ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Obra de Roberto Fabelo. Foto: Roberto Fabelo

Hace unos meses –antes de que nos azotara la COVID-19– leí una crónica de viaje sobre Cuba, escrita por cierto literato nacional residente en el exterior, quien confesaba estar redescubriendo la Isla luego de varios años de ausencia.

Durante un par de semanas dicho señor recorrió el país de naciente a poniente y viceversa, para dejarnos como secuela cinco cuartillas repletas de palabras como santero, palma real, daiquirí, mulata, asere, balsero, frutabomba, jinetera, yuca con mojo, picadillo de soya, cucurucho de maní,  amarillos y pan con pasta.

La crónica sonaba a Cuba, pero no era Cuba. Mientras leía, me acordaba yo del primer viaje de Colón, cuando de regreso a España se apareció en la corte con aquellos indios desnudos, cubiertos de plumas y garabatos de colores; en una mano la azagaya y en la otra una cotorra que chillaba palabras en castellano.

Recordaba también la sorpresa de Borges ante una observación de Gibbon en su Historia de la declinación y caída del Imperio Romano. Decía Gibbon: «En El Corán, libro árabe por excelencia, no hay camellos».

Sí los hay, naturalmente. Yo tengo un ejemplar de El Corán en formato PDF, y, buscador mediante, pude hallar esa palabra sobre la página 40. El detalle, sin embargo, no resta méritos al concepto. Si un turista occidental escribiese una crónica sobre los árabes, no dejarían de prodigarnos caravanas de camellos en cada página. Mahoma, en cambio, sabía que podía pasar por árabe sin necesidad de mencionar esa palabra.

Un pensamiento siempre lleva a otro, y de repente se me ocurrió –mismo buscador mediante– interrogar a varios autores que la crítica y la tradición señalan entre los más representativos de la literatura cubana. Hurgué en libros emblemáticos de Carpentier y Lezama: obras repletas de personajes que destacan por sus sueños, esperanzas y conflictos existenciales; pero en ellos no logré hallar ni un solo maní ni una frutabomba ni objeto alguno de los que suelen usarse para estereotipar al cubano.

Si estamos de acuerdo con Fernando Ortiz en que cubanidad es «condición del alma, complejo de sentimientos, ideas y actitudes», mientras cubanía es «cubanidad plena, sentida, consciente y deseada; cubanidad responsable», entonces resulta obvio que ambos términos entrañan cosas que no se pueden tocar con la mano. Son trascendentales derivados del ser, no del tener; impresiones que desbordan y superan dialécticamente el mundo de las formas. Asombroso es que Martí, a sus 16 años, ya tenía claro el concepto.

Mientras leía la crónica de referencia (que en realidad es solo botón de muestra de otras tantas, incluyendo cuentos y novelas que pujan y rematan seudocubanidad en idénticos mercados) también me preguntaba: ¿Qué elementos unieron a nuestros más insignes escritores cuando esta tierra de gracia llamada Cuba dejó de ser tan solo «la yerba que pisan nuestras plantas», para convertirse en el cúmulo de emociones que subyace tras la palabra Patria?

Durante el siglo XIX tuvimos notables poetas provenientes de diversas clases o capas sociales, algunas de ellas fuertemente enfrentadas: un hijo de cuna rica como José María Heredia, otro de cuna pobre como José Jacinto Milanés, un negro esclavo como Juan Francisco Manzano, un mulato libre como Gabriel de la Concepción Valdés, una llamada mujer del hogar como Luisa Pérez de Zambrana, una rebelde como Gertrudis Gómez de Avellaneda, un guajiro nato como Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, un joven citadino como Julián del Casal; un ser, sobre quien pesan sentimientos encontrados, como Juan Clemente Zenea, y un patriota intachable, de pensamiento universal, como José Martí. ¿Qué recóndita esencia unía a esa masa diversa? Obviamente, no «el amor ridículo a la tierra»; se hallaban ligados por un ya pujante sentimiento de cubanidad; el abrazo que juntos daban a la Patria.

Ahora bien, como cubanía es «cubanidad responsable», el 10 de octubre de 1868 se levanta en armas un grupo de hombres en busca de la «cubanidad plena», la cubanidad «deseada y consciente». Ya no se trataba de ejercer la condición desde una querencia o una costumbre, de pronto había surgido un sentimiento de consagración (término que no elijo al azar, sino porque expresa la acción de entregarse en cuerpo y alma a lo sagrado). La historia es conocida, no la repetiré; con esta mención solo he querido subrayar que la cubanía no puede ser contemplativa ni mojigata; entraña una toma de partido por determinados principios, por determinados valores.

También quiero significar que si la cubanía es sustancia que fertiliza el amor a la patria, adulterarla o lucrar a cuenta de ella, en el más inocente de los casos simplemente la niega.   

Dijo Martí: «Patria es humanidad, aquella porción de la humanidad que vemos más cerca y en que nos tocó nacer»; y es esta una evidente expresión de concordia. Pero, ¿qué es lo humano? ¿Acaso lo que nos caricaturice o reduzca a curiosas urracas que, a despecho de su naturaleza acumuladora de objetos, de pronto almacenan cosas de supuesto escaso brillo? ¿O es lo que dignifica y encumbra a elevadas cotas de justicia, conocimiento y amor por la condición humana?

