La historia de las ideas en Cuba tiene en Francisco de Arango y Parreño a uno de sus exponentes mayores, no solo por el alcance político, económico, social y cultural de sus propuestas en los orígenes del pensamiento cubano, sino también por las contrapropuestas que generó en el escenario colonialista y esclavista de la sociedad cubana decimonónica.
Bajo el signo de la ilustración y el liberalismo, presentó su proyecto económico correspondiente a los intereses de la sacarocracia, élite cultural que no encontraba límites en la búsqueda del lucro y la ganancia. Su aspiración de convertir a Cuba en la Albión de América iba más allá de la labor que sostuvo en las instituciones de poder de la colonia: la Sociedad Económica Amigos del País, el Real Consulado de Agricultura y Comercio, entre los más importantes. Se aseguraba la modernidad en todos los terrenos de la vida social.
La inserción creciente de la Isla en el mercado internacional tuvo un escenario favorable: la Guerra de Independencia de las Trece Colonias de Norteamérica, la Guerra de los Siete Años, la Revolución Francesa, la Revolución Industrial inglesa, la Revolución Haitiana, entre otros acontecimientos que dispararon los precios de los principales productos exportables, y los convirtieron en una gran fuente de riquezas.
Se advierte que la generación de los finales del siglo XVIII e inicios del XIX, a la cual pertenecía Arango y Parreño, promotora de la esclavitud como un mal necesario para la producción cada vez más creciente de azúcar y café, se diferenció sustancialmente de la generación que se proyecta contra la esclavitud y profiere una profunda crítica a la sociedad colonial. De ahí la existencia, aunque breve, de la Academia Cubana de Literatura nacida en la Sección de Educación de la Sociedad Patriótica de La Habana.
Esta generación, formada en el Seminario de San Carlos, revirtió el poder de la razón propugnado por la ilustración, en la construcción de una racionalidad y una espiritualidad nuevas fundadas en la realidad cubana y americana. Se trata de los autotitulados jóvenes ilustrados formados en los claustros del Seminario de San Carlos, en los que se enseñaba filosofía electiva, constitución, economía y ciencias experimentales que anunciaban un vuelco en la ideología plantacionista hegemónica en el país. Se abría paso una concepción antiesclavista declarada abiertamente desde el fondo político, ideológico y filosófico de sus aspiraciones emancipatorias.
La explosión del concepto de libertad en el siglo XIX tuvo consecuencias diversas. Para unos era la libertad individual, y solo ella y para ella, la libertad sobre todo del comercio, del cultivo cada vez más intensivo a costa de la esclavitud y la dependencia colonial. Para otros, era la libertad colectiva, la de todos los componentes de la sociedad orientada al bien común. Era la defensa de la libertad en un mundo de prohibiciones, de censuras, de destierros. La tradición cultural, filosófica, social y política contiene esencialmente estas dos posiciones.
Los intelectuales contemporáneos a Arango y Parreño: Joaquín de Santa Cruz y Cárdenas, Tomás Romay Chacón, José Agustín Caballero, Nicolás Calvo de la Puerta y O’Farrill, Manuel de Tiburcio Zequeira y Arango, Luis de Peñalver y Cárdenas, Gonzalo O’Farrill Herrera, desde sus saberes específicos, militar, medicina, poesía, filosofía, poseían una concepción amplia de la cultura, e incursionaban en diversas zonas del conocimiento con el espíritu de complementariedad. En sus escritos se hace notar este modo de aprehensión de la realidad.
Esta generación fue deudora de nuestros historiadores del siglo xviii, como el Obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz (Historia de la Isla y Catedral de Cuba), José Martín Félix de Arrate (Llave del nuevo mundo. Antemural de las Indias Occidentales), Nicolás Joseph de Ribera (Descripción de la isla de Cuba), Ignacio José de Urrutia y Montoya (Teatro histórico, jurídico y político-militar de la Isla de Cuba y principalmente de su capital la Havana), que le aportarían un sentido de pertenencia, una razón histórica de existencia de una comunidad que sería la patria local. También lo fue de los ilustrados españoles Jovellanos, Feijóo, Campomanes, entre otros, cuyos conceptos filosóficos contribuyeron a la conformación de un pensamiento cubano fundacional, de una totalidad histórica. El Despotismo Ilustrado se entronizó desde el poder colonial y las transformaciones en todos los órdenes que abarcaron la sociedad cubana.
