ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Yander Zamora

Lo primero que sobresale es la intensa y auténtica entrega de públicos y la capacidad de convocatoria de Silvio con vecinos y pobladores  tan difíciles y sorprendentes.

Alejandro Ramírez Anderson filmó, durante dos años, 34 conciertos, y en sus manos tiene 200 horas de rodaje; pero ninguno de estos datos revela el impacto y la naturaleza de la acción cultural que registra. 

Canción de barrio no fue –ni es– una excusa para acercarse a un entorno social duro y áspero de la periferia, de los márgenes. Nadie se lo imagina, pero está ahí. El filme nos emplaza.

Lo acabo de volver a ver y –como la primera vez– ahí está Santiago Álvarez que aplaude, salta de alegría en su butaca porque han regresado sus temas y sus inquietudes por el entorno social; es un volver a vivir los noticieros, sus bandas sonoras; es recordar documentales que se implicaban, desde el cine, en la realidad social cubana; imágenes en la memoria que nos permite recordar, o mejor, no olvidar.

La noticia es que aquellos escenarios tan llenos de problemas empiezan a cambiar. Viven días donde los sueños y esperanzas se tocan con las manos y así, otra vez, los barrios son protagonistas principales y absolutos.

En las dos acciones creativas que narro es evidente una autonomía. Los propósitos de Silvio y sus músicos son claros: compartir y cultivar el espíritu con canciones que fueron creadas en otras circunstancias. Acercarse, cantar en barrios para gente menos favorecida, se convierte en una experiencia sobrecogedora. El equipo de rodaje no evade ese escenario de carencias materiales, al contrario, está ahí, y filma, pero lo que subrayan es el factor humano, la cámara no se endulza con las texturas que abundan.

Sobresale el uso del plano general que testimonia sin enfatizar. Hay un momento en que se desata una riña confusa entre mujeres, interviene la policía, pero la cámara no subraya nada, solo muestra la escena, y en este plano general podemos intuir una violencia subyacente.

Otra escena: un hombre sostiene la mirada de su perro. ¿Habrá mejor solución fotográfica para apresar el drama de la soledad o de la desesperación? Es un  sorprendente momento que, gracias al cine, nos queda para siempre.

Los conflictos de los indocumentados, orientales o no, viviendo una vida virtual, sin dirección postal, testimonian sin estridencia un problema.

Asistimos al esplendor del cinema verité o free cinema, y lo atestiguan las entrevistas directas y esenciales que sacan a la luz las causas de unos y otros: uno dice que allí nació, hace 41 años, y no ve «la luz al final del túnel»; otra protesta por el café mezclado, lo hace llena de risas y sarcástico humor, y aquel otro que en medio del público dice que le reclamará a Silvio que no interpretó «… la ciudad se derrumba y yo cantando». Hasta este punto se han ido conjugando emoción, reflexión y, sobre todo, información.

De esa manera queda establecido que el ámbito social es el personaje principal y que la música, las canciones de Silvio, van subiendo de tono y encuentran eco en cada público. El piano de Frank Fernández nos explicita una vaga y persistente necesidad espiritual de la que no somos, a veces, ni conscientes. En ese público y en esos barrios problematizados, llenos de carencias, está la esencia de hacer esta acción desde la creación.

Si el concierto se propuso ir al encuentro de ese público en su entorno real y cotidiano, entonces el documental no podía (y no lo hace) obviar esa premisa; por eso la cámara no está centrada en el escenario, se mueve y busca, encuentra esas vidas, invade su intimidad, sus sueños, pesadillas y esperanzas, y logra una armonía que ensambla perfectamente a los dos actores principales: la música y el entorno social.

Mientras tanto, las canciones de Silvio se van trenzando, saboreadas, memorizadas por la gente de cada barrio, por niños y adolescentes blancos y negros, de pechos descubiertos y bien torneados, peinados y vestidos a la moda; un universo que avanza hasta convertirse en un único concierto y, a pesar de la multiplicidad de escenarios (tarimas), acaba siendo un solo gran concierto. Todos llegamos a un clímax: Omara Portuondo dice que «la era está pariendo un corazón». Nos llama «a acudir por cualquier casa, por cualquier hombre». La canción nos pide ir corriendo y nos convoca, antes y ahora, «pues se cae el provenir».

Foto: Archivo
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María Isabel González dijo:

21

13 de octubre de 2021

07:53:01


Este artículo es tan maravilloso como el documental y como lo ha sido, durante dos años, esta gira de Silvio y sus acompañantes por los barrios. Me siento muy conmovida y agradecida. Es una genial idea que se haya presentado el documental y este texto en medio de la Jornada por la Cultura Cubana. Muchas gracias.

Santiago dijo:

22

13 de octubre de 2021

14:52:16


Estos barrios no sólo son en la Habana, están en todo el país donde cada día la situación de los pueblos es más difícil. La falta de trabajo, oportunidades, desarrollo de cada municipio es cada vez peor por lo que muchas personas deciden emigrar a cualquier parte. Soy de Ranchuelo, allí la Fábrica de Cigarro "Ramiro Lavandero" orgullo ranchuelero ha dejado menos turnos de trabajo, de los 4 Centrales Azucareros que convirtieron a Ranchuelo en Capital del recobrado, solo queda uno. Los demás Batey parecen hoy pueblos fantasmas, donde años atrás eran el centro de la vida de nuestro pueblo. Estas también son causas de emigrar, en este caso a la Habana donde pueden emerger barrios como los que nos muestra el documental. Tampoco se puede esperar una intervención directa de los dirigentes del país, cada servidor público debe tener vocación de servir, resolver los problemas de su comunidad y al Estado darle las herramientas para su mejor trabajo. Pero sobre todo decir las cosas en su momento, 7 años es un poquito de retraso... Creo

Herminia dijo:

23

14 de octubre de 2021

15:23:33


Muy buenos ambos: documental y artículo sobre el tema en particular. Me alegro mucho de que estas obras puedan ser uno de los vehículo de denuncias sociales que tanto necesitamos para hacer las cosas de verdad, con la sinceridad que necesita nuestra realidad, sin complacencias para los que miran hacia otro lado y se escudan en cosas que laceran la dignidad de nuestro pueblo. Los procesos que hoy se acometen en estos barrios son muy nobles y esperemos que puedan palear en algo tanta desesperanza. Yo como cubana que adoro mi tierra, y que he dado lo mejor de mi en lo poco que he hecho, siento que debe existir un compromiso mayor para que estas cosas desaparezcan, y que los responsables no sigan impunes riéndose del pueblo. La situación económica del país es una cosa, la despreocupación y la indolencia ante los problemas y el aprovechamiento de responsabilidades para lucrar, delinquir y vivir a costa del pueblo es otra cosa bien distinta.