ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
La belleza de los paisajes de Viñales son proporcionales a la fertilidad de sus tierras, un potencial económico solapado por la explotación turística. Foto: Archivo de Granma

VIÑALES, Pinar del Río.–Los ómnibus cargados de turistas ya no se amontonan junto a la iglesia del pueblo, ni cientos de visitantes de medio mundo salen a desandar sus calles y admirar el paisaje de este valle jurásico que a tantos artistas ha inspirado.

Como en casi todas partes, en Viñales la vida también ha cambiado a causa de un virus maldito que obliga al aislamiento para tratar de frenar el contagio.

Quien haya estado aquí, en tiempos normales, lo notará de inmediato, por los cientos de restaurantes, cafeterías y bares cerrados, y el trasiego de forasteros que hoy no se ven en ninguna parte.

Al cabo de casi tres décadas de crecimiento sostenido, que hizo proliferar los hostales y un sinnúmero de servicios, el turismo se ha marchado del valle, ahuyentado por la pandemia de la COVID-19.

Con él se ha perdido, de momento, la principal fuente de ingresos de un territorio que se había acostumbrado a vivir de los encantos que la naturaleza le dio.

Según datos de la Dirección Municipal de Trabajo, Viñales sumaba más de 1 170 casas de renta, 139 cafeterías, 129 restaurantes, 92 servicios de belleza, 12 bares, dentro de un poderoso sector no estatal en el que encontraban empleo más de 4 700 personas, antes de la llegada del SARS-COV-2.

Pero esas cifras se han resentido durante el último año, con la caída del turismo.

MANOS A LA TIERRA

Luis Alberto Camacho es uno de los que ha tenido que cambiar de oficio para ganarse la vida.

Antes guía turístico, Luis Alberto Camacho es uno de los que ha tenido que cambiar de oficio para sostenerse económicamente, pero con buenos resultados. Foto: del autor

Cuenta que, desde que salió del servicio militar, en 2013, había laborado como guía, organizando excursiones a caballo hacia distintos sitios del valle.

«Tenía una página en internet y los clientes me reservaban directamente», dice.

«Los llevaba a ver los mejores paisajes, los ríos donde se podía nadar, les enseñaba el proceso del tabaco y el café. Era un trabajo bonito, en el que debes hablar otros idiomas y conocer sobre las aves, los animales, las plantas, las especies endémicas, las técnicas tradicionales de los campesinos», recuerda Luis Alberto, en medio de la finca que fomenta actualmente cerca del Mural de la Prehistoria.

En su corta experiencia como campesino, ha cosechado plátano, pepino, calabaza, yuca, boniato, habichuela... Además, ha plantado cerca de diez especies de frutales.

«Proyectos tengo bastantes. A parte de esto que ve, quiero poner colmenas y criar tilapias en aquella laguna», añade el joven de 29 años, y asegura que la situación originada por la COVID-19 «nos ha hecho mirar con otros ojos el lugar de donde venimos».

Como él, muchos otros habitantes de Viñales han encontrado en la agricultura un modo de vida durante la pandemia.

Yosbanky Gómez, director de Trabajo y Seguridad Social, asegura que la incorporación de personas al campo es significativa.

«La gente ha tenido que virarse para la tierra y está aprovechando todos los espacios para sembrar», afirma el funcionario.

«En tiempos normales esto no sucedía. Los pobladores del valle se habían acomodado a vivir del turismo».

Así también lo cree Diosbel Fernández, director de Cultivos Varios en la Empresa de Acopio y Beneficio de Tabaco del territorio. Hacía tiempo que el cumplimiento de los planes de siembra (y, por consiguiente, los de producción), eran un problema para la entidad, pero en la última campaña la realidad ha sido distinta. «El impacto es muy grande. Áreas que se hallaban abandonadas, cubiertas de monte y maleza, hoy están sembradas».

La dirección de Trabajo registra, hasta el momento, 214 trabajadores por cuenta propia que se han reubicado en estructuras productivas de la agricultura, pero advierte que este es un dato parcial, pues la mayoría de los viñaleros posee algún familiar con tierras, y muchos han ido directamente al campo, sin constar en los registros.

