
¿Arrojó usted alguna vez un papel en la calle? Sea sincero. Si la respuesta es afirmativa piense entonces en cuántas ocasiones cometió este «delito menor», y tendrá en su mente la cantidad de oportunidades en que ha satisfecho su comodidad personal al no cargar con el molesto papel durante el resto del viaje. Dicha cantidad constituirá, además, el número de veces que agredió de forma cruel, si bien no malintencionada –no dudo de su buena voluntad– al medio ambiente.
Por pequeña que sea su cifra, suponga que es igualmente la de cada uno de los 11 millones de cubanos. Ahora ponga a prueba sus conocimientos matemáticos y realice la multiplicación: la cantidad de veces en que un individuo arroja un papel a la calle por los habitantes de la Isla.
La cifra de agresiones resulta elevadísima, ¿cierto? Y eso ocurriría en una Cuba menos contaminada que la real, pues, por desgracia, la gente arroja papeles a las calles muchas más veces que ese número pequeño que usted utilizó como multiplicador en nuestro ejemplo hipotético.
Hay quienes van en una guagua, se comen un caramelo y arrojan la envoltura por la ventanilla. Otros han hecho de los jardines que hay tras las barandas de Coppelia –también utilizadas como barandas de la cola del P16, P4, P9, etcétera– un depósito oficial de colillas de cigarros, sobrecitos de sorbetos sin sorbetos y cucuruchos de maní vacíos, o quizá con el último grano atorado en la parte más fina del cono.
Qué decir de la bahía de La Habana, donde navegan botes, botas y botellas, donde no solo flotan las boyas sino también las latas de Ciego Montero.
Y los desechos sólidos son solo uno entre los tantos problemas que nos afectan. Contaminación del aire por sustancias químicas, ruido, pérdida de la biodiversidad, tala indiscriminada de árboles, degradación de los suelos… En fin, a Cuba la acechan diversos conflictos medioambientales, y gran parte de la población, aun teniendo conocimiento del daño que provoca y sabiendo cómo contribuir a eliminarlos, hace caso omiso.
¿A usted, particularmente, le gustaría acabar con todo lo que es suyo: sus ropas, sus adornos, sus muebles, su vivienda?
La Educación Ambiental enfrenta muchos retos, como la manera de transmitir los mensajes, el contenido, que requiere claridad en las ideas y precisión, la divulgación en medios masivos… Pero existe un factor clave para su avance: el logro de una conciencia individual.
Es necesario crear un sentido de pertenencia para con el medio ambiente, de manera tal que lo protejamos como preservamos nuestros objetos más preciados, el hogar, la propia vida. Porque, ¿qué es el medio ambiente sino la propia vida?
Si usted alguna vez ha dicho, antes de arrojar algún desecho a la calle: «Porque yo lo haga no va a pasar nada, ya que los demás también lo hacen», recuerde que otra persona que piense de igual forma, lo incluye a usted en esos «demás». De esta manera ambos están afectando la salud de su entorno.
Cuando cada cubano logre erradicar ese comportamiento, estaremos en presencia de una conciencia ambiental colectiva.
Pero alguien tendrá que dar el primer paso: ¿le gustaría hacer los honores?



















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Eselie dijo:
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9 de enero de 2018
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Pedro Katz dijo:
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MAD-edupinar dijo:
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Jose Eduardo dijo:
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maguero dijo:
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maguero dijo:
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Ernesto dijo:
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Geo dijo:
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Oscar Ramos Isla dijo:
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Rogelio Milhet Lores dijo:
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Pedro I. Lindo Radillo dijo:
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Joaquín B Sánchez dijo:
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jglez dijo:
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12 de enero de 2018
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