La silueta de la mítica mulata guarda para sí todas las miradas, aun cuando nadie está seguro de que transitara por las calles de La Habana Vieja alguna vez. Pero ante lisonjas y veneraciones ella permanece quieta, taciturna, incluso casi ausente, cansada tras el regreso de un largo viaje.
En el atrio de la Iglesia del Santo Ángel Custodio, el estilo neogótico y el bullicio de los niños que juegan a su alrededor contrastan con la belleza de la muchacha de piel morena, ojos rasgados y labios gruesos que a ningún hombre deja indiferente.
Aquel que la mira, pudiera creer que espera las ferias de la iglesia, pero no, en realidad aguarda por el tercer aniversario del momento cuando se hizo eterna entre estos lares, esos por donde tantas veces paseó abanicando sus aires criollos.
Ahora, tal como aquellos días, luce largas faldas, mientras su pecho abriga el gladiolo que, probablemente, haya regalado algún viajero todavía prendado de su elegancia.
Pero ella se niega a regalarle una sonrisa y prefiere hacer cómplice al silencio, tal vez porque bien conoce las anécdotas de aquel amor hacia Leonardo Gamboa, vedado a los ojos del siglo xix y que desató la furia del mulato José Dolores Pimienta, mas, no pretende repetir su trágico final.
¿Acaso su nombre es Cecilia? ¿Acaso regresó en busca de un destino diferente?
En medio de la calma, pareciera que la voz de Cirilo resucita los pasajes sobre su musa criolla, aquella tarde en la que
«…vestía muselina francesa, y envolvía su cuello y hombros… un gran pañuelo de seda de la India de vivísimos y raros matices…».
¿Será la misma? Ante la duda, los incrédulos desconfían y prefieren verla en el pasar de cada mestiza que hoy camina por La Habana o por la legendaria Loma del Ángel, ese lugar donde turistas la admiran desde la mesa de un café.
Justo ahí, cercana al monumento de Cirilo, se distingue la figura, inmortalizada en bronce por el artista Erig Rebull. Es la mismísima Cecilia Valdés.
Salida de las páginas de Villaverde y luego de explorar los senderos de las zarzuelas y el cine, regresa a la Loma con la certeza de quedarse, perenne en su escultura o tal vez en la imagen moderna de otra mulata de nombre desconocido, pues a fin de cuentas, La Habana siempre tendrá a su Cecilia.



















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pjmelián dijo:
1
13 de diciembre de 2017
13:31:08
Otelo dijo:
2
13 de diciembre de 2017
22:59:15
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