Desde la altura del Alma Máter hasta los bajos de la escalinata, hasta los planos bajos de una calle ancha, hasta la parte baja de lo que fue una cantera, de piedra, de caliza que agrietaba la piel, un infierno de grilletes en que pusieron al casi niño para que se desdijera, para que se tragara sus palabras, el honor, el orgullo… Hasta allí fue una luz, anoche.
Allí late el recuerdo del casi niño que llevaron a morir, con sus ideas, pero fraguaron un hombre con la idea como raíz, y la palabra y la acción como rayos de una misma luz.
Y hasta allí fue esa misma luz, anoche, como va todas las noches de 27 de enero; hecha pueblo, juventud, historia; la misma luz que se hizo muchas luces «en el año de su centenario», y que vuelve cada año en manos nuevas, escalinata abajo, calle abajo, a la orilla de la piedra en que un niño se hizo hombre.
Para los pueblos dignos hay circunstancias tan duras como las piedras; pero si tiene hombres-luces, no hay fuerza ni amenaza ni yugo que lo someta…
José Martí es para Cuba un legado que arde, y los tiempos difíciles… una fragua.




COMENTAR
Responder comentario