Imposible olvidar Un hombre y una mujer, el filme de Claude Lelouch rodado en 1966 y que marcó a una generación capaz, todavía hoy, de aguzar el oído y emocionarse al escuchar el tema musical de Francis Lay, en especial aquel «dabadabada» asumido por muchos como un himno al amor.
Lelouch tenìa veintitantos años y, aunque procedía de la cofradía de la Nueva Ola, pronto marcó un desvío hacia un tipo de cine más comercial y romántico. Lo puso de manifiesto con Un hombre y una mujer, el relato de dos jóvenes viudos que se conocen en la escuela a la que asisten sus hijos y dan comienzo a una relación de encuentros y desencuentros, signada por una euforia contaminante entre los espectadores que disfrutan el filme y ansían un final feliz para tan bella historia.
Jean-Louis Trintignant representaba a un corredor de auto sin freno para caerle atrás a cuanta belleza vislumbrara; Anouk Aimée, a una entristecida script de cine que acaba de perder a su esposo, un doble de escenas riesgosas.
Lelouch recurre al melodrama y a la alternancia de colores en los diferentes tiempos narrativos para contar lo que terminaría siendo una cinta aplaudida por medio mundo, ganadora de la Palma de Oro en Cannes, dos Oscar, muchos otros premios y considerada, desde hace rato, una obra de culto.
No importa que los escenarios fueran las brumosas playas de Deauville, o el interior de un auto rodando bajo la lluvia, rumbo a París, mientras él y ella hablan, se descubren, se devoran en rápidas miradas, aquel romance trascendía la pantalla y se convertía en eco de otros amores verídicos, personales, de los cuales nadie ha escrito, ni escribirá, una sola palabra.
Y al igual que muchas de esas historias que dejan el amor flotando en el aire, el filme tendría un final triste, de separaciones.
En 1986, Claude Lelouch vuelve a reunir a Anouk Aimée y a Jean-Louis Trintignant en Un hombre y una mujer, 20 años después, pero la primera cinta parecía demasiado inalcanzable y el intento resulta fallido.
Al cumplirse los 50 años de esta película, el equipo completo se reúne, la vuelven a ver y sentado detrás de los actores principales, el director observa sus reacciones: Trintignant tiene en ese momento 86 años de edad, está retirado del cine y lucha contra un cáncer. Anouk Aimée, transita los 87. ¿Y si hacemos una tercera parte?, propone un vital Lelouch, ya en sus 81. Sí, dice ella emocionada. Conmigo no cuenten, protesta Trintignant y sigue diciendo que no hasta que lo convencen para filmar esa tercera entrega, que lleva por título Los años más bellos de una vida y que pronto podrá verse en el canal Cubavisión.
El argumento es bastante simple, si es que la palabra se presta para una historia de amor con medio siglo. Él vive en una residencia de ancianos y en plena lucha contra el Alzhéimer suele hablar del amor de su vida. El hijo decide entonces ir a buscarla para que acuda a verlo. Ella duda, pero un buen día va y se le sienta al lado. «Me recuerda usted a alguien que conocí una vez», le dice él. No hay guion preciso, solo improvisaciones a partir de sugerencias del director. La música la compuso el propio Francis Lay, poco antes de fallecer y por supuesto que la nueva historia lleva fragmentos de la primera película, de manera que un público joven pueda relacionar, y quizá hasta entender, por qué un padre, o un abuelo, sentado calladamente a su lado, saborea un buen lagrimón bajo los acordes de aquel «dabadabada….dabadabada».
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Omar Fernandez dijo:
1
5 de octubre de 2020
12:11:58
Joe 67 dijo:
2
5 de octubre de 2020
12:16:14
Ariagna dijo:
3
5 de octubre de 2020
15:34:59
JORGE TAVEL dijo:
4
6 de octubre de 2020
06:27:09
Tony dijo:
5
6 de octubre de 2020
08:20:33
rolando pérez betancourt Respondió:
6 de octubre de 2020
14:00:01
Eduardo Ortiz dijo:
6
4 de noviembre de 2021
22:12:52
María Marta García dijo:
7
5 de junio de 2022
15:17:19
Juan Ciccolo dijo:
8
25 de julio de 2022
15:47:35
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