Buey arriba, Granma.-En lo alto de la Sierra Maestra, donde el horizonte sorprende a la mirada extraña con sus valles y colorida vegetación, no existe mejor bienvenida para el visitante que el «buchito» de café recién cola’o, puro y de primera. Es el orgullo de quienes allí cultivan el grano saludable; pero no siempre ha sido así.
Lograr que las cosechas de café robusta y arábigo en esta porción del oriente cubano exhiban hoy los estándares de calidad requeridos para la comercialización nacional y la exportación, ha constituido una batalla prolongada, difícil y poco difundida.
«AVISPA DE MARFIL» A LO CUBANO
En el largo e ineficiente historial del Gobierno estadounidense para asfixiar económicamente a Cuba consta la guerra biológica que, en la década de 1990, llevó a cabo contra nuestro país mediante la introducción de plagas como la broca del café, principal afectación del cultivo a nivel internacional, causante de la caída de los frutos y del deterioro de los granos que permanecen en la planta, con lo cual se merma el valor del producto final, implicando significativas pérdidas en las ventas del sector.
El impacto negativo en la producción cubana de este renglón no se hizo esperar. La broca invadió las plantaciones y comenzó a dañar el grano, incidiendo de forma directa en la disminución de la calidad del café cosechado.
«En ese momento, para el control de la plaga, se establecieron varias medidas con el empleo de métodos químicos como el endosulfán (conocido entre los campesinos como teodán), el cual requería de varios hombres e implementos para fumigar una sola hectárea y, además, como no tenía antídoto, implicaba usar medios de protección en aras de evitar una intoxicación por esa causa», recuerda Yusney Borrero Ruiz, especialista en investigaciones de la subestación de Control Fitosanitario, ubicada en el municipio de Buey Arriba e integrante del equipo que lideró los primeros estudios para combatir la broca en esta provincia y en el país.
Revertir la compleja situación se convirtió, entonces, en una de las prioridades del Estado cubano hasta que en el año 2003 se introdujo el parasitoide Cephalonomia stephanoderis (nombre científico), más conocido como «avispa de marfil», considerado uno de los controles biológicos más efectivos contra la broca.
«La avispita se trajo desde México directo al entonces Centro de investigaciones de la montaña, enclavado aquí en Buey Arriba, donde se hicieron los primeros estudios bioecológicos para adaptarla a las condiciones climáticas, desarrollar su cría masiva en laboratorio y lograr luego su liberación y establecimiento en las áreas agrícolas de la serranía. Era todo un reto», explica Yarila Rodríguez, ingeniera agrónoma quien también integró el equipo para comenzar los estudios en Cuba de la Cephalonomia.
«Todos los investigadores estábamos muy entusiasmados, porque queríamos que diera resultado este medio biológico en el país y para ello se le realizó una cuarentena rigurosa, cumpliendo con las exigencias del Citma y del Instituto de Sanidad Vegetal. Esos primeros ensayos se hicieron en el laboratorio, con plantas de café cuyo índice de infestación por la plaga era elevado, hasta que se estableció allí con un ciclo biológico de 21 días», añade Yarila Rodríguez.
«Después vendría la parte más difícil, lograr su efectividad en el campo. Las pruebas preliminares se hicieron al finalizar la cosecha del propio año 2003 a diferentes alturas –300, 600 y 900 metros sobre el nivel del mar– para evaluar la adaptación del parasitoide en diversas temperaturas y humedad del clima.
«Para realizar toda esa investigación fue muy valiosa la ayuda que recibimos de los campesinos, quienes nos ofrecieron sin reparos los granos brocados para el estudio y nos permitieron acceder a sus plantaciones para realizar las pruebas.
«Las primeras liberaciones de la Cephalonomia se hicieron en fincas de productores de Buey Arriba, donde el café era de tercera y segunda calidad, y muchas veces salía fuera de norma; por eso cuando llegó la próxima cosecha y vimos el grano menos dañado por la broca gritamos: ¡qué bueno!; fue nuestra primera victoria contra la plaga», rememora emocionada la joven ingeniera.
EL SALTO PRODUCTIVO
El desarrollo y reproducción exitosa de la avispa de marfil o Cephalonomia en Cuba ha tenido, desde sus inicios y durante más de 15 años, su principal sede en la subestación de Control Fitosanitario del municipio montañoso de Buey Arriba.
«Este fue un centro que desde su fundación en el año 1997 perteneció al Instituto Nacional de Sanidad Vegetal, y en 2016 pasó a formar parte de la Estación Agroforestal de la provincia, con sede en Guisa, pero en nuestro laboratorio es donde único se reproducen los pies de cría de la Cephalonomia para todo el país», apunta Miguel Fonseca, director de la entidad.
