ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

SANTA CLARA.- En ocasión de conmemorarse el venidero mes de octubre el aniversario 50 de la caída en combate del Comandante Ernesto Che Guevara en tierras bolivianas, Granma rememora la presencia del Guerrillero Heroico en Villa Clara, territorio a donde llegó por vez primera a finales de 1958, y al que luego volvió infinidad de veces para fundar fábricas o compartir con su pueblo.

De aquel vínculo nació la estrecha relación entre el Che y los villaclareños, la cual se consagró y echó raíces en octubre de 1997, cuando el héroe regresó de manera definitiva a Santa Clara, escenario de su más famosa batalla, para establecer aquí su cuartel general, junto a lo que Fidel llamó con razón el Destacamento de Refuerzo.

La presencia del Che en las calles de Santa Clara resultó un aliciente para el pueblo. Foto: Archivo

Su huella indeleble está en todas partes. No existe calle, casa, esquina o paraje alguno de esta provincia que no recuerde a uno de sus hijos predilectos, Ernesto Guevara de la Serna. En Güinía de Miranda, Placetas, Remedios, Caibarién o Santa Clara, entre otros lugares, aún se le ve combatir con su brazo en cabestrillo.

Tal vez por esas razones, cuando se menciona su nombre, los mayores se disputan el privilegio de haber sido su amigo o compañero de lucha, o más simple, el honor de haberlo conocido. Y hasta los niños y jóvenes, hablan del Che con el sano orgullo de que algo grande les pertenece, porque para ellos, la figura del Guerrillero de América no es cosa del pasado.

Aquí volvió en diciembre de 1959 para recibir de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas el Título de Doctor Honoris Causa, y luego, siendo ya Ministro de Industrias, llegó para fundar industrias emblemáticas como Planta Mecánica, la Inpud Primero de Mayo, Sakenaf, la fábrica de bujías o la de bicicletas, entre otras, forjándose así una leyenda que perdura hasta hoy.
 

SANTA CLARA, LA BATALLA DEL CHE

Fue el 28 de diciembre de 1958 cuando el guerrillero argentino cubano, con el sol de su bravura a cuestas, puso proa hacia Santa Clara, la capital de la antigua provincia de Las Villas, luego de cumplir fatigosas jornadas durante la invasión.

Aquí lo esperaba un pueblo que no estaba ajeno a la gran estatura del jefe que venía al frente de la Columna No. 8 Ciro Redondo. Sus hazañas en la toma anterior de varios pueblos eran conocidas y se transmitían de boca en boca por los pobladores de la urbe.

Tal vez por eso fue tanto el apoyo recibido de sus pobladores durante la batalla en la que dio abundantes pruebas de audacia y capacidad como organizador y estratega; en un ataque realizado con apenas 300 hombres, a una ciudad en la que el régimen disponía de miles de soldados, tanques, artillería, así como su famoso tren blindado.
Ilsa Teresa García Fernández era muy joven en el momento de la acción, más guarda en su memoria casi de manera telegráfica, aquellos instantes.

«Yo vivía en la calle Luis Estévez, muy cerca de la estación de la Policía ubicada frente al parque El Carmen. Hasta allí llegó un joven oficial de tamaño muy pequeño, quien me impresionó por su abundante melena y el ímpetu que mostraba. Luego supe que se trataba del capitán Roberto Rodríguez, apodado El Vaquerito», dice mientras gesticula y acomoda su blanca cabellera.

«Fue por mi vivienda que comenzaron a romperse las paredes con el propósito de acercarse al cuartel. Recuerdo cómo las huestes del Che iban pasando de casa en casa por los huecos abiertos hasta llegar a una posición muy avanzada en un techo cercano ubicado a unos 50 metros del cuartel», narra Ilsa Teresa, quien no puede contener las lágrimas cuando habla de la muerte de El Vaquerito y el instante en que llegó el jefe de la acción a su casa y observó el cuerpo inerte de uno de sus hombres predilectos.

