Mientras cuento los pasos que me separan de la entrada del Acuario Nacional mi mente repasa las informaciones que leí a primera hora de la mañana. Algunas de ellas me impactaron: ...crean un campamento en el norte de Siria para entrenar a niños suicidas..., estudiantes apuñalados en una escuela norteamericana..., y justamente cuando comienzo a reflexionar en las causas de su origen un ómnibus repleto de escolares se detiene y como un torbellino los niños descienden y toman el sendero que los conduce a la piscina de los lobos de mar.

Seguramente deben haber sostenido una fraternal lucha para alcanzar al mamífero marino que parecía esperarlos, porque cuando llegué uno de los más pequeños es "besado" en la mejilla por el animal, mientras mueve sus aletas en señal de regocijo.
La tierna escena me hace retomar las noticias leídas y no puedo evitar comparar la situación de los niños cubanos con los de otras naciones que viven en total abandono, privados de la alegría de la infancia, sin posibilidades de asistir a la escuela y trabajan como adultos, se prostituyen o van a las guerras. También vienen a mi mente aquellos que, a pesar de habitar en países desarrollados y tener buenas condiciones de vida, carecen de la elemental seguridad que requieren, lo que constituye un verdadero problema para sus padres, muchos de ellos cubanos, algunos de los cuales optan por enviarlos a vacacionar con los familiares que dejaron en esta pequeña y subdesarrollada isla del Caribe, donde los niños van solos al Acuario y juegan sin peligro en los parques próximos a sus hogares.

Aunque el Acuario Nacional tiene más de medio siglo, Guillermo García Montero, su director desde hace 24 años, de una manera u otra ha estado ligado a él desde que surgió. Recuerda que la idea manejada desde los primeros meses del triunfo revolucionario comenzó a ser materializada en junio de 1959, cuando el equipo de 6 a 7 compañeros que trabajaban en el proyecto crearon laboratorios experimentales, establecieron relaciones con acuarios en el mundo y compañías extranjeras para adquirir los materiales necesarios para su construcción. Así, el domingo 23 de enero de 1960, el entonces pequeño Acuario ubicado en una hectárea del reparto capitalino Miramar, con algo más de 30 trabajadores y cerca de 1 500 ejemplares de 100 especies marinas, abrió sus puertas como un centro de divulgación, recreación y ciencia, condiciones básicas que ha mantenido a lo largo de 54 años.
"En ese momento el de Cuba fue el primerode su tipo construido en Latinoamérica y uno de los primeros en el mundo. En Europa, afirma, solo existían 2 ó 3, en Japón y Estados Unidos había muchos más.
LO QUE NO PUEDE DESTRUIR LA NATURALEZA

Desde entonces sus trabajadores han vivido tiempos buenos y tiempos duros en los que se han enfrentado a múltiples problemas y escaseces materiales, como en la década de los años 90, que fue muy difícil, pero lograron salir adelante. Sin embargo con la naturaleza es diferente. Los huracanes que pasaron o se aproximaron a la capital dejaron fuertes penetraciones del mar que provocaron grandes daños en varias instalaciones, algunas de las cuales fueron reemplazadas y en otras aún están trabajando. Lo más embarazoso es que tales situaciones han ido retrasando los proyectos del centro.
La fase inicial de la primera etapa se concluyó en el año 2000, la nueva entrada a la instalación, y dos años más tarde, la segunda con la inauguración de nuevas piscinas, peceras, así como la apertura de varias áreas que forman parte del proyecto. En estos momentos se trabaja en otras obras que incluyen la ampliación de un centro de biodiversidad y otro de educación ambiental, así como una cafetería con capacidad para 400 personas.
Con todo, a pesar de las condiciones constructivas anualmente reciben unos 550 000 visitantes, cifra que en los últimos 15 años se ha mantenido con algunas oscilaciones por encima y mucho mayor (750 000 personas), cuando se inauguró la otra parte del proyecto.
Hoy, viejas y nuevas generaciones de técnicos, especialistas y trabajadores en general se enfrentan a otros problemas al acometer las construcciones que faltan, por lo que es difícil aventurarse a fijar una fecha de terminación de la obra en su conjunto. "Eso no te lo puedo responder hoy, dice la máxima autoridad del centro cuando le hago la pregunta clave. Falta la tercera etapa como correspondería, que es el nuevo acuario".
Para ello, biólogos, técnicos, entrenadores, el personal de servicio, de mantenimiento, de gastronomía, todos en general, trabajan, coordinada y estrechamente, en el nuevo reto que tienen por delante.
"En la actualidad, indica, sólo hay acuarios en Brasil, México, Venezuela, uno de agua dulce, y en Argentina. Grande como este no hay otro en el área y creo que por los espectáculos con delfines y lobos marinos más las exhibiciones que realizamos, el nuestro se puede considerar uno de los mejores de América Latina, independientemente de que hoy estamos trabajando en la recuperación de todas esas instalaciones, y que eso va a demorar un año o dos.
RODEADOS POR EL MAR