¿Y CUANDO PASE LA COVID-19?

A sus 64 años, Benigno Rodríguez es otro de los que hoy prueba fortuna en el surco. Maestro de profesión, vivía desde hace años de la renta de habitaciones. «Lo primero que hago en mi vida relacionado con la agricultura, es esto».

En la pequeña parcela que cultiva en la Sierra del Infierno, la empresa de Tabaco le ayudó a levantar dos casas rústicas de cultivo que, desde el mes pasado, se encuentran en cosecha.

Benigno, además, aprovecha cada palmo de tierra de los alrededores para plantar hortalizas, plátano, café, limón, piña...

«Me decidí por esta labor dada la necesidad, y no me arrepiento, porque el campo siempre me ha gustado», dice.

Del otro lado de Viñales, en la zona de la Ermita, Gilberto Dovales también ha cambiado su rutina de arrendatario por la de agricultor.

Antes de que la COVID-19 estremeciera al mundo, Gilberto y su esposa atendían las tres habitaciones que poseen en casa, en las que recibían huéspedes de Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Bélgica, Italia...

«La pandemia nos obligó a venir a tiempo completo para la vega. Aquí nos pasamos el día entero. A la casa solo vamos a dormir».

En las 5,3 hectáreas que posee, Gilberto y los suyos han desbrozado malezas, y levantado dos casas de cultivo protegido, con las que pretenden, en el futuro, abastecer de hortalizas a los hoteles del valle. En las áreas aledañas tienen plantaciones de tomate, maíz, plátano, col, pepino, yuca y boniato.

Gilberto Dovales asegura que se trata de una labor que quedará cuando haya pasado la COVID-19. «Esto no lo dejamos. De aquí saldrá la producción para atender a los turistas y para nosotros mismos, y será una fuente segura de ingresos».

A simple vista, el laboreo en las vegas y el paisaje confirman el vuelco del municipio a la agricultura.

Según el Director de Trabajo, ello no solo se ha dado en el surco, sino en otras actividades asociadas al sector, como el beneficio del tabaco, donde se han podido completar las plantillas en las que abundaban las plazas vacantes.

Luis Enrique Martínez, un experimentado campesino, presidente de la CCS Antonio Maceo, afirma que, ante la crisis originada por el coronavirus, «creció la vinculación de las personas al campo. Muchas áreas que estaban en desuso, cubiertas de monte y de hierba, se han sembrado en estos meses».

La pandemia ha dejado, como enseñanza, la validez del precepto martiano de que «la agricultura es la única fuente constante, cierta y enteramente pura de riqueza».

Sin embargo, está por ver si este auge que hoy se vive en las fincas y parcelas del valle, persistirá cuando haya cesado el peligro, y la vida retorne a la normalidad, o si es apenas un acto de subsistencia que pasará junto con el virus del SARS-COV-2.

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Roberto Cofresi dijo:

1

26 de marzo de 2021

09:17:04


Bello el valle y, mas bella su gente. En comparacion, mientras el cubano rehusa rendirse, en PuertoRico anuncian la nececidad de traer mano obrera foranea (la primera desde Mexico) para el recogido agricola. Esto, en usla donde la tasa de desempleo (extraoficial) suma mas del 20%. Alli la gran mayoria de la poblacion sobrevive del mantengo (ayuda del estado), sin necesidad de levantar un dedo.

Leonor Corsa-Diaz dijo:

2

26 de marzo de 2021

09:47:41


Me he identificado con estos nuevos campesinos, yo tuve que cambiar de oficio cuando el 9/11 fue agente de turismo y cambie para bienes raíces en Naples Florida, pero mi sueño es volver a al turismo es lo que me gusta y conozco , aunque sembrar me gusta y estar serca del mar “

Eduardo dijo:

3

26 de marzo de 2021

14:33:43


Llama la atención que tierras de calidad hayan estado sin uso durante años. Si se liberan los precios de los productos muchos habitantes de la zona se podrán dedicar en forma permanente a la agricultura. De esta manera harán un gran aporte para solucionar el problema de la escasez.