ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Archivo de Granma

Guillermo Moncada era un apuesto joven negro de 27 años cuando recién iniciaba la Guerra Grande, en 1868. Se alzó en la manigua bajo las órdenes del general Donato Mármol. Sus compañeros de armas lo llamarían Guillermón, por su estatura y coraje en las batallas.

Bastó un mes de desiguales combates contra el ejército español para que ganara un ascenso y se desempeñara como Segundo Jefe de su tropa.

(…) Había nacido en Santiago de Cuba, antigua calle Salvador, cerca de la Iglesia de Trinidad, en las puertas del hoy barrio de Los Hoyos, el 25 de junio de 1841. Su extraordinaria inteligencia y valor suplían la instrucción elemental, única a la que podía acceder un niño de su condición en esa época esclavista.

General de tres guerras, combatió junto a Máximo Gómez. A raíz de conocerlo (1870), el Generalísimo dijo: «Este Guillermón vale mucho, además de muy valiente, tiene dotes de mando y gran habilidad estratégica (...) Si no lo matan, llegará muy lejos». Fue subordinado de Calixto García, incursionó como experto guerrero en Camagüey y regresó a Oriente con Antonio Maceo, en 1874.

Son numerosas las hazañas de Guillermón, pero una de las más famosas lo constituyó «el duelo».

Ascendido a jefe de una tropa, se le ordenó que tratara de evitar los abusos que venía cometiendo, en la jurisdicción de Guantánamo, el desdichado cubano Miguel Pérez y Céspedes, quien al frente de su guerrilla española asolaba los cafetales cuyos dueños eran adictos a la causa de la libertad, y los custodiaba y defendía cuando eran sus dueños amantes de la colonia.

Se cuenta que Guillermón, en marcha por un camino, encontró un papel en el que se leía: «A Guillermo Moncada, en donde se encuentre. –Mambí: No está lejos el día en que pueda, sobre el campo de la lucha, bañado por tu sangre, izar la bandera española sobre las trizas de la bandera cubana.– Miguel Pérez y Céspedes».

Al dorso del mismo papel, dicen que Guillermón escribió y dejó caer luego en el mismo sitio: «A Miguel Pérez y Céspedes, en donde se hallare.– Enemigo: Por dicha mía se aproxima la hora en que mediremos nuestras armas. No me jacto de nada; pero te prometo que mi brazo de negro y mi corazón de cubano tienen fe en la victoria. Y siento que un hermano extraviado me brinde la oportunidad de quitar el filo a mi machete. Mas, porque Cuba sea libre, hasta el mismo mal es bien.– Guillermón».

Las tropas de Guillermón y de Miguel Pérez se encontraron en una zona ocupada por los cafetales de Guantánamo. El jefe español atacó al cubano. Pero el cubano, después de cinco horas de rudo batallar, ordena una carga al machete, entrando él primero, por entre las huestes contrarias, dando voces de aliento a sus mambises, y despedazando al enemigo. En la lucha, cuerpo a cuerpo, cayó Miguel Pérez y Céspedes. Con el parte del combate, rendido al General Gómez, le envió Guillermón las insignias militares del terrible jefe de las escuadras de Guantánamo.

Junto al Titán de Bronce, el General de Brigada Guillermo Moncada rechazó el Pacto del Zanjón y fue uno de los hombres de la Protesta de Baraguá.

Después participaría en la Guerra Chiquita, la revolución del 79. Moncada, fiel a su juramento, volvió a la lucha (…). En la Guerra del 95, era Mayor General, aunque entonces salió al campo de batalla con los pulmones deshechos por la tuberculosis, enfermedad que comenzó a invadir su cuerpo entre las cárceles españolas después del Zanjón, y el cautiverio en una fortaleza militar y cárcel en Santiago de Cuba, que después en la República se le dio su nombre: Cuartel Moncada.

Fue el propio José Martí quien designó a Guillermón, jefe de la provincia de Oriente para convocar el inicio de la Guerra del 95. Guillermón era el líder indiscutido del independentismo en el sudeste del Oriente cubano, y el jefe de mayor prestigio allí, en ausencia de Antonio Maceo.

Después de dar la orden de alzamiento en Santiago de Cuba, el Mayor General Guillermón Moncada se trasladó a Alto Songo, donde se alzó, justo el 24 de febrero de 1895. Entonces Guillermón, sintiendo próxima su muerte, imparables las hemoptisis, confió la jefatura al Mayor General Bartolomé Masó.

Tal vez fue uno de los actos más valiente y a la vez doloroso de su vida: reunió a su Estado Mayor y entregó el mando a Masó. Moriría en el campamento de Joturito, por Alto Songo, Santiago de Cuba, el 5 de abril de 1895.

 

Publicado en Granma, en junio de 2011

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

Lazaro dijo:

1

5 de abril de 2025

15:01:44


Honor y gloria.