Extirpada de su amplia connotación, la frase «Patria es humanidad» muchas veces ha sido mañosamente presentada como un llamado a desleír en lo ambiguo medulares afectos que debemos a esta «porción de la humanidad en que nos tocó nacer». También se ha usado como puñal artero para descreerla y extrañarse de ella, cuando no para mirarla desde la alienación o la mala fe, con el claro objetivo de erosionar valores, símbolos, creencias y caros orgullos que conforman nuestra identidad cultural.

Ciertamente, llegará un día en que los humanos seamos un solo pueblo, pero esa cultura global no podrá estar erigida sobre las ruinas de lo que somos.

Cubanía es cubanidad responsable, dice Ortiz, y luego agrega: es «cubanidad con las tres virtudes, dichas teologales: fe, esperanza y amor». Quiero decir, no se trata de renunciar al pensamiento crítico o al afán de perfectibilidad humana; tampoco de mirarnos como nuevos Narcisos en el agua de la vana lisonja; sino que, volviendo a Martí: «El lenguaje es humo cuando no sirve de vestido al sentimiento generoso o a la idea eterna».

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alida maria cortes dijo:

1

23 de septiembre de 2020

21:44:20


?por fin de quien estamos hablando ?...si no vale la pena mencionarlo...?Para que hablamos de el / ella ?

PPC dijo:

2

24 de septiembre de 2020

11:17:11


Demasiado vuelo para gente común pero muy entendible para los que están fuera de cuba y aman al país con todas las fuerzas y también lo defienden. No alejar a estos que son muchos también. Por eso me gustaría algún reportaje sobre este tema. Hay de todo en la viña y del señor y es justo y sabio separarlos

Manuel aveledo dijo:

3

24 de septiembre de 2020

22:13:38


Cuando hablamos de marti y el pensamiento crítico me pregunto..por q una gran parte para lo q leemos y hemos seguido el proceso revolucionario sus logros y sus errores...ay un dato singular ejemplo de herencia ..de mandatos..como los apellidos..malmiercas.portal.y otros q se saben.vienen heredados por la familia..y es q me pregunto cuanto personal bien preparado...en cuba para ocupar puestos. En la dirección de la republica..yo creo esa confiansa.esa libertad tiene q lograrse...hoy se hacen esfuerzos para sacar a el país de la crisis...pero ese factor c onfiansa tiene q existir..

Omar Medina dijo:

4

24 de septiembre de 2020

22:43:09


"Cubanía y cubanidad responsables"... Cuantas verdades agrupadas en tan fabuloso escrito, es un auténtico recorrido por los origines, los principios y esencias de nuestra cubanía. Cuánto beneficio al viajero si este, en su añoranza pérdida, tuviese una segunda oprtunidad y pudiera encontrarse con esta argumentada hoja de ruta que se ofrece respecto a los temas abordados en el escrito. Con ella la cubanía contemporiza en su perenne evolucionar, el viajero sentiría aquella, la qué asombra al visitante por su tenasidad y resistencia, por sus avances éticos y grandiosa humanidad, también conciente y no temerosa de sus nuevas carencias y retos para lograr ese bienestar suficiente y racional a que cualquier pueblo y sociedad aspira. El viajero incluso podría sumar la hoja de ruta a aquella que a su antojo había preconcebido antes de su llegada a Cuba, seguramente por autocomplacencia para justificar su decisión de haberse alejado de su propio origen. ? Ciertamente los cubanos de ahora agradecemos las tradiciones santeras que junto a otras creencias enriquecen nuestra espiritualidad. ? La palma real enaltece nuestras almas y exalta la determinación de armas en el escudo patrio. ? Un refrescante daiquirí sigue siendo ofrecido al visitante amigo. ? La mulata nos enorgullece como arcoiris de mezclas en nuestra cubania; ? El vocablo asere en su exclusividad de argot es aceptada en nuestro lenguaje informal entre grupos que se identifican. ? La figura del balsero, manipulado en su adversa suerte al echarse al mar en busca de una quimera, de fortunas que ya fueron arrebatadas por las metrópolis, sea la norteamericana o europea, fue una obra expuesta en el Vaticano como denuncia al trato discriminatorio en los flujos migratorios hacia las Metropolis, una marca de servidumbre hecha en la piel de los esclavos. ? Si hablamos del reino de las frutas, los recuerdos puede ser variados según el paladar que se añora de ahí la de este viajero por la frutabomba. ? Buscar la palabra jinetera durante un viaje de añoranzas parece algo torcido, si bien más torcido se distingue cuando muchos países de donde vienen insisten en practicas legales mercantilistas del sexo. , también tratarse de una simple traición de su subconciente. ? A la yuca con mojo, picadillo de soya, cucurucho de maní, amarillos y pan con pasta, solo podría añadirle el cerdo asado y los tostones. Cuánta riqueza podría sumar a sus añoranzas el viajero cubano; ella podria facilitarle un nuevo acercamiento a su distanciada cubanía. Gracias, por la amplia investigación y asociaciones de informaciones.

Guido dijo:

5

25 de septiembre de 2020

03:44:59


Formidable enfoque de nuestro pais, de nuestra historia y de los buenos cubanos y digo buenos cubanos porque los que denigran a nuestra patria yo no los considero dignos de llamarse cubano estén afuera o estén adentro intelectuales o no. Quién no respeta al suelo donde nació no merece tener patria