
Los miércoles no son días ordinarios. No en el área de consulta pediátrica del Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (Cimeq). No en las puertas 9 o 13; las de los “pies planos”.
“¿Te gusta cómo quedaron?”. Se escucha una, dos, tres veces… y así hasta el último niño o niña, pasado el mediodía.
Ellos responden, desinhibidos… Él insiste. Conversan. Sonríen. Hay cierta complicidad que alcanzas a atrapar, y se repite... Definitivamente hay que tener don para los más pequeños. Aquí no falta.
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Hace 16 años, quizá un poco más, que el coronel Roberto Balmaseda Manent libra, podríamos decir, ¿por qué no?, una cruzada. Es médico, especialista de segundo grado en Ortopedia y Traumatología; doctor en Ciencias, profesor e investigador titular y miembro de la Academia de Ciencias de Cuba; y sospecho que estas líneas lucharán contra su modestia.
Este hombre, al que tampoco le faltan condecoraciones como la Orden Carlos J. Finlay, conferida desde los años 80 en Cuba para reconocer los más relevantes aportes científicos, ha introducido una técnica quirúrgica que garantiza la corrección de lo que comúnmente conocemos como “pie plano”: el pie valgo evolutivo de la infancia. Más de 1 000 niños han sido operados, de sus dos pies; con excelentes resultados.
Casi dos décadas atrás el doctor Balmaseda tuvo entre sus manos aquel libro. Quizá no imaginaba —aunque hay cosas que se presienten desde dentro— a dónde le conducirían sus páginas. “La inspiración tiene nombre: Tratado de Cirugía del pie, del italiano Giacomo Pisani”.
Quizá no imaginó conocerlo, la amistad futura, las lecciones de cuánto puede hacerse por unos pies mejores, más sanos… Para operar, un pie a la vez… Luego investigar, perfeccionar la técnica. Los resultados hoy lo dicen todo.
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La literatura especializada afirma que “normal es el pie que nos permite la marcha, correr o permanecer parados sin presentar síntomas como dolor, fatigas o deformidades”.
Menuda responsabilidad les legó la evolución que, al elevar el centro de gravedad del humano lo convirtió en el ser viviente de mayor inestabilidad. Paralelamente, el pie asumió funciones de órgano de control antigravitatorio, capaz de transformar la fuerza de gravedad en factor de estabilidad, como un mecanismo eficiente de la posición erecta y de la marcha, y que nos permite no perecer ante las fuerzas gravitatorias.
Los expertos calculan que un individuo promedio camina sobre sus pies unas 150 000 millas a lo largo de toda su vida.
“Sutil y vulnerable”, así lo califican, pues es un órgano propioceptivo (que informa al organismo de la posición y movimiento de los músculos). Espejo de la salud, comentan.
Unos pies lastimados pueden afectarnos la concentración, hacernos irritables, y de modo frecuente son los causantes de dolor en las piernas, rodillas, cadera y espalda baja.

El pie es una estructura compleja de entre 26 a 28 huesos (un cuarto de la totalidad de los que componen el cuerpo), 33 articulaciones, 57 superficies articulares, 112 ligamentos y 20 músculos. Y sin embargo, dicen, suele ser la Cenicienta de la ortopedia. A veces subestimada, otras relegada.
Aunque hay algunos a los que les va la vida en ellos.
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El “pie plano” infantil no es más que el acercamiento del borde interno del pie al piso, explica a Granma el especialista. Puede ser fisiológico hasta alrededor de los cinco años, y en este caso no requiere tratamiento, salvo medidas también “naturales” como exponer el pie a la agresión ambiental, es decir, caminar sin calzado; que el zapato que utilice sea suave y por debajo del tobillo, sin ninguna corrección ortopédica, ni siquiera los mal llamados “zapatos profilácticos”.
Así, insiste el entrevistado, para que “este pie de niño —que es importante se entienda no es un pie de adulto pequeño— con su patrimonio genético, y expuesto a la fuerza externa: ambiente y gravedad, se desarrolle y pase por sus distintas etapas de crecimiento y llegue a convertirse en un pie de adulto fuerte y normal”.
