
Las auditorías no son, por lo general, inocuas. Pero ello, contrario a la opinión de muchos, no está condicionado por su naturaleza, ni responde a una cualidad intrínseca. El control, per se, no supone daños. Los auditores no llevan los problemas a las entidades; detectan, en la mayoría de los casos, lo que debió ser visto y solucionado antes.
Estos ejercicios, sin embargo, apenas logran despojarse de ese halo agresivo, y hasta de ataque, con que son asumidos por determinadas administraciones.
Algunos jefes, por temor a enfrentar el análisis de las dificultades, y otros, por conveniencia, se inventan múltiples excusas para posponer estas acciones. No pocos las desdeñan y las consideran un acto burocrático. En franco reflejo de sus limitaciones, no conciben el control como parte de su gestión, como una herramienta que contribuye a la aplicación de métodos de dirección más eficaces.
A juicio de Gladys Bejerano Portela, vicepresidenta del Consejo de Estado y contralora general, tales actitudes, por falta de conocimiento, incompetencia o deshonestidad van de a poco, y también súbitamente, poniéndole zancadillas al control interno.
“Sin darse cuenta o con total intencionalidad, algunos directivos quieren reducir las auditorías y la supervisión a simples trámites de papeles. Hay que temerles a los papeles inútiles, a la burocracia; pero el control no es burocracia, ni es un ejercicio para enseñar durante un chequeo externo. Lo hecho, para que funcione, debe resultar beneficioso en la entidad”, reflexiona la Contralora en diálogo reciente con Granma.
Ante este escenario, adquiere relevancia el desempeño del auditor interno, quien debe demostrar, según Gladys Bejerano, que su labor contribuye a la organización, que permite alertar y diseñar estrategias de prevención. “Dicho profesional debe validar (y el jefe comprender) que su trabajo es significativo, no solo para luchar contra el delito, sino para perfeccionar métodos que hagan más eficaz la gestión y fortalezcan el comportamiento ético de sus directivos y trabajadores”.
Y como sólido argumento, hace suyas las palabras del General de Ejército sobre lo imprescindible del orden, la disciplina y la exigencia, preceptos que, afirma, sintetizan el espíritu del sistema de control interno. “Siempre que seamos capaces de lograr eficiencia a partir de tales principios, tendremos resultados sostenibles y las indisciplinas y delitos se reducirán”.
El sistema, añade, está ideado sobre la base de un ambiente de control claro, con objetivos definidos, planificación puntual y estratégica, reglamentos de disciplina, selección del personal acorde con los procesos, manuales internos ineludibles…
Pero más allá de metodologías y requerimientos, “hay que lograr que las personas los conozcan y los incorporen a su hacer; hay que lograr que actúen por convicción”, sostiene. Y eso, eso es lo más complejo.
También llama la atención sobre la importancia, en el contexto actual, de la identificación y prevención de riesgos, no solo vinculados al delito sino a la calidad de la gestión, lo cual puede aportar en el desarrollo económico. Hoy, precisa, “la lucha por la eficiencia es la estrategia de prevención más efectiva que podemos tener”.
No obstante, acota que “evitar no es hacerse el de la vista gorda, ver y no enfrentar; evitar es luchar por que no sucedan transgresiones, ilegalidades o hechos de corrupción, no solo por los perjuicios económicos, sino por el daño social, moral y político que generan”.
Qué cuenta podemos sacar en una entidad, inquiere la Contralora, en la cual, producto de indisciplinas o delitos, es separado algún compañero de su puesto laboral o procesado penalmente. ¿Cuánto repercute eso en la familia? ¿Cuán responsable es el jefe que permitió que algo tan negativo se desatara allí?
Por eso, insiste, el control, sobre todo, es responsabilidad de quien dirige en cualquier lugar, desde una brigada hasta una entidad u organismo nacional. Y en correspondencia con ese encargo, “la voluntad de hacer bien y el compromiso con el pueblo tienen que ser más fuertes y deben conducirnos, con métodos y estilos de trabajo más participativos, por el camino correcto”.