«Además de la investigación, brindamos asistencia técnica a bases productivas y damos capacitación a los Centros de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE) que en toda la Isla producen este medio biológico; al mismo tiempo que dirigimos proyectos para el manejo integrado de la broca del café, ya con seis áreas de referencia en los municipios cafetaleros de Granma: Guisa, Buey Arriba, Bartolomé Masó, Campechuela, Media Luna y Pilón.
«Y aunque las mayores liberaciones de la avispita la hemos realizado en nuestra provincia, en otros territorios hasta donde hemos extendido la experiencia, como Santiago de Cuba, Holguín, Guantánamo y Pinar del Río, los resultados en la cosecha del café han sido muy buenos también», resalta el directivo.
A su impacto positivo frente al control de la plaga la Cephalonomia suma, además, importantes ajustes en materia económica.
«La materia prima para producirla es solo el café brocado, ese grano que está infestado y muchas veces ni siquiera sirve para comercializarse, porque está muy dañado», describe Julio Eró Nieto, especialista en investigación que atiende la línea de Cephalonomia.
«Por otra parte, para comercializárselo al campesino solo hace falta una persona encargada de llevar en tubos de ensayo las mil avispitas que se necesitan para una hectárea, las cuales se colocan directo al grano, sin requerir mochilas de fumigación y con una hora es suficiente para beneficiar ese campo completo.
«A este ahorro de recursos se suman los resultados productivos. Por ejemplo, Buey Arriba, en la campaña de 2016-2017, vendió el café con mejor calidad del país, después de haber realizado la mayor liberación de Cephalonomia en el territorio», destaca el especialista.
Y es que la avispa logra un equilibrio biológico tan eficaz que, aunque no elimina la plaga la lleva a reducir sus parámetros.
«La broca afecta al grano en todos sus estadios, tanto es así que la Organización Mundial del Café está reportando hasta un 80 % de afectación en lugares donde no se realiza ningún tipo de manejo, y nosotros, desde que empleamos la avispa de marfil, hemos logrado ejercer un control de la plaga tan efectivo, que se redujo el índice de infestación de cinco a 2,1, por debajo del umbral económico, por lo que la broca presente no afecta la calidad del grano de café», aclara el también especialista Yusnai Borrero y agrega:
«Para lograr un mejor manejo y control de la plaga, este agente se puede aplicar de conjunto con otros medios biológicos como la Beauveria-bassiana (hongo) y los nemátodos heptomopatógenos. De hecho, en esta región, donde está enclavada la subestación, ha sido tan efectivo que ya no encontramos broca para producirlo».
Sin embargo, no todo está hecho. Aun cuando los beneficios de este parasitoide son palpables, los especialistas alertan que su reproducción en los CREE no alcanza los volúmenes deseados, y las indisciplinas tecnológicas persisten en campesinos que no emplean en sus plantaciones los medios biológicos.
«AQUÍ SE TOMA CAFÉ DE PRIMERA»
El exquisito aroma de la infusión oscura, humeante y sabrosa que llega en una pequeña taza de la mano de su esposa, no deja mentir al campesino René Rodríguez Celeiro, cuando afirma que «en su finca el café es de primera».
A más de 250 metros sobre el nivel del mar, en la comunidad rural de Limones, perteneciente a Buey Arriba, tiene René Rodríguez más de 13 hectáreas de café robusta donde no hay cabida para la broca.
«Óigame, esa avispita vino a salvar mis producciones y a traerme la alegría, porque la mía fue una de las primeras fincas donde se hicieron las liberaciones de prueba y ahí conocí a la ingeniera más linda y entendida de esa “bichita”», confiesa entre risas el productor.
«Antes de la Cephalonomia había que sanear a mano, que era buscar la plaga en el grano y eso no era vida. Además, por mucho que uno se esforzara la calidad del café era siempre de segunda o tercera, muy poco de primera. Al terminar la cosecha de 2003 hicieron la primera liberación y no imaginé que los resultados los vería ya en la campaña de 2004; eran otros los granos, más sanos, mejor calidad y desde entonces la cosa fue mejorando y mejorando».
René Rodríguez, quien se destacó en 2019 con la entrega de más de 2 500 latas de café robusta para la exportación, asegura que este año mantendrá un volumen similar, «porque esa avispita es calidad garantizada para el grano, para el productor, para la agricultura y para la economía del país».
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William Santos Chacón dijo:
1
25 de septiembre de 2020
08:07:39
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