“Si colocamos botas, soportes, correcciones ortopédicas a un niño sano, ese pie no va a tener un desarrollo adecuado, porque este puede tener un patrimonio genético normal, pero lo excluimos del estímulo ambiental. La falta de este estímulo la podemos comparar con el ejemplo de un niño sordomudo: este es mudo porque es sordo, su aparato fonético no ha adquirido capacidad expresiva, por no poseer la información acústica”, explica.
También nos refiere el entrevistado que muchos autores confirman que algunos adultos tienen los pies planos porque cuando niños utilizaron calzado ortopédico, el cual los excluyó del estímulo ambiental, y no se logró un adecuado desarrollo del pie.
Si no se obtiene la corrección, entonces el “pie plano” pasa a ser patológico. “Aparece el dolor en los pies, por lo general nocturno. Se trata de esos niños que entonces no quieren caminar y comienzan a aparecer las fatigas, el cansancio y las molestias”, refiere el especialista.
Los expertos asumen al “pie plano” como un síntoma, más que una entidad, por lo que el “pie plano” debe llevar un “apellido”, y ello va desde la secuela de una fractura en el pie en un niño, hasta una enfermedad metabólica o la señal de un desorden neurológico, o de una enfermedad inflamatoria, ejemplifica el experto. Por lo tanto, no todos se tratan igual.

Pero, insiste, “el pie es algo integral, y como tal hay que verlo”.
Los pies planos suelen ser desencadenantes de los llamados juanete o hallux valgo, los dedos en garra, el metatarso plano, lesiones degenerativas de la rodilla, afectaciones de la columna, entre otras dolencias.
Y vas comprendiendo el error de muchos al tomar sus pies a la ligera.
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El 80 % de los niños con “pie plano” que acuden a consulta entre los dos y cinco años de edad tienen pie valgo evolutivo de la infancia, que generalmente evoluciona espontáneamente a la estructura de un pie normal o no plano. Solo un 3 %, aproximadamente, presentan síntomas y estos son los que necesitan tratamiento ortopédico.
Este grupo es considerado además como un trastorno de la orientación del crecimiento, explica el profesor Balmaseda, quien establece una semejanza con las malformaciones que ocurren en ocasiones con la dentadura en los niños. El estomatólogo realiza el tratamiento de suprimir algunos dientes cuando es necesario y acude a la orientación de las piezas dentales mediante férulas metálicas o elásticas, y así logra un reordenamiento de la dentadura en el niño para que continúe su crecimiento adecuadamente. Dicho tratamiento y su efectividad son muy conocidos por nuestra población.
Buscar un tratamiento cada vez más efectivo y que conserve la biología e integridad humana; ahí está el presente y futuro de la medicina.
Esa es la premisa que siguió el doctor Balmaseda.
El procedimiento cubano que instauró —con antecedentes en la técnica de “artrorrisis” del año 1976, del cirujano español Recaredo Álvarez— sustituye un implante de titanio y polietileno por un tornillo de acero inoxidable de entre 15 y 20 milímetros, similar a los que se utilizan en caso de fracturas.
Las ventajas: es una técnica quirúrgica relativamente fácil en comparación con otras existentes, de rápida recuperación y reanudación de la marcha, además de no necesitar ingreso hospitalario.

El experto explicó que hay un aporte mecánico para lograr la corrección del valgo excesivo del calcáneo, elevando el borde interno del pie, y un estímulo nervioso que aumenta el tono de un grupo de músculos para mantener esta corrección. Lo que se logra es organizar las estructuras y restablecer la fisiología normal del pie, mediante una corrección mecánica y un estímulo propioceptivo, que se obtiene con el implante de un tornillo colocado adecuadamente en el seno del tarso (estructura que se encuentra en el borde externo del pie en la articulación del astrágalo con el calcáneo).
La nueva técnica supera el tradicional y muchas veces abusado, tratamiento con zapatos ortopédicos, los soportes y las plantillas; recursos por demás ineficientes en casi el 90 % de los casos, pues no son capaces de mantener la corrección en el pie del niño, cuando se indica en el pie plano valgo de la infancia.
