ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Acto de reafirmación revolucionaria efectuado el 18 de julio en La Güinera. Foto: Tomada de Facebook

De terror, de miedo, como algo que solo habían visto por televisión, describen los vecinos cercanos a la estación de policía del consejo popular de La Güinera, en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo, los sucesos ocurridos el pasado 12 de julio en esa localidad.

Grupos delincuenciales, en el trayecto hacia la unidad policial del territorio, incitados a agredir a sus efectivos y destruir la instalación, cometieron actos vandálicos contra la infraestructura pública y privada, y agredieron a la población, que salió a contrarrestarlos, y a las fuerzas del orden público que los interceptaron.

Varios detenidos, agentes policiales y pobladores lesionados y la muerte de un ciudadano del grupo agresor, fue el saldo lamentable de estos hechos, que pusieron en peligro la integridad de los habitantes de la zona.

«A mí me impresionó lo que estaba mirando, porque yo nací con la Revolución y jamás había visto cosa semejante; me puse nerviosa, me aterroricé, hasta mi hija se puso mal y la chiquitica (la nieta) empezó a llorar; no entendía por qué esa agresividad; si usted quiere reclamar algo hay muchas formas de hacerlo», comenta, aún asustada, Ana Cuesta Bocourt, vecina de uno de los edificios aledaños al lugar de los acontecimientos.

Sin embargo, una semana después –el domingo 18 de julio– el pueblo de La Güinera se volvió a alzar, pero esta vez sin vandalismo, sin disturbios, sin agresiones; y esta vez fue en apoyo a la Revolución, al Primer Secretario del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, a la independencia nacional, a la no injerencia externa y contra el odio.

Los «incitadores» de tal acontecimiento fueron las máximas autoridades de la provincia junto al Héroe de la República y coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), Gerardo Hernández Nordelo, güinerense de nacimiento; en tanto los «manifestantes» fueron los habitantes de la localidad, gente común, quienes viven con dificultades, y hasta diferencias de pensamiento, pero conscientes de que la violencia y el odio no son el camino correcto y que la soberanía del país no se negocia bajo ninguna circunstancia.

Hoy, ya en relativa calma, La Güinera vuelve a ser el barrio que, a pesar de los problemas, guarda una historia que no merece ser olvidada y le espera un futuro que puede ser mejor si se lo propone.

 

 

UNA COMUNIDAD VISITADA POR FIDEL

Esperanza Despaigne Lopeztegui, presidenta del CDR número 5 de la zona 108, de esa localidad, recuerda cómo era la comunidad antes de 1959, y en lo que se convirtió después, con la Revolución. «Nuestra comunidad era enteramente marginada. Contábamos con un único servicio clínico en las afueras, y una pequeña escuela de dos aulas; pero afortunadamente tuvimos y tenemos un Fidel, quien el 26 de noviembre de 1986 convocó a que comunidades como estas fueran transformadas».

Entonces maestra de profesión, Esperanza, junto a otras cinco mujeres, lideradas por Josefina Bocourt, fundaron el movimiento de microbrigada, del cual salió la mayor parte de las obras con las que cuenta actualmente este barrio. «Lo primero que construimos fueron seis consultorios médicos. Posteriormente, un espacio que había a la salida de la comunidad lo convertimos en círculo infantil.

«Estos edificios fueron construidos por manos de las mujeres. Fuimos incorporando posteriormente a nuestros hijos y esposos, pero las mujeres, como hacedoras de cosas bellas que la Revolución nos ha enseñado, fuimos sumando y sumando, y con nosotras se incorporaron, luego los hombres», afirma.

«Nuestro Comandante en Jefe estuvo de visita aquí 14 veces. Yo soy la maestra de La Güinera; la maestra que Fidel buscaba aquí soy yo», dice con orgullo, Esperanza.

Ileana Macías Pulido, la carismática señora vestida de blanco que abrazó a Gerardo y habló espontáneamente en el acto del 18 de julio en apoyo a la Revolución, también fue protagonista de la microbrigada que levantó, con mucho esfuerzo y trabajo, varios de los centros con los que cuenta hoy esta parte de la capital.

«Cuando nosotros empezamos a trabajar aquí, en la microbrigada, esto era marabú; y donde hicimos el acto era una laguna, en la que caía un chin chin y ya el agua con fango estaba en la calle. Para salir a la calzada teníamos que llevar una jabita con los zapatos de salir», recuerda.

Reflexiona esta güinerense de nacimiento que a algunas personas se les han olvidado cosas y, de vez en cuando, es bueno recordárselas, para que piensen en los cambios, «porque todo no es perfecto, no en este país, en ninguno; en todos los lugares hay dificultades y deficiencias, pero tenemos que resolverlas nosotros, no tiene que venir nadie de afuera a ayudarnos a resolverlas; no tenemos que ser violentos para reclamar un derecho».

Por tal motivo, la presidenta del CDR número 15, de la zona 50, asegura que «el pueblo de La Güinera –y me tomo el derecho de hablar así– está muy apenado por las cosas que pasaron aquí, porque ese no fue el pueblo de La Güinera. «Todo el mundo tiene derecho a tener su opinión política y hay que respetarla, porque todos no podemos pensar igual, pero la violencia no es la forma de reclamar un derecho; el derecho se reclama con la razón, con la convicción, y esas personas lo que hicieron fue agredir, faltar el respeto. Me sentí muy impotente, porque no es fácil ver cómo se destruye de esa manera lo que tú has creado con esfuerzo, lo que has ayudado a convertir en realidad», alega.

 

LA GÜINERA ENFRENTA SUS PROBLEMAS

No pueden obviarse los problemas sociales que presenta esta comunidad capitalina y que abarcan desde la población migrante no legalizada, desabastecimiento, déficit de viviendas y desempleo, entre otros, hasta la pandemia de la COVID-19...

Según Yoandra Velázquez Nápoles, presidenta del consejo popular, aunque queda mucho por hacer, algunas dificultades se han ido resolviendo dentro de lo posible y a pesar de las limitaciones del país, como, por ejemplo, la ayuda monetaria a las madres con tres niños, o la incorporación al empleo u otras actividades a la población en edad laboral desvinculada.

Ileana Macías considera que tienen dificultades, «la gente está disgustada con sus delegados, porque no ven el trabajo que ellos puedan estar haciendo; quieren resolver cosas y el delegado no les llega; entonces, ¿qué es lo que les llega?, la intriga de la gusanería, ¿y qué pasa?, quien no esté bien definido se deja llevar.

«Hay que atender a la persona, hay que escucharla, llegarle, tocarla, darle el trato que lleva», manifiesta Ileana, consciente de que, con un poco de atención y empeño de todos, su barrio puede volver a ser el mismo que a finales de los años 80 levantó consultorios médicos y más de diez edificios multifamiliares para el bienestar de sus habitantes.

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