ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El 24 de febrero de 1895 lo tenemos que ver como una revolución por la independencia de Cuba del yugo colonial español. Foto: Archivo de Granma

Las luchas independentistas «de machete y teas», iniciadas en La Demajagua en 1868, tuvieron el 24 de febrero de 1895 ese reinicio fecundo que definió la continuidad de lo que ha sido la única Revolución Cubana.

Concebida para alcanzar la libertad de Cuba, la gesta pretendía apoyar la de Puerto Rico y evitar que Estados Unidos cayera, «con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América», lo que marcó su profundo carácter latinoamericanista y antimperialista.

Sería la concreción del sentimiento y el pensamiento visionario de un José Martí que jamás pensó, solamente, en la independencia de Cuba, sino en la posibilidad de contribuir con ella a un empeño mucho mayor.  El Apóstol dedicó mucho a estrechar los lazos entre cubanos, dentro y fuera de la Isla, y a demostrar, como nunca antes en la preparación de la guerra, que sin unidad no habría la mínima posibilidad de triunfo.

EL REINICIO

Fueron 35 las localidades orientales que se alzaron ese día. En la actual provincia de Santiago de Cuba, por ejemplo, Guillermón Moncada se pronunció en Alto Songo; Silvestre Ferrer incendió el poblado de Loma del Gato; Quintín Banderas levantó a San Luis; Alfonso Goulet en El Cobre; Victoriano Garzón en El Caney; Manuel La O Jay y Félix Cayamo en Palma Soriano. Sin embargo, la historia exalta a Baire como el sitio que puso nombre el levantamiento en armas contra el yugo colonial de una nación que seguía siendo –como dijera mucho antes Carlos Manuel de Céspedes– gobernada «con un brazo de hierro ensangrentado».

Cuatro siglos de férreo colonialismo, de esclavitud, que habían pisoteado el derecho de Cuba y los cubanos a ser libres, justificaban el hecho de que la única vía era la toma de las armas.

Fue la Guerra Necesaria, como hizo constar el Manifiesto de Montecristi, no «contra el español, que, en el seguro de sus hijos y en el acatamiento a la patria que se ganen podrá gozar respetado, y aun amado, de la libertad»; fue una contienda por la soberanía del país que moría esclavo.

UN GRITO QUE SIGUE VIGENTE

Del legado de la Guerra Necesaria, el primero es la importancia de preservar, sobre todo, la unidad; el segundo ganar, a pensamiento y con acciones concretas, cada nueva batalla que nos presenten, como estas de hoy en el terreno ideológico; el tercero, confiar siempre en nuestra fuerza para corregirnos y hacerlo todo cada vez mejor, desterrando los lastres del desorden y el acomodamiento. En ese sentido, hemos emprendido una guerra necesaria contra todo lo que afecta el normal desarrollo de la vida socioeconómica del país.

La historia patria ha de recordarnos siempre el objetivo esencial de nuestra lucha, que no se trata solo de libertad, sino de conquistar cada día la mayor justicia posible, de elevar la dignidad de los hijos de esta tierra, y de sumar a todo aquel que venga dispuesto a poner el corazón por el bien colectivo.

El Apóstol, que no concebía la vida del hombre sin la lucha por el mejoramiento humano, advirtió que no se tiene el derecho del aislamiento: se tiene el deber de ser útil, porque «el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber».

Hoy también tenemos guerra necesaria, en tiempos en que la reafirmación de principios y el rescate de valores son las tareas principales. No hay tesoro más valioso ni arma más poderosa que el compromiso que, a sabiendas de los retos, asume una persona con su Patria, que es como asumirlo consigo mismo.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.