Así lo demuestran estudios comparativos del ortopédico español Antonio Viladot y del italiano Giacomo Pisani, resultados corroborados en la práctica médica en nuestro país, referentes a tales aditamentos.
Sobre ello, nos refiere también el especialista no estar de acuerdo con esperar a la tan popular consulta al ortopédico a los dos años, porque en su opinión el niño debe ser valorado en los primeros meses de vida y antes de comenzar a caminar. “A los dos años todos los niños tienen un pie plano fisiológico que es normal y no necesitan soporte, calzado ortopédico ni tampoco los mal llamados calzados profilácticos. Estos niños deben ser controlados periódicamente por el especialista y este confirmar el diagnóstico de un pie plano valgo evolutivo, y no tener otro tipo de ‘pie plano’”.
Nos menciona como ejemplo el hecho de que el niño puede tener un pie plano neurológico, un pie plano congénito, un pie plano por enfermedades metabólicas y otros que, aunque no frecuentes, se ven, los cuales llevan otro tipo de tratamiento.
Por demás, se trata de un método quirúrgico ambulatorio ideal en los niños, aunque también puede ser un tratamiento en los adultos, para un padecimiento frecuente.
“La técnica no había sido investigada desde el punto de vista de la neurofisiología. Lo hicimos junto al profesor Lázaro Gómez Fernández del Centro Internacional de Restauración Neurológica. Estudiamos la electromiografía y la neuroplasticidad en los miembros inferiores de veinte niños, antes de que fuesen intervenidos quirúrgicamente”, comenta Balmaseda.
Luego compararon el miembro operado con el que no lo había sido, y pudieron demostrar que, al ser colocado el tornillo, había un estímulo en músculos del pie operado, los cuales se contraían y hacían el “puente”, producto del estímulo propioceptivo recibido.
Desde el Cimeq, además un centro docente y de investigaciones, se difunde la experiencia a la comunidad ortopédica cubana.
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A partir de los primeros meses de vida, el ortopédico debe consultar a los niños y, si se considera dentro de la normalidad, se debe examinar anualmente, hasta que termine el crecimiento, hacia los 16 años.
El tratamiento quirúrgico propuesto está indicado en los niños que son portadores de pie plano con calcáneo valgo, entre los cuatro y siete años preferentemente, y que tengan síntomas como dolor nocturno o a la marcha, fatigas al caminar o deformidades a otros niveles.
Cuando los niños comprendidos en estas edades tienen un pie plano con el calcáneo valgo, pero que no tienen los síntomas antes descritos, se considera dentro de la normalidad y lo que se hace es vigilar su desarrollo hasta el final del crecimiento y estimularlo al deporte y fortalecimiento de los músculos del pie.
“El niño de hoy es el adulto de mañana, y debemos educarnos en cómo garantizarles también una mejor calidad de vida. Educar el pie para un desarrollo armonioso forma parte de ello”, refiere el doctor.
La población tiene que saber, comenta, que el pie plano no es irrelevante. Se necesita una mejor profilaxis y conciencia de lo importantes que son para la salud las deformidades podálicas.
El doctor Balmaseda pone un ejemplo. El pie —dice— es la parte del cuerpo que somatiza los dolores. “Tienes una lesión en un pie, e incluso luego de que la quites, los dolores pueden continuar un tiempo más porque la información es guardada en la corteza cerebral. La zona de representación cortical sensitiva para el pie tiene una extensión mayor que para la mano, por lo que el pie se considera un admirable instrumento de sostén. Todo lo contrario a las manos, donde esta proporción se invierte teniendo una representación motora en la cortical mayor a la del pie. De ahí que se catalogue la mano como un admirable instrumento de trabajo, por su multiplicidad de movimientos”.
Más simple aún, los pies, incorrectamente tratados, pueden traernos incapacidad.
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¿Te gusta como quedaron?, se escucha.
Los niños no mienten, y sonríen. Tras el parabán, la licenciada en enfermería Sandra Arias Avilé cambia las vendas, retira suturas, aconseja…
Afuera, la complicidad tiene rostro y desenfado. ¡A ver, doctor, arrégleme estas planchas!



















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