Solo La primera semana de octubre de 1967 aparece registrada en el Diario del Che en Bolivia. Eran los días finales de la incansable vida del heroico guerrillero. En el resumen del mes de septiembre escribía: “(…) ahora sí el ejército está mostrando más efectividad en su acción y la masa campesina no nos ayuda en nada y se convierten en delatores.”
La cercanía de los efectivos del ejército a la zona en que se movían los miembros de la guerrilla del argentino - cubano es un tema constante que se repite en las anotaciones, ya fuera por avistamientos fortuitos o por las noticias que transmitía la radio, las cuales —como suele pasar en estos casos— bien podían contener inexactitudes con tal de amedrentar a los revolucionarios.

Nuevamente la radio (4 de octubre), esta vez con un anuncio que se adelantaba a los acontecimientos. Anticipaban los posibles escenarios de un juicio contra el Che tras su captura. No tuvieron en cuenta que, salvo en circunstancias como las que finalmente se dieron, el hombre de tantas batallas no se dejaría atrapar sin luchar.
Los días 5 y 6 otra vez soldados y una vez más la radio, que informaba sobre una cifra desmesurada de soldados buscando al menguado número de combatientes. Era la antesala de la última nota que haría Ernesto en su cuaderno.
Siete de octubre: apunte final. El encuentro con una mujer que se cruza por casualidad, la marcha fatigosa y una información radial. Aparte de eso, la mención de cuatro de sus compañeros. Por lo demás, ninguna muestra de desesperación. Así era el ser humano cabal que fue asesinado en Bolivia hace 50 años y que había acumulado una larga experiencia en la lucha de guerrillas tanto en Cuba como en suelo africano.

Era el mismo hombre que en diciembre de 1964 había resumido en pocas frases su grandeza como internacionalista en el plenario de Naciones Unidas: “(…) en el momento que fuera necesario estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación de cualquiera de los países de Latinoamérica, sin pedirle nada a nadie (…)”.
Para el Che la idea de la muerte como parte de la lucha revolucionaria no era ajena, ni causa de temor. Bien claro tenía que “en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera)” y fue consecuente con ese pensamiento hasta el último instante de su vida.

A partir de su temprana muerte no han cesado los homenajes infinitos en todos los confines del mundo al paradigma de hombre nuevo: en Cuba 1968 fue declarado Año del Guerrillero Heroico, miles de jóvenes durante décadas marcharon a África y América Latina en misiones internacionalistas inspirados en su ejemplo, cientos de miles llevan su imagen inmortalizada en prendas de vestir y tatuajes, otros tantos lo veneran como a un santo, no pocos han consagrado sus saberes a dar a conocer su obra.

En apenas 39 años, el joven oriundo de la ciudad de Rosario logró lo que otros no alcanzan ni aun viviendo un siglo: entrar a la historia de los pueblos y permanecer en ella, desde sus viajes por el continente que lo vio nacer, su participación en la gesta de la Revolución Cubana (primero como comandante en el Ejército Rebelde y luego en altas responsabilidades en la dirección del país), hasta su partida hacia esas otras tierras que reclamaban el concurso de sus modestos esfuerzos.
Sin pedir nada y dándolo todo, dejó mucho más que su conocido “Hasta la victoria siempre”. Ahí están su vida ejemplar y sus acciones que nunca mueren.

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Hiram Legra Matos dijo:
1
7 de octubre de 2017
21:40:56
Jorge luis dijo:
2
8 de octubre de 2017
02:39:26
Isabel Mercedes Fernandez dijo:
3
8 de octubre de 2017
07:30:25
leonardo dijo:
4
8 de octubre de 2017
08:37:49
Patricia Rompani dijo:
5
8 de octubre de 2017
15:49:23
Maria Perpétua Menezes de Araujo dijo:
6
8 de octubre de 2017
17:06:03
Libardo Reyes Palomo dijo:
7
10 de octubre de 2017
16:23:47
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