Si se profundiza en las bases formativas de pensamiento de Arango y de la generación a la cual perteneció, se descubre la influencia sostenida del pensamiento ilustrado de la época que, implícita o explícitamente, queda expresado en su obra. Es de importancia advertir que en los inicios del siglo xix cubano, las reformas políticas que se proyectaban, todavía incipiente la nacionalidad, se encaminaban al reconocimiento de la personalidad de la Colonia.
De este universo cultural es fruto el pensamiento político y económico de Arango y Parreño, con un especial énfasis en la economía política inglesa. En su Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla, en 1792, en el cual defendía el incremento de la mano de obra esclava en la explotación intensiva de la agricultura, el empleo de las tecnologías modernas en la mejor utilización de las tierras y la aplicación en ellas de la más moderna técnica, el libre comercio de esclavos, la disminución del peso de la usura en los préstamos necesarios para el incremento de la agricultura y de la manufactura, el libre comercio con naciones diversas, la rebaja de los gravámenes e impuestos sobre los nuevos ingenios azucareros, proyectó plenamente su pensamiento económico y político para Cuba.
Tuvo la visión acertada, sin embargo, de tratar de afrontar las consecuencias de la esclavitud en las plantaciones, con el fomento de una diversidad agrícola destinada al consumo interno, la formación de poblados a través de toda la Isla con el propósito de que surgiera un campesinado capaz de realizar estas labores. De estos poblados, profería Arango que «situados convenientemente serían un poderoso freno para las ideas sediciosas de los esclavos campestres».
Y para eso hubo de promover la inmigración blanca en el país. Con esto se produciría la llamada mezcla de razas que prepararía a la sociedad para una nueva producción, en la cual la esclavitud ya sería memoria.
En fragmentos de un discurso inédito declararía:
«Los que tienen la desgracia de nacer cuando ya se han olvidado sus derechos y su origen, no tan solo acostumbran a los errores reinantes sino que de ellos forman una especie de culto. Desgraciados aquellos que tratan de rehabilitarlos porque de cierto serán víctimas del fanatismo del estúpido orgullo o del interés. Romper las cadenas de esta esclavitud o restituir la libertad costaría, sin duda, más pena y más sangre que la que se derramó para establecer la esclavitud. Y solo fallaría esta regla cuando de repente se derrame sobre la nación una gran masa de luz que a todos los alumbre y a todos los separe de los apuros, de la tiranía, dejándolos amedrentados de su aislamiento y debilidad.
«La habitud tiene todavía más imperio sobre los hombres que el despotismo. Ella es la que los mantiene encadenados a sus antiguas instituciones por defectuosas que sean. / Y debe contarse por uno de los mayores esfuerzos de una nación, el de verla de repente cansarse de sus sufrimientos, fijando la atención en la causa de su desgracia y en los medios que la asisten para resistir la opresión y hacer pedazos el yugo que la mantiene en tan grande humillación».
El estadista y político prefería una transformación gradual de la sociedad, una extinción progresiva de la esclavitud. Temía a la mentalidad de servidumbre que no se elimina con decretos y a la soberbia de la tiranía en una sociedad completamente comprometida con esa oprobiosa institución.
Su destino como ideólogo de la burguesía cubana estuvo fijado siempre con el de los grandes propietarios, en defensa del Estado colonial que garantizaba la plantación esclavista en la Isla, y cuyo desarrollo permitiría, a la larga, dentro de esa estructura de poder, el tránsito hacia la sociedad burguesa, la expresión nítida de su conciencia de clase.
*Investigadora y profesora universitaria
COMENTAR
Héctor Miranda dijo:
1
22 de mayo de 2025
11:49:26
Responder comentario