
GIBARA, Holguín.— Una especie de fascinación por el sorgo atrapa aquí a un grupo de productores agrícolas desde el pasado año, periodo en el cual la cosecha remontó las 1 500 toneladas y estableció una pauta que define al municipio como el mayor aportador de ese grano en la provincia de Holguín, al tiempo que promueve compromisos productivos y avala aspiraciones de progreso económico.
A partir del 2012 las autoridades locales de la Agricultura han hecho especial énfasis en disponer de este producto de probada eficacia para alimentar animales, pero el prometedor despegue, según narran quienes permanecen de cara al surco, mucho tiene que ver con las condiciones dictadas por la vida misma, en este caso, la disminución del régimen de lluvias en la zona.
Javier Ríos Molina, de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Manuel Angulo Farrán, en Uñas, estima que es un cultivo muy resistente a la sequía, característica que ha explotado con éxito. Le satisface comentar que en la más reciente cosecha alcanzó 350 quintales, a razón de más de 50 por cada una de las cinco hectáreas plantadas.
“También se resiste a las plagas y las enfermedades. El último que coseché fue atacado por gusanos y tuve que combatirlos rápidamente, pero las plantas demostraron mucha resistencia natural a los insectos y finalmente el rendimiento fue alto si se tiene en cuenta la falta de lluvias”.
Las cosechas le resultan rentables. Recibe por cada quintal vendido al Estado 250 pesos, precio similar al del maíz, que cada día tiene menos rendimientos en la zona a pesar de los crecientes gastos en los que incurren los cosecheros.
Del apoyo recibido de las entidades estatales agrícolas tiene la mejor opinión. Se debe a la capacitación brindada y a la posibilidad de contratar los servicios de siembra y recolección mediante equipos diseñados para esas funciones.
Bismarc Leyva Marrero, director de la UEB Agroindustrial de Granos Gibara destaca que especialistas con alta calificación elaboran instrucciones y mensualmente las transmiten a los técnicos, jefes de producción y directivos de cooperativas.
Asimismo, en el periodo previo a la campaña de siembra, efectúan intercambios con los productores para puntualizar los procedimientos a utilizar.
Entre las 980 hectáreas que el municipio dedica hoy al grano, está la parcela de una y media que explota Argel Cedeño Peña. Incursionó por vez primera en el cultivo el año pasado y cosechó 80 quintales, 50 de los cuales vendió a Acopio y el resto lo dejó para consumo de los cerdos que cría, porque tiene el buen hábito de elaborar pienso criollo.
“Le voy a dar un segundo corte, que es una ventaja de esa planta. Cuando se analiza esto junto con la vitalidad que tiene en terrenos de secano y el precio de compra, los números dicen que deja dividendos económicos, mas si sabes que Acopio está contratando todo lo que sale de los campos”.
Acerca del interés estatal por adquirir la mayor cantidad del producto habla igualmente José Antonio Hechavarría Santos, de la CCS Miguel Espósito, de los alrededores de Velasco. Allí primero convinieron entregar seis toneladas, pero los rendimientos fueron superiores a lo previsto y se hizo un acuerdo final para vender 22.
En Arroyo Seco, zona donde hay sólidos antecedentes del cultivo de sorgo, tiene su finca Vitaliano Fontes Pérez, integrante de la CCS Carlos Manuel de Céspedes. Asegura que la costumbre de sembrarlo la adquirió 40 años atrás, resultado de las experiencias del padre.
“Le gustaba mucho para las gallinas, porque las ayuda a incrementar la producción de huevos. También se lo daba a los cerdos como pienso hecho en casa. Él me aseguraba que al alimentar las puercas con sorgo se acortaba el periodo de celo y aceptaban al verraco más rápidamente, lo que le aportaba mayor número de crías”.
Por la experiencia acumulada, Vitaliano es productor de semillas. Ahora espera una segunda cosecha de un campo en el que obtuvo sin las bondades del riego más de 50 quintales por hectáreas. Totalmente espigadas, las plantas deben estar aptas para cegar en abril o mayo y lo aprendido le dice que en ese periodo, a diferencia de lo que ocurre en el primer corte, tendrá que vérselas con grandes bandadas de pájaros empeñados en saciar un apetito que parece no tener fin.
Admite que para minimizar los estragos de las aves debe invertir mucho tiempo y recurrir a todo tipo de ardides, pero dice —y entonces ríe con picardía— que esta vez se dividirán entre las parcelas de los productores sumados en los últimos tiempos a la siembra y cosecha del grano.
A la pregunta sobre la posibilidad de que desplace definitivamente al frijol y el maíz en la zona, responde que puede ser un hecho real a causa de un elemental sentido de seguridad ante los embates del clima.
“Tradicionalmente dediqué unas 13 hectáreas a la siembra del frijol y en la última campaña me planifiqué seis. Es probable que en la próxima llegue a cuatro, todo por la falta de agua. En esta zona cada año las cosechas de frijol se hacen más conflictivas, igual que las de maíz”, acentúa con pesar.
Al razonar sobre la necesidad de enfrentar el preocupante panorama que pondría en aprietos la disponibilidad de esos alimentos, coloca entre las opciones de solución todo lo que conduzca a la creación de sistemas racionales de riego y el despliegue del potencial científico técnico de la nación con el fin de obtener variedades aptas para producir en condiciones adversas, como las padecidas hoy por los agricultores.
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sergio dijo:
1
18 de febrero de 2016
07:38:45
victor ramos dijo:
2
18 de febrero de 2016
18:39:54
A.Fontes dijo:
3
18 de febrero de 2016
21:53:35
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