Desde que era pequeña, mi abuela me decía que tomarse una cucharadita de miel de abejas cada mañana sería sinónimo de una longeva existencia. Me explicaba que era lo mejor para curar el catarro, el estrés o la desnutrición. La lista que hacía mi abuela era prácticamente interminable porque, en efecto, la dulce miel servía para remediar casi cualquier dolor o carencia del organismo humano. Es decir, sirve.
Supe entonces que un alto contenido de minerales, vitaminas y azúcares simples y una amplia gama de compuestos fenólicos, péptidos, ácidos orgánicos y enzimas le ofrecen a la miel singulares cualidades antioxidantes, energizantes, inmunoestimulantes, cicatrizantes, antisépticas, laxantes, diuréticas y bactericidas.

Esa es la razón por la que pensé en mi abuela cuando conocí a Oneido Gómez Farías, un guajiro de 53 años que vive allá en la zona de Majagua en Ciego de Ávila y que, al igual que la madre de mi madre, idolatra a las abejas y su miel.
Pero Oneido tiene más que enseñar al respecto porque nació entre panales de abejas y, siendo apenas un niño, quedó indisolublemente vinculado a la apicultura. Fiel seguidor de una tradición familiar que surgió desde el tiempo de sus bisabuelos gallegos, el destacado productor posee alrededor de 480 colmenas, un criadero de abejas reinas y un apiario de selección de maternas y paternas.
“Cuando era un chiquillo, a toda hora quería ponerme un velo –distinto al que se usa hoy-, para ir a ver los panales que sacaba mi papá. Por eso terminé leyendo infinidad de libros sobre el tema y aunque la abeja exige complejos cuidados, con el apoyo de modernas tecnologías, logré excelentes resultados”, explica.
En su opinión, si se pudiera vivir con miel y no probar azúcar de ningún tipo, el organismo sería feliz. “Podemos vivir de la abeja sin acudir a otros alimentos porque la miel es lo más natural que hay sobre la tierra. Incluso se utilizan derivados como el propóleo y el polen, y constituye una importante fuente de medicamentos”.
Con todos sus hijos inmersos en el negocio familiar, el experto asegura que el suyo es un trabajo para quien sepa amarlo y que hay pocas personas en Cuba que posean la triple condición de apicultor, criador y seleccionador.
Revela a Granma Internacional que, en 2012, alcanzó rendimientos de hasta 48 kilogramos de miel por colmena y que en el presente año logró 113. Agrega que casi ha triplicado la cantidad de hace cuatro años y que piensa que será mucho mejor en el futuro.
Habituado a convivir con las abejas, según muestran los cientos de picadas que tiene en sus manos, Oneido hace gala de la paciencia que requiere obtener una miel natural, completamente libre de sustancias químicas. De acuerdo con el especialista, las buenas prácticas en el manejo de las colmenas son lo esencial para alcanzar rendimientos óptimos.
En lo que a la apicultura se refiere, se impone, por ejemplo, cambiar de reina cada cierto tiempo. Hay quien las cambia cada dos años, mas Oneido lo hace cada seis meses. De esa manera, acorta el ciclo de vida de las abejas reinas, pero logra más productividad. Precisamente el objetivo que persigue radica en tener más floración anual con razas mansas, menos agresivas y más resistentes a las enfermedades que existen a nivel internacional.

Por otro lado, la trashumancia apícola, que no es más que el cambio de las colmenas de un lugar a otro siguiendo la floración, se realiza en Cuba durante cuatro meses a partir de junio. Tras empezar la cosecha en octubre, Oneido trashuma a Cayo Coco para producir miel. Desde su casa hasta a la costa recorre anualmente 340 kilómetros de ida y vuelta.
“Ahora a ese Cayo del Norte llevé 100 colmenas y saqué 19 tanques de miel, que significan unos 57 kilogramos de miel por colmena. Ese fue un éxito de los más grandes que se ha dado en Ciego de Ávila y en el país”, afirma el apicultor.
Vale hacer sobresalir que la miel cubana es codiciada en el mundo entero porque es una miel pura de país cálido y tiene pocas humedades y peculiar sabor, color y aroma que adquiere de flores como el Romerillo, el Leñatero, las Campanillas Blanca y Morada, el Soplillo y el Almendro. Además, mientras en otras latitudes se emplean químicos hasta en el humador con que se trata a las abejas, Oneido y los seis trabajadores a su cargo usan maderas como el cedro y el jiquí, que no son tóxicas.
Al retornar a tierra (así le decimos en Cuba) llegan los conocidos meses muertos y más difíciles para la apicultura antillana porque marcan un período en que no hay floraciones en la Isla. En palabras del entendido, “vivo de las abejas diez meses al año y ellas viven de mí dos. Me regalan ocho meses. En agosto y septiembre es cuando más debo cuidar de la abeja porque es cuando más me necesita”.
