabajo.

Para hacer más efectivo el enfriamiento de las partes sobre las que vuelca sus habilidades, prefiere tener a mano dos o tres rotores, para trabajar a la vez en ellos. En ocasiones, en un mes, ha concluido tres de esos complicados elementos, para lo cual debió laborar en horario extra, a partir de las 4:30 de la tarde, así como en parte de las jornadas de sábado y domingo.

Por cada rotor terminado le pagan 3 000 pesos, que son adicionales a los que cobra como enrollador de motores eléctricos, especialidad que se define en su contrato laboral. Lograr el monto citado ha sido una verdadera odisea en la que enfrentó complicadas normativas salariales que le parecen absurdas.

Este reportero pregunta: ¿Por qué poner excesivos reparos para remunerar los esfuerzos y resultados de un audaz y comprometido trabajador, que sentó pautas de calidad desde la primera vez que ejecutó la complicada acción de soldar un rotor de centrífuga? ¿No se tuvo en cuenta que, con su labor, se incorporan a la vida útil, es decir, a la fabricación de azúcar, equipos que cuestan altas sumas en dólares o euros?

 

PEDIDOS DE CINCO PROVINCIAS 

Sí, ese hombre trabaja con verdadera pasión, recalca el jefe del taller, ingeniero industrial Leonel Caña Bermúdez, quien, igualmente, valora la consagración del resto de los subordinados.

Desde la arrancada de la zafra de este año, en el establecimiento industrial han reparado, entre estatores y rotores de centrífugas, motores eléctricos, transformadores y compensadores de esos medios, 200 unidades de los centrales «Fernando de Dios» (Holguín), «Antonio Guiteras» (Las Tunas), «Dos Ríos» (Santiago de Cuba), «Enidio Díaz» (Granma) y «Argeo Martínez» (Guantánamo), que se han concentrado en la fabricación de azúcar.

De igual modo, han asistido al central «Paquito Rosales», también en territorio santiaguero, que se dedica esta vez a elaborar meladura.

Para las mismas fábricas de azúcar, deben reparar los 40 equipos que llegaron en los últimos días, plantea con seguridad absoluta Leonel, quien está apremiado de verificar lo que ocurre en varios puntos del taller, sobre todo en el sitio en el que actúan los enrolladores.

A la par de la consagración del colectivo, se debe hablar también de su resolución y valor para laborar en condiciones poco favorables. Esto se entiende mejor tras conocer que el taller nunca ha contado con horno eléctrico para el proceso que facilita separar, de la carcasa de los motores, los componentes de los enrollados deteriorados.

En lugar de horno, usan unos fogones rústicos. Sobre ellos, una vez prendida la leña empleada como combustible, colocan directamente los motores. Así y todo, allí no pierden el humor y dicen que es «como cocinar caldosa sin caldero».

Comoquiera que la tomen, no es agradable la operación. Además, la vigilancia  debe ser constante, acompañada por cálculos razonados, para lograr, entre otras cosas, la temperatura requerida, porque de ser muy alta, el cuerpo metálico de las carcasas se recalentará y deformará.

Actualmente, disponen en el almacén de alambre para enrollar, pero la mayor parte es de los calibres adecuados para reparar motores de 1 kW a 7,7 kW. Con el fin de suplir la falta del alambre con el calibre adecuado para el restablecimiento de los motores de más de 10 W, apelan a la habilidad y los conocimientos, y logran combinar los que se tienen, hasta que los enrollados corresponden con los parámetros técnicos indicados por los fabricantes de los equipos eléctricos.

 

INQUIETUDES Y POSIBLES SOLUCIONES

Entre las muchas preocupaciones de los miembros del colectivo están los periodos, en los que cuatro de los ocho operarios del taller son declarados en interrupción laboral temporal, porque el bajo contenido de trabajo lo exige así.

«En esos momentos se corre el riesgo de que quienes están fuera, busquen un trabajo fijo en otras empresas estatales o privadas, que les aseguren mayores ingresos que los que logran aquí. Y mire que lleva tiempo formar un buen enrollador», acuña Leonel.

Eduardo Ricardo Pérez, Junior Alarcón Rodríguez y Ronald Hernández Rojas, a quienes se les reconoce destreza y buen hacer cada vez que toman en sus manos un motor o cualquier otro de los equipos que llegan al taller, comentan opciones con las que, tal vez, sea posible alejar el temido éxodo de compañeros de labor. Una posibilidad es volver a prestar servicios a terceros, o sea, clientes que no tengan que ver directamente con AzCuba.

Los tres recuerdan que, en una ocasión, desde la provincia de Matanzas, enviaron 14 estatores de unos componentes básicos de grupos electrógenos. Entonces el cliente puso los recursos para las reparaciones y el saldo final fue bueno para las dos partes.

Por ahora, nada parece extinguir la voluntad de trabajo del colectivo. Pero resulta inevitable volver a formular algunas interrogantes, sobre todo, al evaluar las complejas condiciones de trabajo, como la falta del mencionado horno y el uso de máquinas muy viejas que funcionan por las soluciones criollas para eliminar sus roturas. Una pregunta, sin duda, debe ser enfocada hacia las causas de la crónica falta de inversiones sustanciales en un establecimiento creado en 1962, sistemático cumplidor de los planes productivos que se ha trazado, y capaz de asumir hoy, sin miedo en sus integrantes, tareas de carácter regional y nacional.

Este trabajo no solo lleva esfuerzo, sino conocimientos y meticulosidad. Foto: Germán Veloz Placencia
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