
Placetas es conocida por ser una tierra con vasta tradición en la cría de cerdos y también en la fundición de metales. Allí, bien al centro de la Isla, uno puede encontrar una calle largamente arenosa. Allí, rodeados de construcciones que dejan ver altas puertas y rejas puntiagudas, en el calor del febrero cubano, uno puede hallar a «los bebos».
Así se les llama allí a los hermanos Gutiérrez que cierta vez, hace ya dos décadas, fundaron un negocio familiar que hoy incluye a casi toda la comunidad. Cuentan que el padre de «los bebos» tenía entonces un taller de carpintería y decidió incursionar junto a sus seis muchachos en la fundición de aluminio.
Aunque eligieron una labor riesgosa y ha sido difícil encontrar quienes se acostumbren a ella, aquellos jóvenes criados cerca de los hornos lograron erigir una especie de minifábrica en la que trabajan casi todos sus vecinos.
Lo más significativo de la historia es que de la fundición pasaron a la herrería y de ahí, a un elevado desarrollo que les ha permitido responder a necesidades del propio Estado cubano.
Si bien hay líneas de producción mucho más rápidas que otras, a diario (de lunes a viernes), el proyecto moldea alrededor de una tonelada y media de aluminio para la venta de artículos fundamentalmente relacionados con obras sociales.
En parques, estadios y otras instalaciones públicas de cualquier rincón del país, e incluso en Italia, España, Panamá o Venezuela, uno podría ver bancos, luminarias, cestos de basura, rejas, etc., hechos bajo el sello de los Gutiérrez.

Otrora cantinero de uno de los restaurantes más famosos de Villa Clara y actual líder de la iniciativa privada, Gilberto Gutiérrez, recalca a Granma Internacional que, aunque no ha sido «cosa de un día, sino de 20 años, la fundición tiene un campo enorme, que llega hasta donde uno la quiera llevar».
Una vez concretada una primera exportación en 1998, el negocio ha mantenido la presencia internacional. Según Gutiérrez «próximamente llegaremos también a Perú y Bolivia porque nuestros productos gustan en todas partes».
Con el uniforme de la responsabilidad los hermanos villaclareños han «forjado», además, una reputación intachable: «desde la calidad de las producciones, hasta el cumplimiento riguroso de las fechas de entrega», afirma el cuentapropista.
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De acuerdo con el económico Raymundo Rodríguez, la idea impulsada por los hermanos Gutiérrez aglutina actualmente a 15 artesanos, que pertenecen al Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), y 45 trabajadores contratados por algunos de esos artesanos.
El especialista explica que ha sido posible mantener los niveles de producción porque a través del FCBC se compra y se vende. A la vez que esa entidad se encarga de la comercialización, es quien garantiza el suministro de materias primas de buena calidad (aluminio, combustible), que posibilita, además, tener bajos niveles de contaminación. «El pasado año, por ejemplo, se mantuvo la producción casi todo el año porque no faltó ni materia prima ni demanda».
Con el propósito de proteger el entorno, anualmente el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente revisa esos niveles, así como los patrones tecnológicos: a qué hora se enciende el horno, cómo funciona, etc.
De la misma manera, el Ministerio de Salud Pública analiza a los trabajadores trimestralmente para descartar la presencia de metales en sangre.
Amén de que se necesitan más medios de protección porque cuesta obtenerlos en el país, indica Rodríguez, se cuenta con los instrumentos indispensables (botas, espejuelos, guantes, tapones para los oídos) para trabajar correctamente. «Nunca ha habido ningún accidente porque existe una real organización del proceso productivo y hay disciplina y mucha higiene», acota.

Al respecto, añade Gutiérrez que «ha habido mucho interés de diversos organismos e instituciones estatales por nuestras necesidades. Sabemos que, como cuentapropistas, nos hemos ganado ese respeto con la seriedad de nuestro trabajo. Independientemente de que se trate de un proyecto con fines comerciales, ha sido reconocido por su apoyo a hospitales, escuelas y casas de niños sin amparo filial».
Por otro lado, la actualización de la economía cubana ha permitido que haya una garantía de empleo y retiro para el cuentapropista, que el trabajador gane según produzca y que haya nuevas figuras interactuando.
«Si bien colaboramos estrechamente con numerosas entidades estatales, entre las que destaca la Empresa de Comunales, y ofrecemos mantenimiento constructivo a las capitales provinciales del país, tenemos como clientes a cooperativas y cuentapropistas», agrega Rodríguez.
Desde otra óptica, el arquitecto Osniel Lazo destaca que cada cliente pide lo que quiere, pero hay algunos «a los que intentamos convencer de que es mejor un producto que otro, porque, sobre todo en plazas públicas o edificaciones antiguas, hay patrones estéticos o patrimoniales que mantener y nosotros defendemos esa coherencia».
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En un largo paréntesis dedicado a la producción, Gutiérrez, que lo que más ha disfrutado del oficio es el ser hornero, o lo que es lo mismo, fundir las piezas, refiere que, amén de que las producciones se realicen en serie, «constantemente tratamos de hacer cosas nuevas y de perfeccionar las ya hechas. Tal es el caso del diseño de las luminarias, que, de forma muy visible, ha ido evolucionando en el tiempo».

No obstante, al ser muy demorado el proceso para hacer un molde, que puede tomarse tres o cuatro meses, se centra en crear uno anualmente. En palabras de Gutiérrez, «la fundición parte de las plantillas, que exigen dedicación. Primero se sacan en madera, después en aluminio y luego se reproducen y se llevan al terreno. A veces hay que hacer retroceder el proceso y repetirlo porque la plantilla quedó mal en el molde».
Al tiempo que reconoce que el oficio del plantillero se ha ido perdiendo en Cuba y que requiere de más preparación que otros, Gutiérrez lo define como la labor de un artista, de un carpintero que se especializa en la elaboración de moldes que puedan ser fundidos en metal.
Luego entra en escena el moldeador, aquel que tiene que verter el metal derretido en los moldes. Si por una parte es de los trabajos más agotadores porque se realiza a altas temperaturas es de los puestos más estables y calificados en el staff logrado por los hermanos Gutiérrez.

Juan Carlos García, ingeniero mecánico con casi 14 años de experiencia como moldeador en el proyecto, resalta que el suyo es un trabajo bien retribuido y que «no es fácil, pero se disfruta porque, cuando hay estímulo, hay deseos de hacer las cosas bien».
Visto que la complejidad de cada pieza está dada por el grado de dificultad que tenga su diseño, la parte final del proceso llega en el momento de limar, armar y pintar, tareas que en las más de las veces hacen los artesanos.
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Placetas es conocida ahora como la tierra de los hermanos Gutiérrez, de los artífices de un símbolo donde la artesanía y los metales se mezclan para ayudar a resolver carencias de la industria cubana e impulsar el bienestar de sus hijos.



















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Albert dijo:
1
12 de marzo de 2017
12:56:03
AAA Respondió:
13 de marzo de 2017
08:58:43
J glez dijo:
2
13 de marzo de 2017
03:14:34
Roquin dijo:
3
13 de marzo de 2017
03:46:58
Lisa dijo:
4
13 de marzo de 2017
09:49:12
leyda dijo:
5
13 de marzo de 2017
11:44:08
Jge dijo:
6
13 de marzo de 2017
11:55:05
Isabel dijo:
7
13 de marzo de 2017
13:31:48
Norge Lugones dijo:
8
14 de marzo de 2017
18:30:22
isdany dijo:
9
14 de junio de 2017
21:55:49
Ileisy Fernandez Aviles dijo:
10
4 de enero de 2018
02:47:25
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