
«La escoria es lo peor de nuestra sociedad», suele asegurarse a la hora de calificar a quienes no pasan de ser residuos mal engendrados, impurezas o vendidos al peor postor cuando de dinero se trata.
También los hay «coleccionistas de escorias», aquellos que con la falsa ilusión de sobresalir, y siempre tras el dios dinero, se erigen en supuestos padrinos o madrinas que «imparten» orientaciones allende los mares, con sus planes de acabar con una idea, eliminar un proyecto, desestabilizar a un país.
Mucha de esa escoria ha ido llegando al vecino del Norte durante más de seis décadas, aupados por quienes allí han creído posible poner un muro de contención para no permitir que triunfe un modo de pensar distinto, una sociedad regida por un sistema inclusivo, donde lo principal sea la solidaridad y no el egoísmo, la avaricia, el odio.
De los que se fueron huyendo del comunismo, tan temprano como en 1959, hoy ya son muy pocos, nostálgicos y frustrados.
Otros, entre descendientes y algunos que se fueron después, se han afincado a la pobre idea de «cambiar el sistema de gobierno cubano».
Unos, con algún rango político o administrativo ganado por el solo mérito de la «industria de la contrarrevolución», han ido agrupando mercenarios derrotados en Girón, delincuentes natos y terroristas capaces de tirotear hasta la efigie del Apóstol Martí en la embajada de la Isla, en una céntrica avenida de Washington.
También participan de tales planes algún que otro «corre ve y dile» con ropaje de damas vestidas de blanco, o periodistas que deshonran la profesión por el mal que impregnan en sus comentarios, ya sean escritos, radiales, televisivos o a través de las redes sociales.
Sus asalariados pueden ser, desde alguien que irrespeta y ultraja la enseña patria, o quien «entiende» como arte la peor de las obras, siempre y cuando manipulen o insulten el amor a Cuba.
El origen etimológico de la palabra escoria, derivada del latín scoria y a la vez esta, del griego skoria, es fruto de componentes léxicos, en primer lugar el sustantivo skor, que puede traducirse como excremento –al que le sirva el sayo que se lo ponga–, o desecho.
En tal caso, una vez conocido el origen de esa palabra, sugiero que cada quien identifique a los que, aquí o allá, forman parte de la «selecta» colección.
Los de aquí, en vez de trabajar, hacer bien o participar, aunque sea con su opinión crítica, en la consecución del país que construimos, intentan echar abajo una obra que ha costado sangre y dolor para lograr lo que hoy tenemos: una patria libre y soberana.
Ellos, junto a los de allá, los «padrinos y madrinas», que recogen migajas para pagar el odio y el mal, no deben sentirse ofendidos cuando se les califica de lo que son: mercenarios al servicio de una potencia extranjera.
No sobra recordar que en cualquier país del mundo, ese «trabajito» es quizá la más grave de las violaciones de la ley.
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Julio Iván dijo:
1
6 de mayo de 2021
05:20:34
Zailys dijo:
2
6 de mayo de 2021
07:11:00
Mad dijo:
3
6 de mayo de 2021
10:27:12
Alberto García dijo:
4
6 de mayo de 2021
11:56:39
Guido Respondió:
6 de mayo de 2021
15:33:00
Guido dijo:
5
6 de mayo de 2021
15:29:36
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