Lo que nunca falla

La matemática sí se equivoca, falla o al menos puede «prestarse» para confundir. Acaba de suceder este 1ro. de Mayo con quienes echaron numeritos a favor de una merma cuantitativa y hasta cualitativa en la aritmética social del desfile.

Pues nada, si alguien apostó en esa «in-dirección», perdió su platica sin derecho a reclamación porque, si busca en internet imágenes de Sancti Spíritus, Las Tunas, Ciego de Ávila, Pinar, Santiago, Isla de la Juventud o La Habana… ¡qué caramba, en toda Cuba! podría comprobar la cantidad de personas avanzando en torrente humano hacia las plazas.

Hablo de números. Si nos metemos en los corazones del desfile… ¡Por favor!

No sé si habrá sido uno de esos ejemplos hipotéticos con que se suelen graficar las buenas intenciones o si fue resultado de «cosas que se piensan en voz alta»; lo cierto es que la sugerencia del movimiento obrero espirituano prendió de tal modo que… ¡cada sindicato marchó –de «plantilla»– con una conga! No hay que ser profeta para visualizar el efecto en su desbordada dimensión. Los lentes, por miles, hablan.

Vivimos momentos extremadamente tensos, difíciles, con escaseces enormes, imperativo de mayor correlación entre salario, poder adquisitivo y satisfacción de necesidades básicas; ansias de sepultar los apagones con la luz que siempre hemos tenido para todo… pero conchooo, qué manera de la gente disfrutar la jornada, hacer ondear banderas, levantar carteles, cargar niños en hombros, poner en vuelo coloridos globos y blancas palomas (si exagero o miento, mándenme a parar aquí mismo), y de sacar –no sé cómo o de dónde– tanto pulóver y tejido en general, con los tres inseparables e indivisibles colores de la bandera cubana…

Y de bloque a bloque, la cuchara de albañil nivelando una superficie que llevamos más de seis décadas puliendo, para que nadie tropiece, para que nada detenga el avance, y para que solo resbale, caiga y no pueda volver a levantarse jamás un solo siniestro personaje: ese bloqueo con que el imperio pretende colapsar nuestros pulmones, el compás con el que late la vida del país y las arterias por donde único puede fluir la riqueza verdadera de una nación: el trabajo.