ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
El Generalísimo se destacó en las gestas independentistas del 68 y el 95 por desarrollar brillantes campañas militares que pusieron en jaque a las columnas españolas en más de una ocasión.

El sábado 17 de junio de 1905, poco después de las seis de la tarde, el doctor Pereda, médico asistente del General Máximo Gómez Báez, víctima de una grave infección generalizada, interrumpió la aparente calma de familiares y amigos que rodeaban al guerrero en su lecho para dar certeza del fatal suceso. En la casona de 5ta. y D, en el Vedado, reinaban el dolor y la angustia. La noticia se regó como pólvora: ¡el General ha muerto!

Pocos años antes, el Generalísimo había definido su concepción sobre la muerte: “La muerte de un hombre, en realidad, no es nada sorprendente ni poco ni mucho sensible a no ser por la falta que hace a la sociedad, a quien se debe, y por el recuerdo amado de sus virtudes y hombría de bien que deja entre los suyos con su eterna ausencia”.

Esa concepción del deber (se) con la sociedad presenta un sustento humanista que explica su conducta, tanto en los campos insurrectos como en los años que siguieron al fin de las hostilidades contra el colonialismo español en Cuba. Para quien se autocalificó  “revolucionario radical”, la esencia de su lucha llevó impreso ese radicalismo. Como le expusiera en carta al General villareño Fran­cisco Carrillo, jamás aunque anduviera “con los fondillos remendados”, tomaría parte en luchas de partidos políticos: “Yo pretendo ser libertador de un pueblo esclavo, soy un soldado de la democracia al servicio de un pueblo, pero no un instrumento que ayude a subir a ningún hombre al poder”.

Fue, sin dudas, libertador de un pueblo víctima del coloniaje y la esclavitud. En su praxis, legó una extensa hoja de servicios y un pensamiento político militar que asombró a conocedores del arte de la guerra, dentro y fuera de la Isla antillana. Sin embargo, “el primero en comprender el método de guerra que debíamos emplear” —como afirmó el joven oficial Manuel Piedra Martel—, el estratega de las campañas invasoras al occidente de Cuba durante el ciclo independentista, el artífice de campañas militares como La Lan­zadera y La Reforma, aquel que le ofreciera a Cuba su brazo redentor “en lo más recio de la inmortal batalla”,** odió, sobre todas las cosas, la guerra.

La guerra era solo el medio inevitable para la ruptura con el dominio hispano. Al igual que José Martí, Antonio Maceo y los exponentes más radicales del independentismo, concibió el proceso libertador como de amplias y profundas transformaciones políticas y sociales. Desde Baní, tierra natal en Re­pública Dominicana, comenzó a madurar ese pensamiento que lo condujo a plantearse con el tiempo, sobre todo al calor del movimiento independentista en Cuba, la tarea histórica de lo que denominó “revolución de principios” o “revolución de los desheredados”.

En la extensa obra escrita del Ge­ne­ralísimo el sentido de la justicia social, el decoro y la virtud humanos son transversales. En textos literarios como El Viejo Eduá, El héroe de Palo Seco, Mi Escolta, El sueño del guerrero, sus cortas piezas teatrales La fama y el olvido y Momentos de ocio, así como el Diario de Campaña, el autor procura inmortalizar al hombre co­mún, fuera el soldado de fila, su asistente o el hábil práctico. Desde su cargo de General en Jefe del Ejército Libertador durante la Guerra de 1895, no encontró mejor término para calificarlos que el de “amigos”. Eran, al decir de Martí, en alusión al sentido de la lucha de Gómez, “los que llevan en su corazón desamparado el agua del desierto y la sal de la vida”.

Imposible, por tanto, dar por culminada la obra iniciada por Carlos Manuel de Céspedes, el 10 de Octubre de 1868, si aquel conglomerado, base social principal del Ejército Li­ber­tador y de las transformaciones más ra­dicales, permanecía preterido en el futuro escenario poscolonial. De ahí sus declaraciones a Federico Henríquez y Carvajal tras concluida las hostilidades en 1898: “Ahora lucho en un orden puramente moral”. ¿A qué se refería el viejo estratega? En su profuso epistolario, así como en proclamas y consejos, se dedicó a orientar los pasos a seguir una vez concluida “la más bárbara de las guerras”.

