
Las Tejerías, Aragua, Venezuela.–Varios días después el panorama es dantesco. Los testimonios desgarran con la misma fuerza del aluvión que le arrebató vidas, esplendor y sonrisas a esta intramontana ciudad.
De esa herida no se han podido sustraer los cubanos. Pero el cuadro desolador no disimula en ellos el soplo de orgullo que les traen ciertas expresiones oídas en estos días por aquí.
«Seres humanos así, al menos por acá no abundan», refiere Yahaira Valera, en El Béisbol, su barrio, cuya ubicación a orilla de la quebrada Los Patos colocó a sus moradores ante la furia del mayor deslave ocurrido en la ciudad aragüeña.
Yahaira habla de Yosmany Cardona, «Cuba», el que salvó a un matrimonio entrampado por la avalancha, e igual se refiere a Maive Aguilar Zamora, una esbelta cubana de Contramaestre, Santiago de Cuba, quien desde hace seis meses se desempeña como técnica de laboratorio en este sector de la urbe.
«Son personas que se comportan muy bien –prosigue Yahaira–, cada vez que acudimos a ellos nos ayudan en lo que haga falta; son muy educados y amables; siempre están pendientes de nosotras; nos cuidan como a una familia; en verdad les correspondemos en ese afecto».
El encomio de la mujer antecedió a su inconformidad: «Ahora se los llevaron de aquí, y eso para nuestro barrio es malo», presagia, sin ignorar el porqué del traslado de Maive y Yosmany.
El inmueble que los alojaba a pocos metros de la quebrada no escapó a la crecida; ellos también vivieron horas de riesgo. La Misión Médica resolvió el traslado inmediato de ambos a una zona más alta y segura».
«Me parece justo que encuentren para ellos un local confiable y de condiciones mejores», propone Edith Enríquez, residente en El Béisbol, «pero que no se los lleven –exige–, su presencia nos da mucha tranquilidad».
Al reclamo se unen, entre ansiedades y urgencias, Alberto González, Ana Briceño y otros humildes que han priorizado el asunto.
HUELLAS DE DOLOR Y ASOMOS DE ESPERANZA
En las paredes y muros, cual epitafio de la tragedia, hay grietas, manchas, todo un rosario de máculas adheridas a lo que el alud dejó en pie; enorme y continuo es el esfuerzo para borrarlas.
De humanos desvelos y saneadora estridencia sigue colmada Las Tejerías. Por doquier hay personal sanitario y fuerzas del orden público.
Solo en los primeros seis días, después del desastre, el Gobierno Nacional distribuyó 450 toneladas de alimentos en Las Tejerías. Al concierto de ayuda se integran casas de alimentación, cocinas de campaña y puntos móviles para distribuir agua y comidas.
En las calles pululan camiones, medios de volteo, extractores, grúas, retroexcavadoras, 75 equipos en pleno ajetreo hacen el rescate de una urbe pequeña. Se ven inmuebles y sitios públicos ya libres de escombros. Queda sedimento, despojos de todo tipo; cientos de toneladas usurpándole espacio a la ciudad en ruinas.
Huele a muerte aún; el paisaje sigue de luto. Pero el enjambre restaurador se expande, cura, borra fealdad, y paso a paso devuelve tranquilidades.
Una muchedumbre de brazos intenta la resurrección del poblado; una voz le renovó la esperanza: «Vamos a estar con ustedes hasta que renazca Las Tejerías», reiteró Nicolás Maduro. La certeza irá espantando poco a poco a la incertidumbre; la ciudad devastada volverá a sonreír.
COMENTAR
Responder comentario