«El Jefe del Pelotón Suicida estaba tendido en el sofá que había en la sala de mi hogar. Tenía el cráneo destruido por una bala disparada, al parecer, por un francotirador. No olvido la cara de estupor y de tristeza del Che al contemplar la escena. Esa fue la primera vez que lo vi y me impresionó mucho su figura. Era un hombre que transmitía confianza y valor en aquel contexto de caos y de peligros. Allí impartió indicaciones a la tropa, y a la población orientó protegerse ante los bombardeos enemigos, recomendando no festejar antes de tiempo», señala la profesora de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, ya retirada de las aulas.

Al igual que Ilsa, José Manuel Marrero Domínguez recuerda con mucho cariño la presencia del héroe en la Batalla de Santa Clara, y más específico en la policlínica provincial donde trabajaba junto al doctor Agustín Gómez Lubián, en la cual él fungía como técnico de Rayos X.

«Yo tenía apenas 23 años y no olvido como, por indicaciones expresas del Che, se había formado, en los días previos a la contienda, una brigada médica para atender a los heridos que hubiera durante los combates, a la cual me integré para brindar auxilio a decenas de rebeldes, gente de pueblo golpeada por la metralla, e incluso, algunos guardias de Batista», explica Marrero.

Fue en ese contexto cuando el día 30 de diciembre llegó el Che a los exteriores de la clínica para interesarse por los accidentados y la situación general de la asistencia, conociendo por boca de Gómez Lubián que la principal dificultad era la carencia de alimentos para los enfermos, ante cuyo razonamiento indagó si existía alguna bodega cercana.

«Ante la respuesta afirmativa, el Che sacó una libreta del bolsillo de la camisa, en la cual escribió algunas indicaciones para el dueño del establecimiento, un gallego nombrado Juan Arocha, e indicó ir allí en su nombre a buscar los víveres necesarios, lo cual se ejecutó con inmediatez, trayendo arroz, frijoles, algunos embutidos y conservas, además de otros productos», recuerda José Manuel.

Luego, a escasos días del triunfo del Primero de Enero, fuimos a la tienda a liquidar el pago de lo adquirido, como nos había recomendado el jefe de la acción, mas, para sorpresa nuestra, Arocha no quiso cobrar un centavo, porque para él era un honor haber servido al Che en aquella situación tan delicada, narra Marrero Domínguez.

Ejemplos como el descrito anteriormente, resultaron frecuentes durante los cinco días que duró la Batalla de Santa Clara. La historiadora y actual vicepresidenta de la Uneac en Villa Clara, la profesora Marta Anido, siente orgullo de su pueblo cuando habla de la manera en que se comportó en aquellas jornadas de gloria.

«El pueblo de Santa Clara ayudó a las tropas del Che en todo lo que pudo, brindando café y alimentos a los guerrilleros que atacaban por varios puntos de la ciudad, además de construir cocteles molotov y obstruir el paso de las tropas de la tiranía con máquinas, camiones, guaguas y vehículos de todo tipo», rememora Marta.

No olvida el único momento en que pudo ver al Che durante la gesta. «Yo estaba en áreas del parque Leoncio Vidal, y de manera casual me acerqué a un jeep que circulaba por esa área, cuando de pronto veo que en él viajaba Aleida March, a quien ya conocía por relaciones casi familiares y ser ella de Santa Clara.

«Aleida, cómo estás, le dije entusiasmada, sin percatarme de que en la parte delantera del vehículo venía el Che Guevara. Mas, al verlo la alegría resultó inmensa y el impacto aún mayor. No podía creer que aquel hombre, del cual se habían dicho tantas cosas lindas, estuviera frente a mí», cuenta la historiadora, a quien el líder guerrillero dijo que no debía andar por allí porque aún había muchos francotiradores apostados en las azoteas y podía correr peligro.

Por esa visión y la manera en que supo aunar voluntades, se pudo vencer en tan poco tiempo a un enemigo muy superior en fuerzas, señala Marta, quien da la razón a Fidel, cuando al valorar esa hazaña expresó: «Che era un maestro de la guerra, Che era un artista de la lucha guerrillera! (...) y lo demostró en su fulminante campaña en Las Villas; y lo demostró, sobre todo, en su audaz ataque a la ciudad de Santa Clara…».

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Paul Iribarren dijo:

1

8 de junio de 2017

06:29:12


El Comandante Che Guevara demostró ser un Líder que supo orientar al pueblo Cubano en todas sus expresiones. Su vida es un ejemplo para el hombre nuevo Pazar a su alma.