En primer orden se encontraba el trabajo, “bien retribuido”, indispensable para la reconstrucción del país. La ocupación militar de la Isla que sobrevino tras la firma del tratado de paz, rubricado en París entre Estados Unidos y España el 10 de diciembre de 1898, incorporó a la compleja problemática posbélica lo que Gómez definió como “el tercer elemento”, incongruente con su ideal de “república independiente, libre, cordial y bien ordenada”. El peligro del anexionismo parecía inminente. De ahí que en todos sus proyectos, económicos, administrativos y militares, concebidos entre 1899 y 1902, contara como fuerza principal con los miembros de su disuelto Ejército Libertador. He ahí el sentido de la carta dirigida al General Antonio Varona en abril de 1899: “La mano fuerte de la disciplina se impone hoy más que nunca, habiendo, como hay, absoluta necesidad de orden y estabilidad porque tenemos en casa un poder extraño que estudia nuestros menores movimientos”.

Algunos lo tildaron de militarista cuando aconsejó elegir a quienes procedían del ejército para las alcaldías municipales. Cier­ta­men­te, el desinterés mostrado por el general Gó­mez al rechazar cualquier puesto público y hasta la apetecida silla presidencial, “corona de espina”, como la denominó, haría pensar a más de un detractor sobre la probidad del líder. No obs­tante, prefirió responder en nota pública con fina y punzante ironía: “Y no se me tenga miedo por estas ideas, que huelen a charretera, que como mi compañero Sal­vador Cis­ne­ros, no me gusta el militarismo, solamente que­ aquel lo decía en plena guerra, y yo lo digo aho­ra en las santas horas de la Paz, cuando ella ha puesto silencio al ‘yo mando’, convirtiendo hoy en hombre civil al que fue ayer hombre de espada”.

Y es que el Generalísimo no solo se preocupó por la pronta retirada del gobierno de ocupación estadounidense, para evitar con ese acto lo que denominó “el naufragio de la na­ve”, refiriéndose a la anexión,  sino que tam­bién le prestó atención a la forma de gobierno que debía sobrevenir tras el cese de la “injustificada tutela impuesta por la fuerza”.

Según Gómez, el gobierno democrático requería ante todo de gobernantes honestos que hicieran prevalecer lo que denominó la “moral administrativa”, parte indisoluble de sus fundamentos éticos y de la concepción de democracia. El pueblo no podía ser culpable “de la política de tráfico o granjería implantada por su gobierno”. Opinaba que de esa práctica viciosa nacía el absolutismo, “monstruo más terrible que un Gobierno arbitrario”. El recurso metafórico tenía su explicación: “Un tigre puede desgarrar la carne, pero el despotismo desgarra la conciencia”.

¿Cómo impedir la entronización de se­mejantes expresiones de despotismo? En su Proclama de Yaguajay, del 28 de di­ciem­bre de 1898, aconsejaba al pueblo de Cu­ba: “No tengáis ministros con mujeres que vistan de seda, mientras la del campesino y sus hijos no sepa leer ni escribir”. Por el contrario, los depositarios de la confianza del pueblo debían ser “hombres de grandes virtudes probadas”, “amantes de la ley y no de la espada”, pero sobre todas las co­sas, identificados con los ideales de justicia, único modo de consumar los objetivos de la revolución independentista: “La obra de la Revolución debe ser eterna, y solo puede serlo aquello que tiene por base la Justicia”.

Por encima de cualquier privilegio o poder económico individual, debían prevalecer en ellos la virtud, el talento y el más estricto respeto a las leyes. De no ser así, apuntó en su Diario de Campaña, la sociedad transitaba por estados de corrupción y desorden, “la desmoralización roe sus entrañas, el vicio seca su mente, la gangrena se extiende por todo su cuerpo social”.

Los consejos, las proclamas y las intervenciones de Gómez en la prensa, continuaron tras el establecimiento de la república el 20 de mayo de 1902. También muchas de sus  gestiones con los magistrados de la primera administración republicana tuvieron el propósito de evitar alianzas políticas o desplazamientos en el campo de las ideas, a favor de los que se opusieron y hasta enfrentaron la opción revolucionaria. De ahí su apoyo a la presidencia de Tomás Estrada Palma, en 1901, con la misma fuerza que se lo retirara, cuatro años después, tras la campaña del reeleccionismo estradista, afiliado al recién fundado Partido Moderado, donde militaba lo más selecto del componente exautonomista.

