La primera vez que pelé una vianda aún no me sabía la tabla completa de los productos ni me había leído hasta el final el libro de Historia de Cuba. Sin embargo, no necesitaba explicación para aquello que año tras año festejábamos en esa cuadra de la calle Alameda, allá en Pinar del Río.
La escalera de mi casa estaba repleta de vecinos preparando la caldosa y los adornos, otros estaban barriendo, pintando o acomodando la leña. Era un 28 de septiembre. Había fiesta. Desde el balcón más alto, la bandera de la estrella solitaria nos miraba trabajar a todos juntos.
Yo quise ayudar, pero en esa ocasión, como en muchas otras, no llegué con éxito al final de mi tarea, lo cual no me importaba, porque mi aporte de verdad era formar parte de la «comisión de embullo» de los niños del CDR para protagonizar la actividad cultural.
En cuanto comenzaba a oscurecer, las casas quedaban vacías. Las familias iban llegando al portal de Evidia con un plato vacío, y otro lleno, cuyo destino sería una mesa enorme repleta de recetas caseras. El cake nunca faltaba.
En mi barrio descubrí que me gustaba recitar, modelar, bailar. Siempre bajo la tutela de mi mamá, lo mismo declamábamos un poema del Indio Naborí, que montábamos una coreografía con el tema de despedida de la novela Destino prohibido o de algún grupo musical que nos gustara. La mejor parte era que teníamos un público que siempre nos aplaudía.
En mi cuadra vencí la timidez fuera del escenario para avisar casa por casa cuándo había trabajo voluntario o reuniones de rendición de cuenta, participar en la patrulla clic o custodiar las urnas en las elecciones. También en los encuentros entre vecinos aprendí a hacer actas y fui hasta otras comunidades con mi proyecto de la escuela sobre energía y medioambiente para realizar debates educativos.
Definitivamente, mi barrio no me enseñó a hacer la caldosa que tanto me gusta, sino que me mostró cómo trabajar en equipo y cuán importantes son los vecinos, porque no vivimos en una burbuja, sino que cada familia está rodeada de otras con las que comparte el tanque de agua, la escalera, la escuela del hijo, la bodega, la acera, el entorno y, además, la fiesta del CDR, las guardias nocturnas, el poquito de sal para los frijoles, las victorias y derrotas del equipo de pelota.
Para el próximo año, cuando controlemos la COVID-19, espero poder ir a mi cuadra de la calle Alameda y pelar las viandas el 28 de septiembre, y ver a los niños recitar un poema.


 
                        
                        
                        
                    





 
     
    










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Eduardo dijo:
1
28 de septiembre de 2021
06:01:44
Lisardo dijo:
2
28 de septiembre de 2021
08:05:46
zule dijo:
3
28 de septiembre de 2021
15:36:32
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