ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Los voluntarios son una pieza fundamental en el éxito de un evento multideportivo. Foto: López Sánchez, Ricardo

PARÍS..–Nicolás nació en Buenos Aires, vive en París, pero habla y siente como un cubano. Fue él uno de los más afligidos con la eliminación de la dupla de voleibol de la Mayor de las Antillas, después de ser el mejor binomio en la fase de grupos.

Estudió y vivió en La Habana, en la Escuela Nacional de Arte. Aquí es uno de los 45 000 voluntarios que sostienen los XXXIII Juegos Olímpicos.

Hay de todas partes del mundo y, aunque no les ha sido fácil la aventura parisina, ellos, como siempre, son el alma de los Juegos. Los hay políglotas que te salvan hasta en una entrevista; algunos son muy duchos en la informática; te sirven de guía en la ciudad; los hay en función de chofer, o con paraguas para que no nos mojemos, aunque ellos se empapen.

Fue en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1980, en Lake Placid, Estados Unidos, que apareció el voluntario, hoy imprescindible en el engranaje de estas citas. Según los organizadores de aquella convocatoria, la idea caló en la familia olímpica, y en los de Verano, y en la también estadounidense cita de Los Ángeles, en 1984, llegaron a estas reuniones multideportivas.

Muchos son aficionados al deporte, pero otros vienen a intercambiar en este singular espacio convertido en una apasionada ágora multinacional. De esa motivación salió el deseo de la india Satish Moparthi, quien le dijo a la prensa que relacionarse con personas de diferentes orígenes, culturas y lenguas la trajo hasta la Ciudad Luz, aun cuando está establecida en Francia investigando sobre el cáncer y el Alzheimer.

Por esa vivencia multicultural, que se palpa en el ambiente olímpico, viste el uniforme verde con el logo de París-2024 en negro, la mexicana María Henderson. «Disfrutamos de una atmósfera única de colaboración y celebración», aseguró.

En la sala de prensa del voleibol de playa, un grupo de periodistas cubanos preparábamos la reseña del revés de Jorge Luis Alayo y Noslen Díaz, en octavos de final. Como a nadie le gusta escribir de derrotas, el ambiente estaba muy sobrio.

Pero llegó Nico, el argentino, con unas tazas humeantes con café. Más de uno hicimos una mueca, y él se adelantó. «Asere esto no es café aguao, es expreso cubano». No terminó la frase y ya degustábamos el fino aroma.

«Aprendí a tomarlo en Cuba, a colarlo, y casi no me acuerdo del mate», contó Nicolás, mientras con sus manos mantenía, sobre la mesa, un ritmo de rumba que invitaba a seguirla.

–¿Se te da bien la música?, le preguntamos.

–La estudié en Cuba, es algo que se te queda grabado en el alma, porque esa música y esos ritmos contagian.

Aunque ya sabíamos que los voluntarios, como lo describe el vocablo, no perciben salario alguno, le pedimos a Nico que nos contara cómo les ha ido.

«El voluntario tiene que ser una persona altruista, entregada al otro, pues su principal función es servir. Estamos en todas las áreas de los Juegos, con disímiles tareas.

«He escuchado que algunos tienen opiniones respecto al alojamiento, porque también hay que gestionarlo y pagarlo. Eso, aquí en París, es difícil, porque cualquier piso queda fuera del alcance de los jóvenes, o de gente mayor, pues, aunque predominan los voluntarios entre 26 y 34 años, los hay hasta con 80 o más».

París se ha esforzado en que sus Juegos sean los más inclusivos de la historia, y esa pretensión la ha llevado, también, a los voluntarios. Un 58 % son mujeres y un 42 % hombres.

Para la sede olímpica, cada cuatro años, hay una gran movilización para alistarse y aplicar en calidad de voluntarios. Una de las razones es que la esencia de esta figura, aun cuando apareció 84 años después de la restauración de los Juegos, coincide con el ideal olímpico.

Las múltiples labores que despliegan en el funcionamiento de los Juegos, a fin de que el mundo goce de un oasis de paz, generan valores morales como la solidaridad, la amistad y el respeto.

Aun así, una voz autorizada en el movimiento deportivo mundial, como la del profesor de la Universidad Drexel, en Filadelfia, y presidente de la Asociación Internacional de Economistas del Deporte, Joel Maxcy, opina, en la publicación especializada Win Sport,  que «para mí este es un claro caso de explotación económica».

A juzgar por lo que ocurre aquí con el alojamiento, con que cuentan con una sola comida al día gestionada por la organización, o que no tienen las facilidades de transporte de otros participantes, y teniendo en cuenta la cantidad de ingresos que producen unos Juegos Olímpicos –no pocos de los cuales ellos aseguran–, el profesor no estaría tan lejos de la verdad.

Nuestro amigo argentino, cuando le hablamos de esto, nos respondió con otra rumba, de esas que aprendió a tocar en Cuba haciendo volar sus manos sobre los tambores batá.

«Soy batalero hermano, entiendo el lenguaje de la música y, también, el de ese profesor».

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