Los jóvenes universitarios andan inmersos en los escenarios más diversos de la sociedad. Dotados del interés y de una valentía típica de la edad, de un innato afán de justicia y de una inteligencia que se ha afinado con muchos estudios, se fueron a ayudar a los hospitales, a lugares del país donde ha habido alarmas con la COVID-19, y a comunidades donde hace falta la mano restauradora y amorosa de la Revolución.
En todo eso se piensa si se es testigo de un encuentro como el que tuvo lugar este viernes entre el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y estudiantes y profesores de la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría, Cujae.
Cuando en horas de la tarde el Jefe de Estado llegó al Complejo de Investigaciones Tecnológicas Integradas (CITI) de la Cujae, a un intercambio que ya es el tercero de ese tipo y en igual recinto –el cual contó con autoridades del Partido y del Gobierno de la capital, con dirigentes juveniles y estudiantiles, así como con docentes y representantes de todas las facultades–, Díaz-Canel dijo: «Saludos, aquí estamos, tienen la palabra».
Ese fue el pórtico para que estudiantes actualizaran al dignatario sobre cómo ha sido, por ejemplo, el paso de ellos por comunidades del municipio capitalino de Marianao, allí donde han hecho diagnósticos de situaciones complejas y de necesidades que presentan numerosas familias.
Los sensibles alumnos, con una mirada ingenieril y un enfoque que pondera el orden y la eficiencia, quisieran arreglar problemas hidráulicos, constructivos, de trámites legales; quisieran levantar a los más necesitados, y rearmar, como expresaron, la confianza de las personas en que sus problemas sí pueden resolverse.
Ellos quieren ir más allá del diagnóstico y acompañar a los pobladores en la concreción de las mejorías. Es un enfoque en el cual los universitarios coinciden totalmente con el Presidente cubano, quien quiso saber detalles sobre esas comunidades: desde los estados de salud hasta los niveles de incorporación al trabajo.
Son muy jóvenes los estudiantes y profesores que compartieron con el dignatario una admirable claridad sobre cómo fortalecer el poder popular, o sobre cómo visibilizar a los líderes de los barrios, o sobre cómo articular los desempeños de las instituciones.
«Tenemos que hacer partícipes a las personas de la solución de sus problemas», insistieron ellos, los mismos que en estos tiempos han estado en hospitales, organizando almacenes, limpiando en zonas rojas, dando ánimos a pacientes de la COVID-19, queriendo informatizar centros del sistema de Salud, queriendo poner todo el conocimiento posible en función de levantar un país.
Ellos les han puesto la vara bien alta a las entidades que deben funcionar mejor, o a quienes parecen estar dormidos. Ellos saben que la Revolución, desde que existe, ha hecho correr por sus arterias la vitalidad de los jóvenes.
A ellos, que han tenido sus debates y que han dejado claro estar por el consenso y por la paz, contra el vandalismo o la injerencia imperial, Díaz-Canel les habló de una Cuba que resiste todo embate y a la que, para salir de la adversidad, «hay que ponerle corazón, que es ponerle la vida».






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