ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Ser internacionalista «me ha ayudado a formarme como profesional y, sobre todo, como ser humano», dijo el doctor Leoner Carpio. Foto: Cortesía del entrevistado

Anzoátegui, Venezuela.– Afuera se siente la brisa decembrina que acaricia en la madrugada. Adentro, a pesar de la climatización, corren gruesas gotas de sudor en las sienes de un joven ginecobstetra, residente de cuarto año.

En el quirófano, las lámparas sobre el equipo quirúrgico. Pareciera que las luces vigilan cada decisión, sin oportunidad para el titubeo. Sobre la mesa de operaciones, un performance que no admite ensayos: no queda brecha para la suerte, la vida y la muerte prueban fuerza.

En el CDI Camilo Cienfuegos, del estado de Anzoátegui, el doctor Leoner Carpio López recibió –proveniente del lejano Delta Amacuro- «una paciente de 36 años con 24 horas de evolución, un cuadro de dolor abdominal, menorrea imprecisa y sangrado vaginal». En la ecografía que inmediatamente se le realizó no se encontraron indicios de la causa. Sin embargo, a pesar de la juventud, el galeno fue certero en su siguiente procedimiento.

Junto a los especialistas de Cirugía, Medicina Interna y Anestesiología se aventuró a realizar una laparotomía exploratoria, en la que encontraron un embarazo ectópico ovárico no complicado. Se le practicó entonces, a la paciente, una recepción en cuña del ovario derecho. Nada había quedado al azar. Lo que bien había aprendido en las aulas de su tierra natal –Cuba– lo puso en práctica en la patria de Bolívar y de Chávez.

Al amanecer, la angustia de unas horas atrás había quedado en el pasado. Mas los avatares de la profesión lo llevaron nuevamente al salón de operaciones, ante un caso de apendicitis aguda. Aunque no es cirujano general, dio el sí inmediatamente. No había nada que pensar. Una vida estaba en riesgo y él estudia Medicina para salvarla. Ha sido esa su verdad desde que optó por tan sacrificada profesión.

En medio de los estudios de la especialidad, fue convocado para cumplir misión internacionalista en Venezuela, lo cual lo «ha obligado» a probarse con lo que ha aprendido, y con los nuevos conocimientos que adquiere día a día. «Esta misión ha puesto en mis manos una responsabilidad fuerte, a la vez que me ha ayudado a formarme como profesional y, sobre todo, como ser humano». 

El doctor Leoner Carpio cuida sus manos al conversar. Las sabe sanadoras, al mando de los hilos que salvan vidas, y ha encontrado en este país la oportunidad de explorar en otros campos de las ciencias médicas. «Es una oportunidad que agradezco, porque impacta en mi formación integral. La Medicina es algo maravilloso –asegura–, es la ciencia de curar, y en Cuba hemos aprendido que se trata de eso».

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