Los Cerros, Caracas, Venezuela.– De pie, a media mañana; la mano derecha sobre el hombro por donde Abdala entró para protegerlo. Parecía una estatuilla de piedra, reivindicada la humanidad de su hechura por la inocencia de la pupila que interrogaba en silencio el letrero.
¿Intuición precoz o curiosidad infantil? El cronista no supo, solo obedeció al ademán del pequeño Réider, que apuntaba con el índice al muro perimetral del vacunatorio, donde un mensaje de Robert Serra, tal vez responde al «¿por qué?» de los actuales y venideros tiempos de Venezuela.
Como acertijo a la luz del presente, para explicar la insólita resistencia del pueblo de Bolívar y de Chávez, la frase del joven Serra, asesinado en una monstruosa conspiración de las élites extremistas, parecía alimentar quién sabe cuánta imaginación en el niño de ocho años, el 4 de febrero pasado, a media mañana.
A esa hora de un día similar, tres décadas antes, los cerros fueron por primera vez montañas de expectativas, más altas que la endémica incertidumbre de los humildes, en las hermosas y sufridas cumbres que rodean a Caracas.
De los labios de un oficial joven, aquel día salió un «por ahora», con acento distinto, que hizo nido en los corazones venezolanos. La certeza fue tal que resucitó esperanzas aniquiladas. Quizá el Hugo Chávez derrochador de optimismo, no imaginó la magnitud del ansia liberadora que desataba en aquella frase, el ardor popular que la abrazaría, ni la fuerza que 30 años después mantiene al pueblo aferrado a ella y a sus anhelos, sin desistir de ninguno.
De entonces a acá, entre marchas pujantes y contramarchas audaces, Venezuela transita un camino de zancadillas, conspiraciones, ensayos de magnicidio e intentos de suplantar el poder. En esos golpes, encarados con resistencia continua, pensaba el cronista cuando el auditorio colocó sobre la balanza de juicio, lo hecho por manos cubanas aquí: más de 1 486 000 000 de atenciones médicas en tres décadas; 1 520 000 vidas salvadas. La visión devuelta a millones; otros tantos arrebatados a la ignorancia. Cifras análogas en cultura, deportes, sectores agrícola y energético, resumen una ofensiva social justiciera. No hay cómo calcular otros saldos; el bienestar no se mide en cifras ni magnitudes, ni llega de manera casual; requiere voluntad, esfuerzo, recursos no escatimados por el gobierno bolivariano, de la mano de Cuba, ni ajenos a la percepción popular. Quizá eso también explica el cómo y por qué Venezuela, de pie, desafía y resiste la montaña imperial que le impide acceder a finanzas, alimentos y medicinas. Tal vez a esa coordenada pertenece el reclamo de Robert Serra, que, estampado en un cerro de Caracas, despertó la curiosidad de un niño de ocho años: «Si cuentan mi historia, digan que vivo en tiempos de Chávez».
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miguel dijo:
1
13 de febrero de 2022
20:15:45
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