De ese quehacer político tuvo conocimiento el pueblo de Cuba, tanto como de la honestidad y la honradez del venerable an­ciano. Por eso la frase del doctor Pereda: ¡El General ha muerto!, penetró en los más diversos rincones de una Isla que lloró a su héroe, pero no por su “eterna ausencia”, sino por el “recuerdo amado de las virtudes”, al que se refería Gómez cuando definió el significado de la muerte. Al partir, de­jó una obra y un pensamiento político militar consecuentes y de sólido sustento ético, también una leyenda que lo recuerda, “en su vuelo de cóndor sobre las trochas”, traído de la pluma de Martínez Villena: “Por­que los firmes cascos de tu corcel de guerra formaron como surcos gloriosos en la tierra, ¡y en ellos tu heroísmo sembró la libertad…!”.

* Vicepresidente del Instituto de Historia de Cuba
** Rubén Martínez Villena: “Máximo Gó­mez”, en Poesía y prosa, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1978, p. 169.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.

York-Barón dijo:

1

17 de junio de 2015

00:45:04


Excelente articulo, realmente la figura de Máximo Gómez, "El Generalísimo" es poco conocida, todos o casi todos tenemos una idea de que Gómez solo fue un excelente, un gran GENERAL, pero fue un político de su tiempo y de estos tiempos, es uno de los ejemplos a seguir por las presentes y futuras generaciones, cuando conocemos a estos hombres,: Gomez, El Che, Henry Reeve "El Inglesito" todo todo el sentido y dimensión lo expresado por nuestro Cdte en Jefe.... ser internacionalista es salvar nuestra propia deuda con la historia

Lissette dijo:

2

17 de junio de 2015

06:53:05


Mas presente que nunca tenemos que practicar su legado.Gran hombre,gran patriota.Siempre tendrá su presencia en los cubanos.

Kgbramirez dijo:

3

17 de junio de 2015

08:19:53


Ejemplar soldado de la patria agradecida,hombre,patriota,amigo e hijo incondicional de la revolución cubana. Su coraje ,ética y sólidos principios son un ejemplo eterno para el mundo !

Prof. Manuel Benito García dijo:

4

17 de junio de 2015

08:45:17


A la figura de Gomez se le debe en Cuba un estudio profundo desde sus documentos y sus diarios hasta cada una de sus palabras, tanto este material como el que salió ayer sobre Gómez y los norteamericanos fue genial, un incansablke luchador de/por nuestra independencia... Un hombre tan excelso que fue inseparable del Titán,que clase de duo, que par de brazos para el machete mambí...que dos inmensos corazones para la entrega y sacrificio de la causa nuestra...

alex (el bayamés) dijo:

5

17 de junio de 2015

11:19:09


Yo vivo en el Dátil, a unos 7 km de la Ciudad de Bayamo, donde vivió el Generalísimo, de verdad que en nuestro Consejo Popular siempre está presente, DESDE HORAS DE LA TARDE DE AYER ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD DE GRANMA ACAMPARON EN AREAS ALEDAÑAS DONDE TENÍA LA MORADA EL GENERALÍSIMO, EN DONDE TENEMOS UN HERMOSO OBELISCO EN EL LUGAR DONDE ESTUBO ENCLAVADA SU CASITA, LA SECUNADRIA BÁSICA DE LA COMUNIDAD, LA BIBLIOTECA PÚBLICA Y UNA UPC LLEVAN SU NOMBRE, CREO QUE ES UNA FORMA DE HONRARLE AQUELLO QUE DIJO A MARTÍ EN UNO DE SUS ENCUENTROS Y QUE MARCA SU INTERNACIONALISMO.......¨VIVO EN EL DÁTIL, MI PATRIA ES SANTO DOMINGO¨.

J.R dijo:

6

17 de junio de 2015

16:38:53


..."este insigne patriota fue quien dijo "los cubanos sino llegamos nos pasamos" y me parece que no se equivocó por eso lleguemos pero no nos pasemos"...

Nacho dijo:

7

17 de junio de 2015

22:40:11


He seguido desde la adolescencia la figura del "Generalísimo". Tengo la dicha de haber leído todos los libros publicados sobre su Persona en Cuba, quien junto a la de Marti, constituyen ejemplo de entrega incondicional a la causa de la independencia cubana. Sin haber nacido en nuestro archipiélago, no dudó en recomenzar la guerra grande, ni pidió ninguna garantía para la familia (siendo extranjero) por su retorno a las gestas (distinto a lo que solicitaron otros lideres guerreros, pardos y nacidos en Cuba). Gomez es el ejemplo del servicio a una causa sin interés premeditado!

Mateo dijo:

8

25 de noviembre de 2017

23:03:01


Hombre asi es que necesita una nation,para acabar con la corrupcion.