Cuba se puso, este miércoles, la mano en el corazón, y alzó la frente para fijar la mirada allá donde el ejemplo de Haydée Santamaría y Melba Hernández, las heroínas por las que Fidel dijera en su alegato en el juicio del Moncada: «Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana».
A la entrañable Melba, en el centenario de su natalicio, y a la querida Haydée, en el aniversario 41 de su muerte, dedicó el pueblo de esta Isla un homenaje profundo, condensado en ofrendas florales de azucenas y rosas –que a ambas gustaban tanto–, las cuales fueron colocadas ante el panteón que guarda sus restos, juntos al de otros 41 compañeros de la gesta del 26 de julio de 1953, en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia.

Para merecer la gran admiración y el cariño que les profesó el pueblo, a las dos combatientes les hubiese bastado el capítulo heroico de su participación decisiva en la audaz toma del entonces hospital civil Saturnino Lora, encargada al grupo comandado por Abel Santamaría; pero la veneración creció en lo que hicieron después, en su carácter firme y espíritu inquebrantable, y en la obra que continuaron haciendo luego del triunfo de la Revolución.
Está la presencia de Haydée y de Melba en cada cubana fiel y participante activa del proyecto común que construye el país, como ellas entonces, a base de resistencia, coraje y trabajo.
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