Mantenerlas en óptimas condiciones esos dos meses es la clave para que se dé una sana y fuerte población de abejas. Como curiosidad, se podría apuntar que en ese tiempo el hombre las alimenta con jarabes de miel y otros azúcares.
Es así como Oneido saca alrededor de dos mil reinas anualmente y unas 60 toneladas de miel de sus colmenas. “Puede parecer increíble, pero lo hemos logrado”, afirma emocionado, a la vez que confiesa que lo que más disfruta es dedicarse de forma especial a las reinas.
“Creo que sin ellas no hay apicultura en el mundo. La reina demanda un enorme trabajo y su crianza no es fácil. Hace dos décadas busco razas de abejas que sean dóciles y resistentes. Si no garantizas una buena genética en tus abejas, no podrás tener miel”, sentencia con firmeza.
Una vez que sabe que tiene una buena materna o paterna, Oneido la traslada al área de selección y, si bien él propone a las mejores, es el Centro de Investigaciones Apícolas quien se encarga de certificarlo. Cuenta hoy con 400 núcleos de producción, ocho abejas maternas y 16 paternas.
El experimentado apicultor se compromete a entregar unas 25 ó 30 toneladas de miel al Estado y, si logra 60, la deposita toda en una misma entidad. “No tengo dificultades al acopiar la miel, la cera, el propolio. La empresa nos paga en correspondencia con el precio del mercado”, acota.
En tanto Oneido intenta dejar un legado a sus hijos y le gustaría que estudiaran más, detrás de un ancho bigote esconde un eterno aprecio por el desarrollo tecnológico: “La tecnología me ayuda en todo y la persigo cada vez más porque mejora los instrumentos de trabajo que adquiero a través del Estado. Lo único que rechazo de ella son los químicos”.
Al respecto añade que hay máscaras de acero inoxidable, espátulas, etc. y que no es lo mismo un humador de 2016 que uno de hace 30 años. Apunta que “hoy no te quemas las manos y los velos protegen más”.
Sin embargo, teniendo en cuenta que la abeja cubana no es agresiva, ni él ni sus hijos trabajan con velo. Oneido reconoce que “a mí me han picado muchas abejas, pero solo debido a la manipulación y nunca me han hecho alergia. Ya soy inmune”.
Un día cotidiano de Oneido comienza con el alba y termina cuando el sol se esconde. Como usa las colmenas en fincas particulares, se va a trabajar llevando el almuerzo consigo porque no regresa a casa hasta la noche. Una vez en el campo castra, atiende colmenas, limpia, organiza, hace lo que haya que hacer. No descansa ni fines de semana. Eso sí, religiosamente se toma unas vacaciones de diez días en agosto.
Allí en el campo todos son chistes y jaranas porque cada apicultor sigue determinadas colmenas- que se identifican con números- y compiten por ver cuál es la que más produce. Oneido se encariñó especialmente con una abeja a la que le decían “La lisiada”. Con la voz cargada de orgullo, recuerda que “era una reina a la que le faltaba una patica y estuvo en el criadero cinco años. Fue una inspiración para mí. Demostró ser tan buena madre, que dio miles de hijas tan excelentes como ella”.
Apicuba Actualmente, la Empresa Apícola Cubana (Apicuba) promociona una nueva línea de complementos nutricionales: apiasmín, propomiel, panmiel y propoforte, obtenidos a partir de la combinación de miel con otros componentes de la colmena como son el polen, el propolio y la jalea real. Dichos productos se dirigen al mercado nacional a través de la red minorista. Encargada de acopiar, beneficiar y comercializar la miel de abejas natural que se acumula en el país, Apicuba encuentra un reto en incrementar su cartera de productos. Alrededor de 7 mil toneladas anuales de miel polifloral, monofloral y orgánica de altísima calidad e inocuidad se acopian en Cuba. Dado que el 97 % de ellas se exporta mediante Cuba Export y Cítricos Caribe, la miel constituye una importante entrada de divisa que tiene la Isla. Del resto, una parte se envasa en frascos menores y se comercializa internamente y otra se emplea en la elaboración de medicamentos. Matanzas es una de las provincias más destacadas en la producción de miel y el principal mercado que recibe la miel antillana es Europa. Allí Apicuba posee clientes mayormente establecidos y muy exigentes, con los que se tiene ganado un prestigio. Si bien casi todos los clientes prefieren la miel a granel, la entidad intenta insertarse en esos destinos con productos terminados y para eso trabaja por garantizar la estabilidad de la producción. Francia y Canadá, por ejemplo, son mercados que prefieren la miel envasada, que se presenta en formatos que van desde bidones de 300 kilogramos hasta minidosis de 19 gramos. Las minidosis son altamente utilizadas en las instalaciones turísticas y los servicios aeroportuarios y de aviación en Cuba. |
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Hanoic dijo:
1
19 de agosto de 2016
14:49:03
Neimy Lazcano Vázquez dijo:
2
16 de octubre de 2018
04:57:30
eusebio dijo:
3
9 de octubre de 2021
17:49:38
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