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El bosque de Karadima, del chileno Matías Lira.

Buenas actuaciones masculinas se han visto en este 37 Festival, pero la del chileno Luis Gnec­co, como el cura corrupto de El Bosque de Kara­dima, quedará durante mucho tiempo en la me­moria. Primeros planos que destacan miradas, gestos, matices de la voz, aunque, por encima de las particularidades, queda la representación perfecta de una personalidad tan persuasiva como despiadada, construida en la ficción a partir de la vida misma.

Se trata de la segunda película del chileno Ma­tías Lira y cuenta de un caso ocurrido en Santiago de Chile, entre los años ochenta y principios del 2000, cuando estalla un escándalo contra el sacerdote Pedro Fernando Karadima, acusado de una larga cadena de abusos sexuales y corrupción financiera.

El cura era un mimado de la alta burguesía y hasta cierto punto un comprometido con la política represiva de Pinochet. Pero lo que mueve al director es el largo sometimiento de que es víctima un joven que, fascinado por la personalidad del sacerdote y las cosas buenas que de él se dicen, se le acerca para que lo oriente espiritualmente en su pretendida vocación.

Pronto sabremos que el personaje de Tomás, la víctima (interpretado por Pedro Campos en la etapa adolescente y Benjamín Vicuña, ya de ma­yor), 20 años después de sufrir los desmanes físicos y sicológicos, se plantará firme para hacer su denuncia, cuando ya está casado y con dos hijos.

El director desarrolla su historia en dos planos temporales y ello lo obliga a hilar fino para que la estructura no se contamine con las lógicas transformaciones que en los aspectos físicos y mentales traen los años; obstáculo que en buena medida logra salvar. Por supuesto que la denuncia del demandante, que provocará otras acusaciones, motivará interrogantes en el espectador al estilo de ¿cómo es posible que ya en edad adulta, graduado de medicina y con familia constituida, siga siendo sometido a los requerimientos sexuales de Karadima?

La película no trata solo de reconstruir los hechos, sino de explorar el alma de una víctima que desde muy joven conoció los desmanes propiciados por el abuso de poder, sustentado este en sugestiones y en una tergiversada religiosidad que le permitía al cura maniobrar a su antojo y dar rienda suelta a sus ardores.

La información del caso la recibe el espectador durante una  entrevista efectuada a la víctima por un cura encargado de esclarecer los hechos. Así, entre develamientos provenientes de los días iniciales y redondeos del presente, se van sacando conclusiones de esta buena película con escenas sexuales explícitas y otras que son convenientemente atenuadas por una cámara piadosa.

Como punto final (y bajo la aclaración de que faltan filmes por ver), la certeza de que Luis Gnecco, en su papel del cura corrupto, debe estar entre las principales opciones para llevarse el Coral a la mejor actuación.

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cubano oriental dijo:

1

10 de diciembre de 2015

11:22:02


Tuve la oportunidad de verla en una selección de cine chileno que vino en el "paquete", realmente da escalofríos el personaje de Karadima, y la historia provoca nauseas al ver tanta manipulación de ese cura corrupto. Excelente película.