Tomando como punto de partida esas premisas, este año, comenta Bejerano Portela, la Contraloría General de la República (CGR) ha desarrollado encuentros en todas las provincias con funcionarios, dirigentes administrativos y auditores internos, en aras de estrechar los nexos necesarios y “desencadenar un proceso reflexivo en todas las instancias hasta llegar a los consejos de dirección de cada entidad”.
Ese intercambio al interior de los centros laborales, coincide, “debe sentar las bases para perfeccionar las rendiciones de cuenta, las cuales constituyen un deber de quien custodia recursos y en nombre del pueblo los administra. Además, ofrecen la posibilidad de movilizar al colectivo en función de las problemáticas. Eso significa transparencia”.
También pone énfasis en los beneficios que podría reportar la aplicación consciente de la Guía de Autocontrol. Sin embargo, no todos los organismos la han adecuado a sus características y su completamiento sigue siendo, en muchos casos, un ejercicio formal.
Tampoco pasa por alto, entre las actividades de apoyo a la administración, la impartición de cursos sobre los problemas prácticos detectados en las auditorías, con el objetivo de fomentar habilidades de control.
En términos de capacitación señala lo mucho que falta por hacer respecto a la preparación de los auditores, pues “en determinadas oportunidades faltan anotaciones, referencias cruzadas, incluso hemos tenido que invalidar auditorías. Hay que continuar laborando, por ejemplo, en los hallazgos y su evidencia en los papeles de trabajo, sin soslayar los inconvenientes derivados de las plantillas incompletas.
“Pero lo más importante radica en el análisis con los auditados de las causas y consecuencias de los problemas descubiertos y la orientación respecto a las normas establecidas. Lo más importante sigue siendo enseñar, educar, prevenir”.
El control interno, concluye, compete a todos, y debe entenderse como componente inseparable de cada proceso, ya sea productivo o de servicios, y como una herramienta imprescindible de dirección.
Es menester de las administraciones hacer valer las responsabilidades de sus auditores y tomarlos en cuenta, siempre que su trabajo lo precise. Y ojalá esa simbiosis necesaria logre ser efectiva de una vez en el enfrentamiento a consabidos problemas, cuya compañía ya se vuelve enfermiza.
COMENTAR
Joel Ortiz Avilés dijo:
1
19 de agosto de 2016
07:50:15
Q-Vano dijo:
2
19 de agosto de 2016
07:53:04
francisco dijo:
3
19 de agosto de 2016
08:26:57
Isael dijo:
4
19 de agosto de 2016
08:54:47
rhfcf Respondió:
22 de agosto de 2016
16:06:20
Joel dijo:
5
19 de agosto de 2016
08:58:56
Fernando Respondió:
20 de agosto de 2016
16:22:23
maritza dijo:
6
19 de agosto de 2016
08:59:23
yasegura dijo:
7
19 de agosto de 2016
09:18:54
carlos dijo:
8
19 de agosto de 2016
09:33:54
JF dijo:
9
19 de agosto de 2016
09:36:19
antonio dijo:
10
19 de agosto de 2016
09:45:32
Xiomara dijo:
11
19 de agosto de 2016
10:23:10
lpf dijo:
12
19 de agosto de 2016
11:03:00
CUBANA dijo:
13
19 de agosto de 2016
11:17:39
Juan Garcia dijo:
14
19 de agosto de 2016
14:15:56
Ventura Carballido Pupo dijo:
15
19 de agosto de 2016
16:23:19
sonia dijo:
16
19 de agosto de 2016
18:21:42
Gladys Cañizares dijo:
17
19 de agosto de 2016
19:00:43
Jge dijo:
18
21 de agosto de 2016
11:39:31
Jorge luis dijo:
19
21 de agosto de 2016
23:56:29
Rubert Dominguez dijo:
20
22 de agosto de 2016
08:12:40
Responder comentario