El acuario es pionero a nivel mundial en la implementación de programas de educación que desarrollan con recursos propios. Un ejemplo de ello son las jornadas científicas infantiles, actividad que realizan desde 1994 y en la que participan niños de casi todo el país. Casualmente durante nuestra visita el centro estaba inmerso en la 19ª Jornada, donde participaron 624 delegados, 274 de ellos de 11 provincias y 20 municipios del interior de la Isla, y el resto de la capital.
El evento generó cientos de trabajos hechos por niños en círculos infantiles, escuelas primarias, secundarias, escuelas especiales, de arte, de deportes y preuniversitarios. Dibujos, carteles, cantos, ponencias, cuentos, cerámicas, danzas, multimedia, juegos didácticos y otros sobre el tema del medio ambiente y su comunidad, muchos de los cuales superaron las expectativas gracias a la creativa imaginación infantil.
Todas estas actividades son costeadas exclusivamente por el propio Acuario Nacional, destaca el director, que es totalmente autorrentable desde 1997, sólo recibimos financiamiento en moneda nacional para la construcción. Mantienen relaciones con organismos internacionales como la UNESCO, que les han brindado apoyo en algunas actividades de educación ambiental, investigaciones, entre otras, pero no para las operaciones diarias ni la inversión.
El público nacional paga un precio muy bajo, en su opinión casi simbólico, que le da derecho a disfrutar de algunos de los espectáculos de alta calidad. Eso les produce un ingreso de unos 8,5 a 9 millones de pesos al año, además de disponer de otras fuentes que les posibilitan moneda libremente convertible a través de visitantes extranjeros.
El Acuario Nacional es el más importante que tiene el archipiélago, y a pesar de no haber concluido todas las obras previstas es visitado a diario por decenas de niños, que gratifican con largos aplausos las piruetas de los delfines o de los lobos marinos, y premian así el esfuerzo de los cerca de 300 trabajadores que hacen posible este acto casi de magia.
Los muchachos sólo observan los peces, las plantas acuáticas y el mar que amenaza a menudo con arrojarse sobre este punto de la costa. Las obras incompletas, las ruinas que perduran, los escombros que quedan, eso no es objeto de su atención.
No son los tiempos de la foca Silvia, heroína de mis pequeños hijos hace unos 30 años, modelo de mi padre que la exhibió en una exposición fotográfica mientras casi volaba de su piscina. Ya no están ni ella ni la delfina Diana que se dejó capturar de nuevo después de haber sido liberada a la vida silvestre, ni Yolanda su entrenadora, ni el mirador, ni mi padre... Es otra época, otras generaciones y otro Acuario, pero todos los que lo han disfrutado agradecen su existencia.
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La primera mujer entrenadora: Yolanda Alfonso Hernández ![]() Tenía 18 años cuando llegó al Acuario y su primera labor allí fue la de limpieza. Poco más tarde pasó a la cafetería como dependienta y por último la nombraron guardiana de área. Yolanda fue desde la base misma hasta que llegaron los delfines. Tanto la fascinaron con sus robustos y grandes cuerpos que le era difícil dejar de seguir sus movimientos a través del cristal de la piscina. La curiosidad de la joven llamó la atención de la dirección del centro y cuando llegaron 6 delfines con 2 técnicos del instituto de pesca de México, la seleccionaron junto a otro compañero para recibir lecciones sobre la base del entrenamiento de delfines y lobos marinos. No sentía temor de ellos pero le impresionaba sus miradas bajo el agua. "Así me hice, nos convertimos en los primeros entrenadores de los delfines Diana y Ciclón, a los que liberamos después de 11 años bajo el cuidado del hombre. Los llevamos a un punto del mar donde había una manada de delfines y los soltamos ahí. Llore muchísimo. Al cabo de dos años volvimos a capturar a Diana en el mismo lugar que la primera vez, en Cayo Diana, Varadero, pero estaba preñada y la volvimos a liberar. El Acuario en estos momentos dispone de 8 delfines y unos 12 entrenadores, algunos preparados por Yolanda y otros por los que ella formó. En la actualidad Yolanda imparte educación ambiental, y en los momentos en que conversé con ella, analizaba los trabajos seleccionados para competir en la Jornada Infantil. Fuera de sus clases u otras actividades, la primera entrenadora femenina del Acuario visita habitualmente a los delfines que a pesar de conocerlos bien siguen fascinándola. |




















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PATRY LAU dijo:
1
11 de mayo de 2014
15:29:18
vicente dijo:
2
11 de mayo de 2014
20:15:55
La_Bailarina_ dijo:
3
12 de mayo de 2014
09:40:49
Mara Leyva dijo:
4
1 de febrero de 2018
11:14:13
Mara Leyva dijo:
5
2 de febrero de 2018
10:07:38
Mariam Jackson dijo:
6
2 de febrero de 2018
10:21:08
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