Dibujar caricaturas, edificios, árboles y todo lo que se le pudiera ocurrir a un niño era la gran pasión de Andrés Olivera Ranero, quien a diario llenaba infinidad de cuartillas en las que volcaba su vocación infantil.
Aquella afición, de la cual nunca ha logrado desprenderse, resultó definitoria a la hora de escoger la carrera que quería estudiar. En la boleta no hubo segundas ni terceras opciones: «seré arquitecto», les dijo a sus padres, y estos asintieron sin el menor reparo conocedores de las aptitudes de su hijo.
Fue así que ingresó en el Centro Universitario José Antonio Echeverría, de La Habana, hasta 1975, fecha en que resultó el primer expediente de su graduación, lo que demostró la madera que había en aquel joven talentoso y sencillo como pocos.
Quienes han tenido el privilegio de ser alumnos del hoy Doctor en Ciencias Técnicas y Premio Nacional de Arquitectura 2025, lo describen como un profesional amable, respetuoso, y de tan actualizados y amplios conocimientos, que inspira respeto y admiración en sus alumnos y compañeros de labor, en la Universidad Central Marta Abreu, de las Villas, donde ha ejercido la docencia por más de 45 años.
En esa casa de altos estudios se ha desempeñado como Jefe del Departamento de Tecnología de la construcción, Vicedecano y Decano de la Facultad de Construcciones, hasta llegar a ser, primero, Vicerrector de investigaciones y posgrado, y luego, Rector de la prestigiosa institución villaclareña.
En aulas de pregrado y cursos de posgrado, el doctor Olivera, como todos lo conocen, ha discursado con toda sapiencia sobre tecnología y materiales de construcción, proyectos arquitectónicos, rehabilitación de edificaciones, construcciones sustentables y prevención de desastres en el medio construido, entre otros disímiles temas.
Con motivo del alto galardón recibido durante el año en curso, Granma fue al encuentro de este profesional de la Arquitectura, quien, gustoso, se decidió a compartir con los lectores aspectos de su vida personal y profesional.
–¿Por qué la arquitectura?
–Me crie en un medio intelectual, y aunque era bueno en Matemática, siempre quise esa carrera porque tenía muchas facilidades para el dibujo. Cuando terminé los estudios tenía varias opciones, la primera, quedarme en la Cujae como profesor; sin embargo, el hecho de estar casado con una villaclareña me trajo hasta Santa Clara, donde he hecho toda mi vida profesional.
–¿Comenzó su vida laboral en la Universidad Central o como arquitecto en alguna institución?
–La práctica fue muy breve. Fui ubicado como arquitecto en la empresa de proyectos, mas, el bichito de la docencia me perseguía, por lo que al cabo de una año ya era profesor en la Marta Abreu, de Las Villas, y hasta los días de hoy.
–¿Por qué ir hacia las aulas?, ¿no lo alejaba eso de la práctica profesional?
–Me gusta dar clases, trabajar con los jóvenes y transmitirles mis experiencias. Me siento muy feliz formando arquitectos, y experimento un gran entusiasmo al ver a las personas que uno ha formado, con un rol tan importante en la sociedad.
–¿Qué cualidades debe reunir un buen arquitecto?
–Le inculco a mis alumnos que el profesional de esta rama debe ser una persona muy completa y de una vasta cultura, porque le condicionamos la vida a los demás cuando proyectamos una urbanización en la cual van a residir miles de personas. Debe, además, tener sentido artístico, saber de nuestra historia, de las tradiciones, e incluso, adelantarse a su tiempo y prever cómo va a evolucionar el futuro. Tiene, también, que conocer de materiales, de estructuras, y poseer un sentido de servicio a la sociedad.
–En sus años de labor, ¿cuánto ha evolucionado la arquitectura?
–Mucho. Ahora los profesionales cuentan con diversas tecnologías que antes nosotros no teníamos. En estos momentos, con los elementos que ofrece la inteligencia artificial, pueden hacerse miles de cosas que antes no podíamos. Precisamente, esa es una de las grandes preocupaciones en mis clases, dotar a los alumnos de todos esos pertrechos que ha facilitado el desarrollo científico. En estos momentos se trabaja con nuevos materiales, y se hacen construcciones más sostenibles, con mejor aprovechamiento de los espacios.
–En Cuba se han hecho muy buenas obras arquitectónicas, y también otras que no son un buen ejemplo. ¿Qué opinión tiene al respecto?
–No se puede desconectar la obra arquitectónica de las circunstancias económico-sociales en las que se desarrolla, y tampoco de la historia. Buenas y malas las hubo siempre, y en todos los países. Ahora estudiamos las obras paradigmáticas de la cultura universal como el Coliseo Romano o Machu Picchu, por solo citar algunos ejemplos, las cuales coincidieron con otras más utilitarias, emergentes, que nunca trascendieron.
«Luego del triunfo de la Revolución, hubo un enfoque más social. Se dio una arquitectura muy interesante, sobre todo la vinculada a la vivienda, con la que se forjaron urbanizaciones de mucha calidad como el barrio Pastorita, de Santa Clara, o la Escuela de Arte Cubanacán, entre otras.
«Después vino la muy criticada etapa de prefabricación, muy vinculada a las necesidades sociales de aquella época, en la que era necesario construir muchas viviendas y escuelas en el campo en poco tiempo. Creo que hubo un abuso de esa tecnología.
«Ahora estamos en una etapa muy peculiar, marcada por la escasez de recursos, lo que exige ser más creativos a la hora de utilizar materiales alternativos como el barro, la arcilla y la cal, entre otros, lo cual no quiere decir que se justifique la chapucería».
–Luego de 47 años como arquitecto, ¿qué le falta por hacer?
–Me faltan por hacer demasiadas cosas para el tiempo que me queda. Creo que hay que seguir trabajando en la formación de posgrados; crear maestrías en la producción de materiales y gestión del hábitat con un perfil social; impulsar el desarrollo local y la conciliación de la producción de alimentos a nivel urbano con el propio desarrollo sostenible de las ciudades, entre otras tareas que me consumen casi todo el tiempo.
–¿Cómo quisiera que lo recordaran sus alumnos?
–Nunca he pensado en eso, pero bueno, si tuviera que decir algo, sería que me recuerden tal y como me ven hoy, como la persona afable y sencilla que lo ha dado todo con tal de que sean hombres y mujeres de bien.
–Recibir el Premio Nacional de Arquitectura 2025, ¿qué significó para usted?
–Creo que es un galardón demasiado rimbombante para lo que he hecho. No cultivo el currículo para que me reconozcan, sino para estar satisfecho conmigo mismo. De todos modos, agradezco ese reconocimiento que me compromete a continuar viviendo para la arquitectura.



















COMENTAR
Arq.Eduardo González - Camero Márquez dijo:
1
12 de mayo de 2025
09:23:51
Responder comentario